Jorge Martínez: "No concibo la poesía sin poner la verdad en ella"

El guitarrista y cantante del grupo Despierta McFly y poeta publica su primer poemario: 'General Invierno' en la editorial Olifante, donde intenta expresar lo inalcanzable del amor y el miedo

Jorge Martìnez
Jorge Martínez es poeta, cantante y guitarrista.
Juan Moro

Seguidor de Los Rolling Stones y de Federico García Lorca, Jorge Martínez, poeta, cantante y guitarrista de Despierta McFly, publica el que sería en realidad su primer libro en solitario: ‘General Invierno’ (Olifante).

¿Qué es, qué quiere ser Despierta McFly? ¿Cómo define a su grupo de rock?

Es mi segunda piel. Despierta McFly es y quiere ser canciones, ya que creo que son las canciones las que hacen un grupo. Lo cierto es que no concibo vivir sin estar en una banda, y he de decirte que hay momentos de comunión tocando todos juntos que casi alcanzan la mística. Jugando con los versos de Santa Teresa podría decirse que “quien el rock tiene, nada le falta”.

¿Qué es primero, el, roquero, el músico o el poeta?

Hace 25 años que hice mi primer concierto en la Plaza de Toros Vieja de Tarazona y guardo bastantes escritos de aquella época con cierto tono poético. Un poco crecieron a la vez, aunque en algunas épocas ha prevalecido el roquero.

¿Establece algún vínculo especial entre las canciones y la lírica, o como dicen muchos van por caminos paralelos y no llegan a encontrarse?

Diría que son lenguajes diferentes con distintos códigos, pero que nacen de la misma madre. Yo suelo comenzar a escribir a partir de una visión o una imagen, y conforme avanzo en el proceso puedo llegar a un punto en el que el texto como un chiquillo “se va solo”. Ahí sé que hay una poesía, o tal vez empieza a sonar musiquita en mi cabeza, señal de que va a funcionar como canción. Pero no me siento a escribir con una idea predeterminada de hacer una cosa u otra.

¿Cómo nace ‘General Invierno’ (Olifante), que sería, en realidad, su primer libro individual?

Nace de una búsqueda absolutamente natural, de una necesidad por describir emociones de la manera que solo puede lograr la poesía. La fría batalla que sugiere el título es la lucha diaria, y el libro nace de la cotidianeidad y la falta de encaje en la misma que todos sentimos alguna vez.

¿No sé si lo podríamos definir como un compendio de asuntos que se van hilvanando un poco al azar?

Son mis pulsiones y desvelos volcados en un ‘cuaderno de bitácora’ como lo define el poeta y crítico literario Miguel Ángel Ordovás. Hay que tener en cuenta que son los ecos de una época de mi vida llena de colores variopintos, sin demasiado orden, aunque llena de conciertos… (risas) Eso se traslada a la “no estructura” del libro, aunque sí es verdad que hay un hilván un tanto azaroso.

¿En qué medida le han marcado algunas películas, por ejemplo ‘Murieron con las botas puestas’, de Raoul Walsh, y la figura del general Custer, a la que daba vida Errol Flynn?

Adoro el western y siempre me he sentido mucho más identificado con los indios. En el poema 'Custer', se ensalza la resistencia de los débiles frente a la poderosa caballería y la insolencia del General, que debió ser un vanidoso tremendo a pesar de su ineptitud como militar.

Hay como muchas vetas abiertas: una línea intimista donde abunda el autorretrato. Pienso en ‘Una sombra’ y ‘Autorretrato’, por ejemplo. ¿Es para usted la poesía camino de autoconocimiento?

Por supuesto. No concibo la poesía sin poner la verdad en ella, que siempre mana de los sentimientos. Uno vuelve los ojos hacia adentro y se encuentra con sus monstruos más queridos, con sus locuras, miedos, obsesiones, deseos, sus verdades en definitiva. De ahí nace la poesía que a mí me gusta.

Hay otras líneas como más fantásticas, no sé si telúricas o vinculadas al sueño de volver a vivir después de la muerte, como ocurre en ‘Para volver a nacer’.

Sí. Tiene que ver también con el deseo irrefrenable de algo más de lo que tenemos, con un componente de insatisfacción crónico. Algo así como: “Bueno, ya me he muerto. ¿Esto es todo amigos?”.

Hay poemas impresionantes sobre la negación de la vida. Pienso en ‘La tienda’ o ‘No amó’, que es la crónica de otra derrota que hace pensar en aquello de Costa: "No legisló".

Sí, porque en el otro lado del placer está el sufrimiento, que tiene que ver con la idea de Freud, de que no solamente buscamos la felicidad, sino que también estamos atraídos por el dolor, por la derrota. Y hay que contarla aunque te queme las manos. Creo que la muerte es un manantial inagotable, y por supuesto la resurrección a la que ha aludido antes.

Y también están esos poemas un tanto apocalípticos, tan propios de los roqueros, como ‘Malditos’. ¿Qué quiere decir?

Estoy seguro de que todos hemos imaginado alguna vez a los muertos observándonos. 'Malditos' tiene una carga de denuncia social porque desde luego, los muertos de otro tiempo, cuando nos vean, no puede ser que entiendan lo que pasa en estos tiempos. La involución que estamos viviendo debe dejarlos alucinados. Esa manera de hacernos el muerto… Y ni siquiera tenían internet.

¿Cómo vive la poesía y qué le da?

Para mí supone de alguna manera liberarme de los condicionantes que no he elegido, un espacio íntimo donde nadie puede entrar. También es una terapia “low cost” e infalible. No tiene precio terminar un poema y pensar: “¡Ya lo he dicho!”. Como lector y adicto a la belleza, disfruto mucho de ella, y como escritor me realiza.

La prologuista Olga Bernad alude a la suciedad de la poesía. ¿Crees que lo es de alguna manera?

Inevitablemente para encontrar las pepitas de oro, hay que mancharse las botas de barro, y hay que hablar de la realidad también por sucia que sea. Olga Bernad de manera magistral describe la necesidad de ponerse perdido para poder llegar a expresar conceptos tan inalcanzables como el amor o el miedo. Hay que mojarse.

¿Quién ha sido más importante en tu vida: Lorca o Los Who…?

Lorca. Pero es que además, yo soy de los Stones.

Tiene la sensación de que la poesía ha vuelto a través de recitales, ciclos, y de la gente joven, y de  que se ha vuelto a convertir en un arma cargada de futuro?

Diría que la poesía como discurso genuino, que dice aquello que la sociedad no quiere escuchar, que es distinto al discurso de los medios y de la calle, es a veces marginalizada. En tanto en cuanto el discurso se pegue a las emociones comunes que todos sentimos, y no utilice figuras que nadie entienda, el impacto social de la poesía será mayor. Sí que creo que hay una corriente favorable a ello. Seremos “pistoleros” al acecho.

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