"La mejor obra de arte de Frida Kahlo era ella misma"

La escritora Susana M. Vidal publica un libro sobre la pintora mexicana como icono del feminismo, del arte, de la moda y de la libertad sexual

Retrato de Frida Kahlo, en todo su esplendor.
Retrato de Frida Kahlo, en todo su esplendor.
Nickolas Muray.

Todas las pertenencias de la pintora Frida Kahlo (1907-1954) estuvieron ocultas en las recámaras de sus habitaciones durante más de 60 años por circunstancias bastante surrealistas. Cuando murió Frida, Diego Rivera, su esposo en dos ocasiones, se puso muy nervioso al ver que los amigos empezaban a coger cosas suyas, pulseras, recuerdos, fotos, dibujos, y decidió encerrarlo todo, de la noche a la mañana, en las recámaras de la Casa Azul, pero especialmente en escondrijos de los baños.

«Poco antes de fallecer llamó a su gran amiga Dolores Olmedo, mecenas y quizá amante en sus inicios, la coleccionista privada más importante del mundo de la obra de Diego y Frida, y le dijo: “Te voy a pedir un favor: cuando pasen quince años después de mi muerte abre las recámaras de los cuartos de año, pero no antes”. Eso es lo que tenía que haber sucedido, pero Dolores no se atrevió a hacerlo», dice Susana M. Vidal, escritora y especialista en moda, exdirectora de ‘Elle’, que vive en México desde 2010, y acaba de publicar ‘Efecto Frida’ (Espasa), volumen que presentó en Zaragoza hace unos días.

La cueva de Alí Babá

Dolores Olmedo falleció en 2001 y no sería hasta el año 2004 cuando se abrieron las recámaras y los armarios. "Se hallaron más de 6.000 fotografías, 4.000 escritos, entre ellos cartas de amor muy personales y tórridas, más de 300 vestidos, abalorios, vestimentas. Aquello era como la cueva de Alí Babá", insiste.

Diego Rivero escribió en su testamento que las pertenencias de Frida y de él no podrían salir de la Casa Azul, «donde nació, vivió y murió la artista, fuerte y andrógina, exquisita, delicada y coqueta, todo a la vez», pero al final se hizo una gran exposición en Ciudad de México, y más tarde otra en Milán y ahora en el Museo Victoria Albert de Londres.

Susana escribió de la exposición e indagó en algunos rasgos de su personalidad. "Se trata ya de una de las exposiciones más solicitadas y exitosas de la historia de la humanidad. Creo que no exagero. Están sus escritos, sus textos autobiográficos, sus abalorios, diez lienzos apenas, el perfume que usaba, la laca de uñas", dice Susana M. Vidal. En esas recámaras también "apareció un lápiz de cejas; aunque las tenía gruesas y pobladas, las dramatizaba. De alguna forma, no es solo un lápiz de cejas: es todo un manifiesto", señala.

"Investigué mucho acerca de su presencia en la cultura, el arte, la moda, la pasión y el movimiento feminista. Ese trabajo cristalizó en un libro eminentemente visual, de gran formato, ‘Frida Kahlo. Fashion as the Art of Being’ ( ‘Frida Kahlo. La moda como el arte de ser’, 2016). Ese libro, muy iconográfico, me ha permitido hacer este ‘Efecto Frida’, que es un libro sin texto, de análisis, con sus frases y sus percepciones".

Para Frida, según Susana M. Vidal, la moda "es una herramienta global maravillosa de expresión para transmitir su identidad y contarle al mundo lo que quería que supiese de ella de cada momento de su vida". A Frida Kahlo, destrozada por distintos dolores y corsés, le importaba mucho la apariencia física. Usaba ropa indígena porque quería recuperar las tradiciones de México, la etapa posrevolucionaria.

"Como tenía ascendencia española y alemana, mezcló las ropas indigenistas con las ropas europeas. Diseñó sus abalorios. Con la moda expresó su estado de ánimo", explica Vidal. Por ejemplo, pintó en su corsé un feto, que recordaba el embarazo que nunca pudo culminar; se vistió de hombre y se cortó el pelo cuando se enteró de la infidelidad de Diego Rivera, quiso incomodarlo con una imagen que a él molestaba porque le gustaba su pelo largo.

"Se engañaron mutuamente. En el libro digo que ella tuvo muchos amantes: el estudiante Alejandro Gómez Arias, que fue su inductor sexual en sus primeros años, el cirujano estadounidense Leo Eloesser, el comunista Leon Trotsky, el fotógrafo Nickolas Muray ("tanto te necesito que me duele el corazón", le escribió), el escultor Isamu Noguchi, el fotógrafo y galerista Julien Levy, que la retrató desnuda en varias ocasiones, o el pintor catalán José Bartolí", añade. A este le dijo: "Bartolí, anoche sentí como si muchas alas me acariciaran, como si las puntas de tus dedos fueran bocas que besaban mi piel".

Ellas y ellos, el dolor, la muerte

También hay un capítulo para las amantes de Frida. Figuran la cantante Chavela Vargas, la bailarina y cantante Josephine Baker y las actrices Dolores del Río y María Félix; de esta se dijo que, además, había sido amante de Rivera.

"Integro el arte en la personalidad de Frida. Al final transmito que la mejor obra de Frida Kahlo fue ella misma. A través del arte supo convertir el dolor en algo estético y positivo". Del dolor a la muerte, que siempre andaba por ahí, rondando. "Frida Kahlo se pasó la vida peleando con la muerte con su inmensa vitalidad. Tenía una rabiosa furia de vivir. Cuanto más deteriorada estaban, usaba un vestido nuevo, el atuendo más recargado. Siempre quería elevar la autoestima. Era femenina y feminista. ¿Amores? Creo que aquel fue un momento de una pulsión de libertad y de búsqueda, de atravesar los límites. Era un animal iconográfico arrollador, como lo fueron Marilyn o Jackie Kennedy, sin pertenecer al ‘show business’".

No en vano, recuerda Susana M. Vidal, es un modelo para actrices y cantantes como Madonna (que dijo que Frida es su "artista favorita"), Beyoncé, Lady Gaga, Salma Hayek, que le dio vida en el cine, Lana del Rey o la mismísima Amy Winehouse, ya fallecida. Dejó muchas frases y aforismos que podrían ser epitafios llenos de lucidez y autoconocimiento. "La vida insiste en ser mi amiga, y el destino, mi enemigo".

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