LITERATURA ESPAÑOLA

Rafael Alarcón: "Volar y contarlo era la máxima aventura para un escritor"

El zaragozano, profesor titular en la Universidad de Jaén, publica ‘Nuestro futuro está en el aire. Aviones en la literatura española (hasta 1936)’

Rafael Alarcón Sierra. Literatura y aviación.
Rafael Alarcón Sierra (Zaragoza, 1968).
Lourdes Rodríguez.

Rafael Alarcón Sierra (Zaragoza, 1968) es profesor titular de la Universidad de Jaén, y es especialista en la obra de Juan Ramón Jiménez, los hermanos Antonio y Manuel Machado y El Greco, entre otros asuntos.

¿Por qué una historia de los aviones en la literatura y en la cultura española?

Porque no existía un estudio de conjunto sobre el impacto de la aviación en la literatura española. Recuerdo una monografía alemana sobre la aviación en la literatura europea de las primeras décadas del siglo XX que no nombraba ni a un escritor español…

Es curioso… De entrada, la aviación, que tiene más de un siglo ya, evoca al futurismo.

Sí, porque todos los movimientos de vanguardia hacen suyos los elementos tecnológicos de la modernidad, y el aeroplano, que es uno de los más vistosos, se convierte en un medio de acción y de representación. Los futuristas italianos, a partir de 1909, construyen una mitología y una estética a partir de la idea de velocidad, que supera el tiempo y el espacio y transforma de la realidad. Luego publican sus manifiestos del teatro aéreo, de la aeropintura, de la aeropoesía y hasta de la arquitectura aérea. Y la primera ópera futurista, de Pratella y Marinetti, se titula ‘El aviador Dro’.

Arrancascon viajes imaginarios en avión. ¿Tantos hubo, tanto se deseaba volar?

¿Quién no ha soñado alguna vez que vuela? Volar siempre ha sido un anhelo para el ser humano. En la mayoría de las religiones los dioses vienen a la tierra desde el cielo, y algunos tienen alas, como luego los ángeles y demonios. Casi todas las culturas imaginaron caballos o monstruos alados. Los dioses solo transforman al hombre en ave si se apiadan de su destino trágico, como sucede con Tereo, Procne y Filomela. Querer volar como los dioses era un desafío muy peligroso, y así lo enseñan los mitos de Ícaro y Dédalo o de Faetón. El hombre solo podría volar con la ayuda de los dioses (la levitación y el vuelo místico), del diablo (las brujas) o de la imaginación (las hadas y los magos): ahí están todos los vuelos imaginarios desde las sátiras menipeas y lucianescas a los vuelos proféticos y las utopías. Incluso en la lírica las metáforas ascensionales son omnipresentes a lo largo del tiempo.

¿Cuál era la fascinación que ejercía el avión sobre las letras, el cine o la pintura, pienso en el propio Picasso?

Hasta los años treinta del siglo pasado, la llamada edad de oro de la aviación, volar en aeroplano lo era todo: la máxima libertad, la máxima experiencia. . Volar y contarlo era la máxima aventura para un escritor. Por eso recojo en el ensayo testimonios no solo literarios, sino también fotográficos, cinematográficos y plásticos. De hecho, el título, Nuestro futuro está en el aire, se lo tomo prestado precisamente a Picasso, quien tituló así tres lienzos pintados en 1912, coincidiendo con la muerte de Wilbur Wright, uno de los inventores del aeroplano (Picasso, además, llamaba a Georges Braque “Wilbourg”, porque sus diseños le recordaban los biplanos de los hermanos Wright).

Aunque no es tema central, también alude a las mujeres en la aviación, o vinculadas por la aviación, como la escritora Concha Espina.

Rafael Alarcón Sierra. Literatura y aviación.
Lorca y Buñuel en un aeroplano de verbena. Años 20.
Archivo FGL/LB.

El ensayo no pretende ser exhaustivo (la prensa de la época, por ejemplo, está llena de referencias a la aviación): solo me centro en los escritores que mejor mostraron en las letras españolas lo que suponía volar en las tres primeras décadas del siglo XX. Y allí tiene un papel central Concha Espina, seguramente la primera escritora española que realizó (en 1916) un vuelo en monoplano, junto al piloto Juan Pombo, cuyas experiencias aprovechó para su novela corta Talín (1918), que es muy evocadora, y una de las primeras sobre el mundo de la aviación, junto a Los nietos de Ícaro (1911), de Francisco Camba, el hermano de Julio Camba. Lo que no hago es citar a los pilotos profesionales (como María Bernaldo de Quirós, que tiene fama de haber sido la primera española en conseguir un título de aviadora), salvo que haya referencias a ellos en obras literarias de la época.

¿Fue el avión objeto de inspiración de clásicos, modernos y vanguardistas? Por ahí andan Valle-Inclán, Camba, Azorín…

¡Es que el avión aparece por todas partes! El ensayo va acompañado de una antología para demostrarlo. Unos aparecen como cronistas (es el caso de Azorín, que presencia los bombardeos alemanes sobre París en la Primera Guerra Mundial); pero otros, y es el apartado quizá más interesante, se montaron en un avión para describir lo que sentían: y allí entran Valle-Inclán (su mítico vuelo nocturno sobre el frente francés, que le ayudó a forjar lo que él llamaba su "visión estelar"), Julio Camba (que vuela con el piloto Luis Omar Page en 1923 y lo cuenta en tres crónicas llenas de humor e ingenio), pero también Corpus Barga (que vuela de París a Madrid en 1919), Luis de Oteyza (que va nada menos que ‘Al Senegal en avión’), o Manuel Chaves Nogales (que llega a la URSS en su famoso ‘La vuelta a Europa en avión’).

