Raquel Victoria (Zaragoza, 1978) acaba de publicar su segunda novela, en papel y edición digital: ‘La posada del pozo’, que sucede a ‘Las raíces de la encina’ (Certeza, 2013). La autora se formó en talleres literarios y ahora es muy versátil: combina la narrativa con los ensayos y los artículos de crítica literaria. Ha dejado su trabajo en un laboratorio para dedicarse de lleno a la literatura.

¿Qué quería contar en ‘La posada del pozo’?

La trama está centrada en torno a un pequeño pueblo turolense (el ficticio Alsilos), donde la gente se dedica al campo y las minas. Retrata desde los años veinte hasta muy poco después del final de la Guerra Civil. Y las personas reflejadas luchan, incansables, por lograr erradicar las injusticias sociales, la abismal diferencia de clases existente en la época, la desigualdad de género, el analfabetismo o las enfermedades tan ligadas a las clases más humildes, entre otras cosas. Sin embargo, es a través de los sentimientos que les unen y de los aires de cambio que envuelven al país, la manera en la que lo van logrando. Es una atmósfera familiar con el eje principal situado en la posada del pueblo que regenta Nieves, la protagonista más principal de la novela. A pesar de que los protagonistas rompen las normas más convencionales, en su mirada hacia la libertad se visualiza, asimismo, una vida cotidiana y de costumbres donde van sucediendo los hechos. Hasta que, desgraciadamente, el estallido de la guerra desplomará todo su mundo recién cimentado y la tragedia les sobrepasará, convirtiendo sus vidas en días cargados de dolor, ausencia, separación o soledad.

¿Cuál es su opción, cómo define su mirada?

Lo que he querido mostrar, ante todo, es el sufrimiento que supuso la terrible contienda, es la parte más humana de las personas ante esos horrores, lejos de las batallas, que aparecen, como un trasfondo de lo que los personajes piensan y sienten, que es la base primordial de todo el relato. Los valores humanos, así como los lazos de amistad y el amor apasionado, son ingredientes esenciales de la novela; contrarrestan un poco la continua barbarie que tienen que presenciar y vivir los personajes.

Vayamos con los personajes. Ha citado a Nieves...

Es una composición coral de personajes masculinos y femeninos, aunque el protagonismo principal vuelven a asumirlo las mujeres. Unas mujeres fuertes y con gran coraje para la lucha, la superación ante la adversidad, y, más tarde, también de sacrificio por la vida que les toca; son mujeres adelantadas a su tiempo (aun con aquellos insólitos cambios, fueron una minoría las que tomaron las riendas de su vida) porque ellas eligen libremente su propio destino.

La sitúa en un período de convulsiones, sueños y derrotas.

Sí. Insisto. Está ambientada tanto en los años previos a la II República como en ese mismo período, de 1931 a 1936, haciendo hincapié en las reformas que se produjeron en aquel momento, y se va desarrollando hasta el desenlace final con el turbulento periodo acontecido en la guerra civil española en la provincia de Teruel, en el entorno rural y en la zona republicana.

¿Cómo está escrita?

Es una historia dramática, está narrada alternando la primera y la tercera persona, y está escrita con subjetividad, profundizando en el hondo interior de cada uno de los personajes, y uso la metáfora poética.

¿Recuerda qué le llevó a escribir esta novela? ¿Qué era lo que la estaba oprimiendo o llamando?

Ante todo, soy novelista. Quiero ser novelista. Desde que empecé a escribir, me encanta sumergirme en largas historias y desarrollar las vivencias de nuestro pasado reciente; plasmar las intensas vidas de nuestros antepasados más cercanos. Me fascina indagar en aquella época y me encanta escribirla.