Buñuel se confiesa en mil cartas

Cátedra publica ‘Correspondencia escogida’, que reúne sus misivas de 1909 a 1983. Textos en los que el cineasta aragonés explica su cine y su tiempo, como su periplo en Hollywood, sus conflictos en México o enemistades y rupturas

Luis Buñuel, fotografiado por Man Ray.
Luis Buñuel, fotografiado por Man Ray.
MAN RAY

«Hay algo totalmente secreto, totalmente clandestino, totalmente desconocido en la personalidad misma de Buñuel, en la parte misma de donde surgió su tema principal, su manera de imaginar. Eso realmente no se puede describir, no se puede decir. Se puede hablar alrededor del trabajo y tratar de acercarse hacia el centro, pero el centro mismo queda secreto». Así definía en 1994, en la revista ‘Turia’, el guionista y escritor Jean-Claude Carrière a su gran amigo Luis Buñuel (Calanda, 1900-Ciudad de México, 1983), que le dictó sus memorias: ‘Mi último suspiro’.

La cita reaparece en el prólogo de un libro impresionante de casi 800 páginas: ‘Luis Buñuel. Correspondencia escogida’ (Cátedra. Signo e Imagen), cuya edición han preparado Jo Evans, catedrática de cine y literatura, y Breixo Viejo, investigador. El volumen recoge casi un millar de epístolas redactadas por el cineasta aragonés, pero también muchas cartas que recibió y que explican su compleja y no siempre fácil existencia –ahí están su período en Hollywood, sus conflictos con México cuando rodó ‘Los olvidados’ o el escándalo que generó ‘Viridiana–, pero también algunas enemistades o rupturas que se volvieron casi grotescas: su animadversión hacia el poeta ultraísta Vicente Huidobro, que no se quedó atrás en la exhibición de su inventario de insultos, o sus desencuentros con Salvador Dalí, que le dirigió varias cartas donde le reprocha que se haya borrado su nombre de ‘El Perro andaluz’ y ‘La Edad de Oro’.

Los autores han ordenado el libro de manera cronológica, desde su infancia y sus años en Madrid y París, en el primer epígrafe, hasta ‘El último Buñuel (1978-1983)’. A lo largo de diez períodos –que incluyen el Surrealismo y Hollywood, la II República y la Guerra Civil, el exilio tan dramático en Estados Unidos o esa década, de 1946 a 1956, en la que se convierte en ‘Hombre del cine mexicano’–, Buñuel narra las claves de su existencia, aspectos de la creación, sueños, proyectos en marcha y obsesiones.

Llama la atención la vasta correspondencia que Luis Buñuel se cruzó con Marie-Laure y Charles de Noailles, mecenas de ‘La Edad de Oro’, fascinados por la aparición de ‘Un perro andaluz’; cómo Max Aub y él reanudan una vieja relación para hacer un libro clave como ‘Conversaciones con Buñuel’, que supuso el regreso del autor de ‘El laberinto mágico’ a España y el encuentro con miembros de la familia Buñuel. Al final, hay cartas dirigidas a Joaquín Aranda y Agustín Sánchez Vidal, cuando el escritor y Premio de las Letras Aragonesas de 2016 preparaba la ‘Obra Literaria de Luis Buñuel’ que publicó HERALDO.

Los editores de la ‘Correspondencia escogida’ advierten: «Quien busque en este epistolario confesiones íntimas o revelaciones artísticas se verá rápidamente decepcionado, pues Buñuel, en sus cartas como en sus películas, siempre atacó las formas narcisistas (‘burguesas’ diría él) de autoexpresión». Y añaden: «La multitud de voces que habla a lo largo de las páginas siguientes desafía asimismo la soberanía de lo individual a la que nos tiene acostumbrados la teoría del autor, pues, si bien es cierto que Buñuel aparece como hilo conductor a lo largo de este epistolario, se escucha también a un conjunto de interlocutores (directores, guionistas, productores, actores, comisarios, críticos de cine, distribuidores, novelistas, poetas, artistas), igualmente relevantes para entender la gestación y recepción de su corpus cinematográfico en su contexto histórico y cultural».

