imágenes de la capital del cierzo / 4. 'artes & letras'

Calle Don Juan de Aragón, hacia 1902

Retrato de un niño con su bicicleta, una curiosa fotografía que pertenece a la colección de Fidel Gómez

Anteayer Fotográfico Zaragozano / Colección Fidel Gómez.
Calle Don Juan de Aragón, hacia 1902.
Anteayer Fotográfico Zaragozano / Colección Fidel Gómez.

La Historia se obstina en demostrarnos que en ocasiones basta el grosor de un muro para separar dos mundos absolutamente ajenos e inalcanzables.

Uno de ellos lo representa el niño que, sano, bien comido y vestido, y con un indisimulado gesto de orgullo, posa al lado de su biciclo; un, para él, más juguete que verdadero medio de transporte o de practicar 'sport' y que en el transcurso del siglo XIX al XX estaba al alcance de muy pocas familias zaragozanas.

El otro universo es el que se intuye tras la sólida reja de la ventana del ya más que bicentenario edificio que hace las veces de telón de fondo a la escena: el día a día de unas niñas asiladas en un interior seguramente frío y sombrío, carente de comodidades, que en esta ocasión contemplan la casi siempre anodina calle más interesadas en el, para ellas, incomprensible artefacto metálico de dos ruedas que en su propietario y en la joven pareja que, plantados frente a ellas, las impulsan, gracias al milagro de la fotografía, a la inmortalidad más cotidiana.

El caserón, ya desaparecido, hacía el número 13 de la céntrica calle dedicada a la memoria del arzobispo Don Juan de Aragón, hijo bastardo de Juan II, encontrándose a escasos metros de la casa-palacio de los antiguos señores de Armijo, actual sede de El Justicia de Aragón.

A finales del siglo XIX, su propietario, el Patronato de Santo Dominguito de Val, perteneciente a la Sociedad de las Hermanas de San Vicente de Paúl, solicitaba con desigual fortuna ayudas económicas municipales con el fin de establecer un asilo o colegio de huérfanos bajo la advocación de su santo titular a fin de proporcionar a sus asilados alimentos, albergue e instrucción primaria que les permitiese adquirir un arte o un oficio “con que pudieran ser útiles a la sociedad y atender a su propia subsistencia”.

El interés social de este asilo, que es el que contemplamos en la fotografía, hizo que finalmente se le concediera una subvención, generosa para la época, de 1.000 ptas. anuales.

En 1909, el colegio de huérfanas pasó a la cercana Casa de Palafox, en la calle homónima.

Pero esa ya es otra historia.

*Mariano Jesús Mingo Naval pertenece a la asociación cultural Anteayer Fotográfico Zaragozano.  

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