ocio y cULTURA

Julia Dorado, más allá de la abstracción emocional

La pintora del Grupo Zaragoza expone en la Lonja la obra que realizó entre 2017 y 2019

Julia Dorado.
La pintora en uno de los espacios de la Lonja.
Guillermo Mestre.

Algo de especial tiene que haber en un(a) artista, cuando el retrato fotográfico que antecede a una exposición, llame tanto la atención que provoque que uno se detenga. Asomada entre sus cuadros, la potente imagen de Julia Dorado (Zaragoza, 1941) descubre a una mujer de ojos vivos y actitud libre que mira con determinación, al mismo tiempo que invita a conocer el misterio que se oculta en las más de setenta obras expuestas.

La razón, un preciso estudio psicológico del gran fotógrafo aragonés Pedro Avellaned, con quién demuestra la complicidad de los años y de quien se exhibe en un espacio singularizado en el interior de La Lonja, el vídeo ‘Julia no habla’ realizado por el propio Avellaned en 2015. Es el único ámbito donde además de la proyección se puede ver una pequeña selección de obras de la autora desde los años 60 hasta el inicio de este siglo porque la exposición no está planteada de manera retrospectiva, sino que se centra en los dos últimos años y medio.

Una decisión acertada ya que en 2011 tuvo lugar una extensa muestra en el Palacio de Sástago de la Diputación Provincial de Zaragoza.

Julia Dorado, trabajadora constante y fértil, plantea en esta colección reciente un concepto que persigue a todo artista, desde el clasicismo a la contemporaneidad: la duda. La duda a medida que la obra va evolucionando. La duda sobre si las soluciones plásticas son las acertadas. La duda en aquellos cuadros que se miran una y otra vez, pero que no se está convencido y se dejan reposar, para después pintar encina. Solo se suelen estudiar con rayos X las obras maestras y es entonces cuando se descubren los «arrepentimientos». Si se investigase sobre arte contemporáneo el resultado sería igual ya que la huella siempre permanece siempre.

Pero lo más interesante es que es sus más de 60 años de dedicación al arte, Julia Dorado mantenga ese pulso con la pintura, en el que no ceja jamás hasta lograr la autenticidad. En esta exposición sus obras son más vitales y arriesgadas, e incluso diría que más luminosas que las que presentó en el IAACC Pablo Serrano en 2015.

A estas alturas del texto no se ha nombrado la palabra abstracto, que en Julia Dorado es sustancial. Es el atrevimiento de una mujer que a comienzos de los años 60 en esta ciudad se dejó seducir por una corriente amparada por los miembros del Grupo Zaragoza. La condición de género (femenino) podría ser excluyente para la sociedad para no para sus compañeros de viaje. Y en esos parámetros fue afianzando su manera de expresar lo que ha convertido en un lenguaje personal. Pero la pintura de Julia Dorado no es únicamente lo que trasluce en una rápida mirada.

Su abstracción contiene un tratamiento mucho más complejo. Tras esa apariencia se esconde el paisaje, la ciudad, pasillos interiores, el entramado de edificios, incluso hasta se puede imaginar alguna figura escondida entre la evanescencia de las manchas. Su trabajo se centra en desvelar tan solo lo que quiere. 

Se desliza entre las potentes masas y las delicadas veladuras que permiten ver la riqueza de los matices. Una pintura que se va fraguando entre barridos, pinceladas, la ocultación de elementos formales y una matizada violencia lírica. Una obra de calculada intensidad que desliza el color y busca sus luces. Un entramado que requiere del pensamiento para analizar que hay más allá de la gestualidad, porque en el fondo subyace el territorio emocional que se funde con el dominio expresivo del lenguaje. Un viaje, un reto, una vida. Así es la obra de Julia.

Otro acierto es la zona dedicada a la colección de acrílicos sobre papel de periódico denominada ‘Variaciones sobre imágenes y textos de prensa (1989-1991)’. Julia Dorado traza un diario personal, versátil que encierra una gran fuente de contenidos plásticos. Un soporte que permite una gran libertad de ejecución y agilidad de ideas. La creatividad no se ajusta a cánones sino que transita entre la intelectualidad y capacidad de emocionar.

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