En realidad, en este volumen hay revelaciones permanentes, pequeñas joyas sentimentales o casi premonitorias. El 1 de julio de 1954, la actriz Miroslava le escribió esta carta: «Prometo ‘formalmente’ hacer ‘cualquier’ película con el señor Luis Buñuel, ‘sin’ cobrar sueldo alguno, no importa el tamaño del papel». La actriz se suicidó en 1955 poco después de rodar ‘Ensayo de un crimen’ a raíz de “un desencanto amoroso con Luis Miguel Dominguín”.

Desde el colegio

El libro empieza casi con humor o con intimidación. Luis Buñuel, de nueve años, les escribe a dos compañeros de colegio, Diego y Fernando Madrazo: «Mañana, a las tres de la tarde, os espero a los dos solos en el callejón que hay en la facultad. Si no podéis ir al colegio, me la pagaréis los dos juntos». Unos meses más tarde, desde Calanda, le remitió a su madre (que le dio 25.000 pesetas, 150 euros, para su primera película) esta nota: «Querida mamá. Anoche fui a las monjas que daban función y salió la gitanilla, pero todos dicen que tú lo hacías mejor, y eso que la chica de Magallón lo hacía muy bien. Yo me reí de lo mal que imitaban la tronada». En posteriores misivas, su padre quiere saber qué va a hacer tras licenciarse del ejército, qué carrera va a elegir «porque son ya muchos años de brega los que llevamos». Y ya en París, de ayudante de cine, felicita a su proyecto de novia de antaño, Pilar Bayona, la gran pianista. «Que le sean leves las fiestas que su nombre trae a Zaragoza. ¿Piensa usted en alguna excursión musical para este invierno? Podríamos arreglarle algo por aquí, si oportunamente recibo instrucciones».

Intensifica, paso a paso, su amistad con Federico García Lorca, al que le habla de futuros libros sobre estética y cine, o narraciones, y de películas, y al que criticará ferozmente en sus cartas a Dalí. También por esa época se escribe con los zaragozanos Emilio Ostalá, Ricardo Royo Villanova y la Junta Regional del Centenario de Goya en Zaragoza, que le adelanta 850 pesetas (cinco euros) para hacer una película de Goya. Paso a paso, José Bello es uno de sus corresponsales más intensos y cariñosos; le anunciaba en 1927 que estaba escribiendo el libro ‘Polismos (Narraciones)’ y con él ensayará el humor negro, un lenguaje más experimental, la burla, la ironía, la sátira. Hay una carta desmedida y perversa: «París, degradado. Ayer vino Allué Salvador con 500 hijos de la gran zorra… a jugar a fútbol. Se trajeron una banda de Zaragoza. (¿no te espeluzna oír, después de cenar en medio del polvo del Paseo de la Independencia y de tanto coño sin higiene, oír la banda del hospicio tocando ‘La fenestre se ubre’ de Marina?). Han tocado jotas durante el partido. Qué horrendo carnuzismo el de esa gentuza».

Insultos incluidos

Este Buñuel también será el que, en alianza con Salvador Dalí, insulte desde Figueras a Juan Ramón Jiménez: “Nos creemos en el deber de decirle –sí, desinteresadamente- que su obra [‘Platero y yo’] nos repugna profundamente por inmoral, por histérica, por cadavérica, por arbitraria. Especialmente: ¡¡MERDE!!”. El futuro Nobel no se quedó atrás; les contestó: «No iba a cometer la ridiculez tampoco de enviarles mis padrinos masculinos, femeninos ni ‘manfloritas’ como les dicen a ustedes en mi Moguer. También sabrán ustedes que mis amigos se alegran mucho de su carta y juzgan que ustedes han hecho bien en expeler en ella el vivo retrato de los dos».

Luis Buñuel se carteó con muchos aragoneses, algunos ya citados, y en particular con el guionista y productor de ‘Viridiana’. También se escribió a la pareja Simone Signoret y Yves Montand y recibió cartas de Jeanne Moreau. A Carlos Saura, el 8 de enero de 1983, pocos días antes de morir le confiesa: «Haría más larga esta carta pero, por desgracia, casi no puedo ya leer ni escribir: mi última vejez se ha presentado brutalmente».

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