José Alloza, el dibujante satírico al que el exilio sepultó en el olvido

Nacido en Bujaraloz en 1905, triunfó en Barcelona y, tras la Guerra Civil, en Francia, República Dominicana y Venezuela, gracias a su dibujo de línea clara y el fino humor de sus viñetas.

José Alloza cultivó todo tipo de géneros.
José Alloza cultivó todo tipo de géneros.
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Cuando se habla de dibujantes y humoristas gráficos aragoneses en el exilio, solo suele aparecer un nombre, el de José Cabrero Arnal. El del Castilsabás (Huesca) vivió varias vidas en una. Quiso ser boxeador y fue dibujante; sobrevivió a la guerra civil y a Mauthausen (entre otras cosas, haciendo dibujos pornográficos para los nazis) y triunfó luego como pocos en Francia con las tiras cómicas de ‘Pif, le chien’.

Pero Cabrero Arnal no fue el único dibujante y humorista gráfico aragonés al que la Guerra Civil sorprendió en Barcelona. Hay otro nombre que raramente aparece pese a que fue uno de los mejores artistas de su especialidad en las primeras décadas del siglo XX: José Alloza Villagrasa.

Alloza, que así firmaba sus trabajos, nació el 28 de diciembre de 1905 en Bujaraloz (Zaragoza) y a los 14 años se trasladó a Barcelona para estudiar, alojado en casa de una tía. Iba a ser perito industrial (obtuvo el título en 1924 en Tarrasa), e incluso llegó a trabajar como tal, pero la pasión por el dibujo le devoraba. Tras publicar sus dibujos en varias revistas barcelonesas de la época, en 1931 lo abandonó todo y se entregó a su vocación. Y durante seis décadas, en España, Francia, República Dominicana y Venezuela, fue siempre una estrella en su profesión.

En España había caído en el olvido hasta que Jordi Artigas, desde la asociación Zoòtrop y el proyecto ‘La Memòria dels Dibuixants’, puso un anuncio en los periódicos catalanes en el año 2007. "Buscábamos reunir datos de varias generaciones de dibujantes que habían destacado en la República, durante la Guerra Civil, en el exilio, el Franquismo o la Transición", señala. Querían trazar biografías, realizar entrevistas antes de que la información se evaporara. Y enseguida respondió a la proclama una hermana del dibujante, María Alloza. Gracias a ella, y al trabajo de Artigas en los archivos, pudo reconstruir su peripecia vital.

Tres hermanos comprometidos

Hoy María Alloza tiene 102 años y sufre dificultades de audición, pero a través de su hija, Pilar García de Marina, rememora: "Nuestro padre, Nicolás Alloza, era veterinario y murió el 24 de julio de 1936; nuestra madre, Pascuala Villagrasa, llevaba una tienda de ropa. Tuvieron ocho hijos y tres murieron pequeños". Junto a María y Carmen estaban José, Fernando y Bernardo. Los tres varones acabaron exiliándose y solo Bernardo regresó a España. Y es que los Alloza se comprometieron en la defensa de la República durante la Guerra Civil.

José, que estudió en La Lotja de Barcelona, enseguida fusionó su particular sentido del humor con sus dibujos. La línea clara de sus trazos y el magistral uso que hacía del blanco y negro le llevaron rápidamente al triunfo. Ilustró libros y publicó sus trabajos en diarios y revistas como ‘Mediterráneo’, ‘La Noche’, ‘El Día Gráfico’, ‘Papitu’, ‘Buen Humor’, ‘El Cordero Negro’, ‘La Campana de Gracia’, ‘La Humanidad’...

Jordi Artigas subraya que Alloza "fue una figura destacada en el movimiento catalizador de los dibujantes de aquella época, y en concreto en la creación del Sindicado de Dibujantes Profesionales", al estallar la Guerra Civil. Pero, además, lideró la colectivización y preservó la existencia de numerosas publicaciones. Y dirigió ‘L’Esquella de la Torratxa’, revista satírica que se constituyó en órgano de expresión de los dibujantes republicanos catalanes.

Un reportaje de esta publicación aseguraba en 1938 que Alloza iba a seguir los pasos de otros dibujantes de su generación, como Tísner, Kalders, Nyerra, Martí Bas, Grau o Subirats, y que marchaba al frente acompañado de otro humorista gráfico, Friedfeld. Pero aunque se cree que luchó en la batalla del Ebro, la familia no lo tiene del todo comprobado y lo cierto es que siguió publicando trabajos en ‘L’Esquella de la Torratxa’.

Poco antes de finalizar la Guerra Civil, Alloza se exilió a Francia. Lo hicieron también sus otros dos hermanos, uno de ellos, Fernando, periodista que luego destacó en Cuba y Miami. Como tantos otros, José Alloza acabó en el campo de Argelès-sur-Mer. "Los franceses no le dieron buen trato –asegura su hermana María–. Se escapó del campo y se instaló en París, donde, con seudónimo, trabajó también para varias publicaciones".

Firmaba ‘Saff’, y sus dibujos aparecían regularmente en ‘Le Rire’ o ‘Regards’. En el 40 se fue a Santo Domingo, donde Trujillo había abierto las puertas a los exiliados republicanos. Allí no solo dibujó e ilustró, también pintó. Pero enseguida se sintió incómodo. Tuvo que ilustrar una ‘Historia gráfica de la República Dominicana’, que se distribuyó en todas las escuelas, y plasmar en sus dibujos las ideas de Trujillo. Así que en el 44 se fue a Venezuela.

El regreso imposible

"A Pepe le gustaba echar raíces –asegura su hermana–. Cuando estaba en un sitio no le gustaba moverse de allí. Pero la vida le fue obligando. Tenía muchos amigos que se iban a Venezuela, y allí se fue con su compañera, Julieta". En Caracas hizo carrera. Obtuvo el título de periodismo y trabajó para numerosas publicaciones, entre ellas la revista ‘Tricolor’, editada por el Ministerio de Educación de aquel país, y para la que dibujó durante 24 años.

Con la llegada de la democracia a España, a José Alloza algo se le removió por dentro. Pensó en volver. "Estaba enamorado de Bujaraloz –relata su hermana–. A mediados de los 80 vino a Barcelona pero se desilusionó. La encontró muy cambiada, no se sentía a gusto, no se identificaba con lo que veía y los amigos a los que tanto añoraba no estaban allí. Estuvo unos días, luego se fue a Zaragoza, donde vivía mi hermana, y en Bujaraloz solo pasó unas horas, para visitar la tumba de nuestros padres. Luego viajó hasta Madrid pero la ciudad tampoco le convenció".

Y acabó regresando a Venezuela. Quizá debió rumiar que lo que buscaba en Barcelona se había perdido para siempre porque no viajó a la ciudad condal con su compañera, Julieta, que se quedó en Caracas. A esa ciudad regresó, y allí falleció en 1990, con 85 años.

"Como dibujante e ilustrador, José Alloza empezó muy joven a trabajar, y también a destacar –destaca Jordi Artigas–. Era un gran dibujante, con un fino sentido del humor, y, como trabajó mucho, su obra es enorme. Pertenece a una gran generación, en la que cada uno de los dibujantes era muy diferente y tenía personalidad muy destacada. Yo me quedo sobre todo con su faceta como ilustrador y dibujante de viñetas de contenido político".

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