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Máximo Huerta: del amor, de la infancia y de la libertad

El presentador de televisión y exministro de Cultura prosigue su carrera literaria con una ambiciosa novela: 'Con el amor bastaba' (Planeta)

Retrato del escritor y presentador Máximo Huerta.
José Miguel Marco.

Decía el gran Sam Shepard: “La soledad es la experiencia central de la vida moderna” y no podría estar más de acuerdo. La soledad es un río que se desborda sobre la existencia de demasiados seres humanos. Y eso es lo que cuenta 'Con el amor bastaba', la inquietante y fabulosa, por lo que de fábula tiene, última novela de Máximo Huerta.

Una historia mecida con ese ritmo lento y pegajoso que sólo saben marcar los desesperados. Elio Ícaro su protagonista tiene muchas caras, mucha imaginación y muchas ganas de amor. Es un niño especial, un niño de pueblo marcado por algo que lo distingue entre el resto. La frontera entre dos batallas, entre dos dilemas, entre la necesidad de ser normal para que la sociedad te acepte o bien obedecer a tu naturaleza y ser un proscrito para determinadas funciones sociales y emocionales. Con el amor bastaba cuenta una hermosa historia de superación y lealtad. 

Es una fábula, por fortuna sin moralina, que desempolva los estigmas a los que era tan adepto el siglo XX. Nada es verdad, ni nada es mentira en esta historia que homenajea desde la primera línea a la gran Ana María Matute. Contar la realidad no es siempre claudicar ante sus arrogantes verdades, no es reverenciar el estigmatizador aliento de su sulfurosa boca, es mucho más. Quizás por eso Huerta escoge como protagonista de su luminosa historia a un pseudo-adolescente, porque sabe que no hay verdades como las que construye la boca que nos presta la infancia. 

Nunca se ama, nunca se sufre, nunca se reflexiona, ni nunca se es tan devoto como cuando el cuerpo está a medio hacer y el corazón es el único músculo que no siempre será capaz de responder a todos los secretos que deberá albergar nuestra anatomía. Elio se mueve entre la cháchara vital y el más atroz de los silencios. Es víctima de ese verdugo salvaje que es siempre la sociedad. Una sociedad que no le deja volar y tampoco le deja amar cómo y a quien él quisiera. Hay una frase en la novela que marca de manera contundente ese purgatorio y ese paraíso en el que vive el protagonista: "Lo hablé con los pájaros, porque a mí no me gustaba contárselo al cura”. Un protagonista que se alimenta de la evocación como presente útil: “Qué pena cuando los pueblos dejan de serlo poco a poco y empiezan a ser sucursales de películas norteamericanas con vasos para llevar”.

Portada de la novela de Máximo Huerta.
Archivo Heraldo.

'Con el amor bastaba' es una novela hermosa con frases muy medidas, muy calculadas porque de no serlo, quizás olería a ajuste de cuentas y sin embargo a lo que huele es a lavanda. Máximo Huerta ha recolocado con el esmero con que recoloca una mujer maltratada su casa después de un episodio de violencia, a cada uno de sus personajes para que la novela sea una fábula atípica, equilibrada y honesta y que no caiga ni en tópicos, ni que tampoco acarreé mentiras insufribles para el lector. Huerta consigue devolvernos a un tiempo de incertidumbres y emociones que revalorizan la memoria de quien está leyendo.

Con el amor bastaba es una novela ambiciosa en lo estético, bebe del oxigeno de Matute, pero también de Roald Dahl o de Angela Carter.

Los pensamientos de su joven protagonista mezclan el ácido ímpetu de sus frustraciones(su homosexualidad cada vez más latente y su subordinación al amor en todas sus facetas) con el almibarado frescor del que cree en el porvenir: “Hay nombres que saben a sangre en la boca”. O dice: “A veces hacemos cosas que tienen un significado futuro”

Elio es un pequeño Frankenstein, al que le han robado su lugar en el mundo, su orilla del lago. Un experimento que sus padres cogen y dejan a su antojo, la moneda de cambio que a veces parte en dos la vida de un niño sin que exista sobre esa dos mitades la clemencia del rey Salomón.

Elio quiere ser normal porque su padre quiere que lo sea. Su padre, ese hombre terrenal capaz de dar amor a dos familias, y que a pesar de su libertinaje individual es incapaz de asumir que su hijo sea distinto.

Elio quiere volar porque en su vuelo su madre puede desempolvar su tristeza y el hedor de la vida anodina que la mentira ha lanzado sobre ella.

Elio resiste aunque le duelan las articulaciones de tanto vaivén, aunque vaya a ser un hombre marcado de por vida, aunque todo le sea negado.

En esta preciosista novela todo son símbolos a pesar de la naturalidad de sus diálogos, de los pasos de sus protagonistas, de las pantagruélicas risas de la tía Clementin, de la hipotética fiesta que parece brindarle la vida a Elio, a Arístides y a Sol en su nueva vida en Aix-en-Provence lejos del hiriente relieve rural que sin interrupción les hiere.

Con el amor bastaba es una biografía en la que se incide en reconocer la existencia y la supervivencia de los diferentes. Un precioso acertijo, un laberinto de olores extremos y momentos luctuosos. Es un jardín en el que la sombra de las flores resulta tan normal como la luminosa presencia de su corola.

Es un canto neutro a la libertad sin juicios ni demandas. Un viaje iniciático hacia el amor y hacía esa cautividad sempiterna que resulta ser hijo. No dejen de leerla porque al hacerlo serán de nuevo los niños que no pudieron ser en el pasado, y a la vez conseguirán ser esos hombres y mujeres capaces de acariciar el futuro como si el futuro fuese la mentira que nos cuenta a diario la rutina para evitar algaradas y revoluciones a todas horas.

LA FICHA

‘Con el amor bastaba’. Máximo Huerta. Planeta. Barcelona, 2020. 317 páginas.