los dioses también mueren

Voltaire, con disciplina, anotaba sus dolencias con método y rigor

El doctor Blasco recuerda este sábado al escritor, historiador, filósofo y uno de los principales representantes de la Ilustración francesa, François-Marie Arouet ‘Voltaire’, un personaje sobrado de ingenio, pero falto de amigos.

Voltaire fue un escritor con ingenio y humor, pero poco dado a los afectos y las amistades.
Voltaire fue un escritor con ingenio y humor, pero poco dado a los afectos y las amistades.
HA.

Dicen que soy un aprensivo, un falso y un cobarde porque apunto mis enfermedades con método y rigor. "François Arouet (1) (París, 1694-1778) hoy ha defecado dos veces. Julio de 1720". "François Arouet hoy ha tenido fiebre, mayo de 1721". "François Arouet esta semana solo ingerirá para su mantenimiento café negro".

¿Por ser disciplinado es vuestro Voltaire aprensivo? Decid lo que queráis, pero los médicos son unos jumentos y si no les presentas todos tus síntomas bien reseñados estás condenado a lavativas, sangrías extenuantes y carminativos criminales.

Todo lo guardo en mi cuaderno y así lo hago saber en mis cartas a los amigos y cuando empeora mi salud no tengo que hablar con los onagros, solo les muestro mis escritos y ellos deciden el diagnóstico aunque soy yo el que acepta o desprecia sus decisiones.

Tengo otra superstición que no confieso y es que, quejándome, aseguro que mi vida será larga o eso me parece a mí. Cuando creo que sufro dolores el dolor se aleja, cuando intuyo mi muerte, la guadaña se toma un respiro y así, estoy seguro de que viviré más años (2).

Ya cuando nací usé este truco, vine prematuro y todos decían que viviría unas horas. La parca me despreció por poca cosa y aquí estoy. Y lo mismo sucedió cuando a los 30 años sufrí de viruela. Entonces los médicos me pronosticaron lesiones deformantes en la cara y tengo la piel más lisa que una pandereta. Las viruelas tuvieron compasión de mí por ser tan poca cosa, ya que estoy seguro de que el agua de limón que me recetaron no influyó en mi curación (3).

Sea como sea, lo cierto es que digiero mal, cuezo mal los alimentos y por eso ingiero pocas cantidades y cuando ansío gozar con el pecado de la gula apenas puedo ser reo de una leve penitencia. Estoy helado todo el día y es porque soy flaco, tanto que ni barba genero, pero da igual; así no preciso material de afeitar ni confiar mi cara a un barbero; además, ¿habéis visto alguna vez a un gordo centenario?

Gracias al cielo no me falta el café y éste sí se entiende con mi estómago (4). Me hace pensar, estar alerta, no preciso dormir más de cuatro o cinco horas. ¡La vida es para vivirla, no para dormirla! Ya habrá tiempo de dormir eternamente. Y lo mejor, me hace ir al retrete sin tardanza, lo cual alivia mis fatigados intestinos.

Y así voy tirando, trabajando todos los días viendo cómo mis ojos envejecen bordeados de gruesas inflamaciones rojas y blancas y como el oído va flojeando y mis articulaciones se inflaman no pudiendo ser gota, como cree mi médico, porque ya no ingiero ni carne ni vino. Tengo que escribir algo para poner en su sitio a esos charlatanes.

(1) Se llamaba François-Marie Arouet pero odiaba que le llamaran así y él se describía siempre como François a secas. El origen del pseudónimo Voltaire podría provenir de un mote puesto de niño por su presteza para hacerlo todo ‘petit volontarie. Otros afirman que es debido al anagrama familiar o al nombre de una pequeña posesión maternal. Sea como sea, lo cierto es que lo adopta en 1717, tras ser detenido por revoltoso (re-vol-tair), siendo tal vez este giro el origen de su apodo.

(2) Voltaire vivió quejándose continuamente de su mala salud hasta los 84 años.

(3) A los 20 años padeció viruela, enfermedad en aquellos tiempos de alta mortalidad. Su médico el doctor Gervasi le prescribió 200 pintas de agua limonada, dos sangrías y múltiples enemas y eméticos. Milagrosamente curó sin secuelas.

(4) En su diario relata que ingería hasta tres litros de café al día.

Sin causa a la que atribuir su muerte en soledad

Ninguno de los médicos que le asistieron se decantó por alguna causa a la que atribuir su muerte. La autopsia no encontró anomalías groseras; excepto las debidas a tener ya 84 años (edad infrecuente en aquella época).

Se sabe, porque él mismo lo relata, que en el tramo final de su vida, sufrió dificultades para orinar con estrechamiento del chorro (estrangiuria) y retenciones vesicales que le originaban dolor y que debían ser solucionadas con sondajes aún más dolorosos.

Puede que estos síntomas se debieran a una hiperplasia de próstata (aumento de tamaño) e incluso a un cáncer frecuente a esas edades.

Ese hombre, predicador de la tolerancia, destacada figura de la Ilustración e inspirador de la criminal Revolución Francesa; ese ser delgado que mediante las quejas había logrado despistar a la muerte, pereció sin nadie a su lado y su cadáver fue hallado entre sábanas sucias sobre el lecho de su alcoba en París.

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