EXPOSICIÓN

Gervasio Sánchez muestra las heridas de la guerra en el pueblo viejo de Belchite

El fotoperiodista denuncia el abandono tras los conflictos con una exposición que coincide con el 80 aniversario del fin de la Guerra Civil

Muestra de Gervasio Sánchez en Belchite
Gervasio Sánchez muestra una de las imágenes, que se funde entre las ruinas del pueblo
José Miguel Marco

La mirada del niño asomado a la ventana situada en el frente de Sarajevo, la fotografía que Gervasio Sánchez tomó en enero de 1994, se clava en los ojos del visitante que recorre la que fuera la calle Mayor del pueblo viejo de Belchite. Una calle en la que, al igual que la llamada ‘avenida de los francotiradores’ de la capital bosnia, fue el centro de la batalla que destruyó el pueblo aragonés. El niño mira a la destrucción, la misma que quedó tras la guerra en Belchite y que perdura 80 años después. Esa soledad, rodeada de heridas y destrucción, es el hilo de la exposición ‘Los ojos de la guerra’, que se expone en el pueblo viejo y en el recuperado teatro del municipio zaragozano hasta el 2 de junio.

Unir el conflicto yugoslavo y la guerra civil española cobra una enorme fuerza cuando el espacio expositivo es Belchite, "porque los dos conflictos son tan parecidos, con familias divididas y destrozadas, con el rastro de la sangre todavía visible. La batalla en Belchite no duró tres años, sino dos semanas, pero las consecuencias todavía son visibles décadas después", explicó este viernes el fotoperiodista.

La guerra, bajo la mirada de Gervasio Sánchez, llega a Belchite en forma de exposición y un taller sobre fotografía de conflicto titulado ‘La guerra no es un espectáculo’, que se imparte este sábado y domingo en la sala de exposiciones del Ayuntamiento de Belchite. "La única verdad incuestionable en una guerra son las víctimas civiles –dice Sánchez–. Y ante morir, preferimos matar. Los únicos que se salvan entre los que intentan sobrevivir en medio de la catástrofe son los que eligen hacerlo con dignidad".

Una exposición única

Las fotografías que Gervasio Sánchez tomó en los años 90, cuando tuvo lugar el sangrante conflicto armado en la antigua Yugoslavia, cobran entre las ruinas de Belchite una nueva dimensión. Los rostros recuerdan a los de cualquier vecino que nos pueda rodear: la señora que llora en una calle destruida, el hombre que se arrodilla junto a un joven que muere desangrado, los chavales que juegan al baloncesto rodeados de marcas de metralla, la mujer que limpia los cristales en un edificio dañado por las bombas... se funde entre las ruinas que dejó otro conflicto décadas atrás. "Se trata de una exposición única que no puede repetirse en otro lugar. Es un diálogo entre dos espacios destrozados por la guerra", dijo Ricardo Calero, comisario de la muestra.

La exposición costa de 12 imágenes en el pueblo viejo, en quicios de ventana, puertas y recovecos, y otras 18 en el teatro de Belchite, edificio que durante permaneció cerrado y que con esta muestra inicia su andadura como centro cultural del municipio zaragozano. "Muestras como la de Gervasio Sánchez ponen en valor la importancia de la memoria –destacó ayer Carmelo Pérez, alcalde de Belchite–. El pueblo es visitado por muchos escolares que ahora podrán aprender sobre ese otro conflicto yugoslavo, y cómo el odio y la destrucción de una guerra puede durar décadas".

Una historia en cada imagen

Alumnos de 5º y 6º curso del colegio Campo de Borja coincidieron ayer con Gervasio Sánchez en su visita al pueblo viejo. "Este es el autor de las fotografías que habéis visto", destacó la profesora, ante la mirada asombrada de los pequeños. Sánchez aprovechó el momento para preguntar a los escolares por su edad, entre 11 y 12 años. "Esa misma edad tenían unas mujeres de Belchite, ahora muy mayores, que entonces vivían en el pueblo cuando se destruyó. Pude hablar con ellas hace unos días, y me contaban su miedo cuando caían las bombas. ¿Os imagináis tener que quedaros en casa, escondidos, en vez de ir a la escuela, porque en la calle la gente dispara?".

Para el periodista, "Belchite es un símbolo del abandono y las heridas de la guerra. Pero aquí se pueden empezar a cambiar actitudes y crear reencuentros. Belchite podría ser un lugar donde negociar el final de las guerras, donde reunirse para poner fin a conflictos que jamás son olvidados por aquellos que los sufren".

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