¿Qué soñaba el oscense Ramón Acín? ¿Cómo se imaginó el vuelo?

Ramón Acín publica en 1923 ‘Las corridas de toros en 1970. Estudios para una película cómica’, un delicioso libro de caricaturas (hoy lo llamaríamos novela gráfica) donde vincula los aeroplanos con la lidia (idea que cuenta con el precedente del grabado de Isidro Carnicero ‘Fiesta de toros en el aire’, de 1784). Mezclando con ironía costumbrismo y modernidad, propone una sátira contra las corridas de toros, en la cual el público llega en aeroplano a enormes rascacielos taurinos, donde observa la lidia a través de grandes telescopios, y donde los servicios de urgencia rescatan a los toreros mediante aviones. Pero tan regocijante programa queda desmentido en la última viñeta, bajo la que Acín escribe: “Esto serían las corridas de aquí a medio siglo, sino porque entonces se habrán roturado las dehesas y los toros serán animales productivos y los toreros trabajarán como cualquier hijo de vecino”.

Rafael Alarcón Sierra. Literatura y aviación.
Ramón Acín habla de aviación en su libro 'Las corridas de toros hacia 1970', un libro futurista.
Archivo Fundación Ramón Acín.

¿Y su amigo Ramón Gómez de la Serna, que era el vanguardista absoluto?

Es cierto. Ramón traduce enseguida en su revista ‘Prometeo’ el manifiesto futurista de Marinetti, y hasta le encarga que escriba otro para los españoles, donde no faltan los aeroplanos. Luego se quejará de que todos le han copiado. En el cortometraje ‘El orador’ (1928), Ramón compara a este con un aviador. Miguel Ángel Asturias le hace ese mismo año una entrevista en avión que seguramente es apócrifa. De él recojo varios textos aviónicos, sobre todo el capítulo final de ‘Policéfalo y señora’, donde parodia el vuelo transatlántico, y no podían faltar un buen montón de greguerías: "aeroplano: andamio volante"; o: "la hélice es el trébol de la velocidad".

Otro aragonés que figura en el libro es Ramón J. Sender

De hecho, cierra el volumen: en la primera de sus crónicas sobre los sucesos de Casas Viejas (luego recogidas en libro), describe su viaje en un trimotor desde Madrid hasta Sevilla. Sender parte de los tópicos del ruido del avión, de la tierra vista como un mapa y de la velocidad insensible para, al cruzar sobre la Mancha, recordar a Don Quijote y sumergirse en una ensoñación: un vuelo imaginario dentro de un vuelo real.

No nos deje así. ¿Qué sucedió?

Conforme avanza en su ruta hacia el sur, divaga sobre la relación entre el tiempo y el espacio. Esto le lleva a imaginar que, al llegar a tierra, ha logrado retroceder cuatro días en el tiempo, para poder presenciar en vivo lo que sucedió en Casas Viejas. Es un procedimiento muy interesante.

Por cierto, ¿la aviación es de prosistas o de poetas?

Es de ambos: en este volumen me dedico principalmente a los prosistas, pero tengo reunidos los materiales para dedicar otro a los poetas, que sí estaban un poco más estudiados, al menos en la vanguardia, donde los aeroplanos y las hélices lo invaden todo.

¿Por qué cierra la antología en 1936?

Porque las guerras convirtieron al avión en otra cosa, en una máquina bélica: si en la Gran Guerra los pilotos todavía eran ‘los caballeros del aire’, en la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial se convirtieron en implacables embajadores de la muerte con sus bombardeos sobre la población civil (de Guernica a Dresde), llegando al horror absoluto del lanzamiento de la bomba atómica.

Rafael Alarcón Sierra. Literatura y aviación.
Portada del libro de Renacimiento.
Archivo Alarcón Sierra.

¿Ha sido fácil encontrar los textos o le ha exigido un prolijo trabajo de documentación?

He tenido que sumergirme en la prensa periódica y en muchos libros que no están reeditados desde entonces; es un proyecto que tenía en la cabeza desde hace muchos años, y para el que poco a poco he ido recogiendo textos e ideas.

¿Qué le debe este libro a 'Vértice de llama', su proyecto sobre El Greco?

‘Vértice de llama’ está dedicado a la presencia del Greco en la literatura hispánica, y en ese caso me centré principalmente en la lírica, al contrario que ahora. En realidad el proyecto de ‘Nuestro futuro está en el aire’ es anterior al del Greco, aunque ha salido después. Lo que ambos tienen en común es lo que he disfrutado planeándolos y escribiéndolos, y ese disfrute espero que se contagie al lector.

LA FICHA

‘Nuestro futuro está en el aire. Aviones en la literatura española (hasta 1936)’. Edición, estudio y antología. Rafael Alarcón Sierra. Sevilla, Renacimiento, 2020.

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