LITERATURA. CUENTOS CONTRA EL VIRUS

Cuatro microcuentos de Isabel González

Isabel González propone cuatro pequeños relatos para plantar cara al confinamiento: 'Comprensión', 'Distanciamiento', 'Reyes y cerdos' y 'Toma de decisiones'.

'Cuentos contra el virus', para los microcuentos de Isabel González.
'Cuentos contra el virus', para los microcuentos de Isabel González.
Víctor Meneses

Comprensión

La madre insiste en que no ha salido de casa desde que empezó el confinamiento y la hija le dice por teléfono que de acuerdo, que la cree –porque a una madre no se le lleva la contraria–, pero que la vecina la ha visto en el jardín de la comunidad regando los lirios. "¡Es primavera, mamá, y esta primavera todo seguirá saliendo, los lirios, las margaritas, los perifollos de siempre, pero la gente no! ¿Y sabes por qué? Porque la gente, si sale, se muere. ¿Sabes qué te pasará a ti si sales, mamá? Pasará que te morirás. Que pillarás el horrible bicho y te morirás. Te faltará el aire. Te colocarán bocabajo en una camilla porque no hay respiradores para la gente mayor y ahí te las compongas. ¿Lo entiendes, lo entiendes, mamá?". "¿Quién te ha dicho que he salido?", pregunta la madre. "La vecina, la Conchi. Me ha llamado y me lo ha dicho". La madre recapacita, empieza a entenderlo, se sujeta al borde de la mesa y solloza no por haber sido descubierta ni porque no pueda salir sino porque ha salido y en consecuencia está muerta y también están muertas su hija y la Conchi, pues de otro modo no podrían comunicarse.

De todas formas, aunque estuvieran vivas, tampoco podrían verse ni regar los lirios, piensa. Esto la tranquiliza bastante.

Distanciamiento

Él vive en Jerez de la Frontera y ella en Alcañiz. Él no es andaluz ni ella es aragonesa, pero el estado de alarma los pilló así, empezando a separase. Antes vivían en Toledo y en cuanto levanten la cuarentena, ella seguirá su marcha a Berlín, a Moscú y a Tokio; y él, a Casablanca, a La Habana y a San Francisco. Cada uno por su lado del mundo hasta la próxima pandemia que los hará coincidir en una isla del Pacífico donde se confinarán juntos en una cabañita de Honolulu.

Reyes y cerdos

Paso la cuarentena con mi marido y nuestros dos hijos adolescentes, y hay días que nos veo como cerdos y días que nos veo como reyes, en un magnífico palacio donde no nos falta de nada. Calefacción, croquetas, pantuflas acolchadas mientras vemos la tele. De qué podemos quejarnos. Quién necesita salir. El hecho de que ninguno de nosotros haya enfermado da buena cuenta de la regia estirpe que nos conforma, justo en el polo opuesto a los días que nos veo como cerdos. Puros gorrinos en esta pocilga compartida. Comemos, evacuamos, pasamos las horas sin hacer nada honorable y para más inri, se ha perdido el pudor con las ventosidades. Nos duchamos menos, gruñimos más. ¡Venga. Vamos. A ver quién suelta la mierda más grande!

Por supuesto, todos los miembros de la familia experimentamos ambos estados de ánimo contradictorios. Algo lógico dada la situación. El único problema es la falta de sincronía. Cuando yo me siento reina y mi marido cerdo o a la inversa, cuando yo me siento cerda y mi marido rey. Un día sucedió algo extraordinario, yo empecé de reina, mi marido de cerdo y a mitad de conversación se habían cambiado las tornas. Cuando nuestros hijos van de príncipes y nosotros de cerdos cunde el desánimo y el sentimiento de culpa. Cuando nosotros vamos de reyes y nuestros hijos de cerdos emergen remanentes dictatoriales y conatos de rebelión. Por no hablar de cuando uno de los chavales va de cerdo y el otro de rey. Lo mejor es cuando mi marido y yo nos sentimos princesa y hacemos bizcocho de limón.

Toma de decisiones

Comienza la desescalada del confinamiento y hay que empezar a decidir quién permanece encerrado y quién empieza a salir a la calle. El sano dice que salgan los sanos, el joven dice que los jóvenes, el listo dice que los listos, el rico dice que los ricos, el ágil dice que los ágiles, el guapo dice que los guapos, el fuerte dice que los fuertes. En vista de que no se ponen de acuerdo y de que, bueno, vamos a ver, al fin y al cabo son gente de confianza, optan por echarlo a suertes. Que decida el azar y quien saque el palito más largo será el primero en salir. Una señora arrugada, endeble y mal vestida que dormita en una silla de ruedas al fondo del cuarto saca el palito más largo. ¡Esperen. Un momento. Quién la ha dejado entrar en el comité de expertos!

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