Miguel de León: “Quería una primera novela que fuera potente. Me pongo el listón muy alto”

El autor canario publica 'Los amores perdidos' (Plaza&Janés), una historia de amor que transcurre a lo largo de seis décadas.

El escritor Miguel de León Jorge
El escritor Miguel de León Jorge
P. Z.

El escritor Miguel de León Jorge (La Laguna, Tenerife, 1956) acaba de publicar 'Los amores perdidos' (Plaza&Janés), su primer libro. El autor saca a luz una historia de amor, esperanza y libertad envuelta en una prosa templada y de espléndida madurez.


-Tenía mucho guardado para contar en su primera novela. Más de 600 páginas...

-Utilizo como excusa una historia de amor para llevar a los lectores desde la primera página a la última y que no se aburran. Hay que dar un taponazo desde el primer capítulo y seguir hasta el final. Empleo una historia de amor en la que he intentado que sea, sobre todo, original. Está protagonizada por Arturo y Alejandra; él la adora pero se calla su amor, lo vive en silencio porque cree que lo peor que puede hacer es decirle a su amada que la quiere. Piensa que ella debe ser libre para poder irse cuando le dé la gana porque es más joven que él. Ese es el eje de la novela.


-'Los años perdidos' transcurre a lo largo de seis décadas de la historia de España entre las que se enmarca la posguerra, una época en la que también se vivieron episodios terribles en Canarias...

-Allá fue peor. No tuvimos tiros, no hubo guerra como tal porque desde el primer momento cayó del bando de los nacionales pero lo que sí ocurrió es que inmediatamente sacaron de sus casas a muchas personas contrarias al levantamiento de Franco y los fusilaron. En Canarias, se pasó a ese segundo orden inmediatamente. También existe el rumor de que había un barco delante de Tenerife, en aguas muy profundas, desde el que se arrojaba a gente con una piedra amarrada a los pies. La represión fue terrible. Los ricos del pueblo solo tuvieron que disfrutar de la cena que les habían servido para controlar al resto y que no saliera ningún comunista ni ateo. Pero cuidado, esta no es una novela histórica, no lo pretendo.


-¿Dónde sitúa El Terrero, el pueblo que aparece en el libro?

-Es un pueblo ficticio, trasladable a cualquier rincón de la geografía peninsular. Quería que pudiera pertenecer a cualquier isla. También es un guiño a mis paisanos canarios porque terrero es el nombre que damos al lugar donde se practica la lucha canaria. Además quité los anclajes temporales y espaciales para que cada cual viera el pueblo como suyo y se identificara con él. Hay capítulos costumbristas y un poco de colorido canario que me sirve de telón de fondo pero la sustancia, el meollo, funciona igual en cualquier lugar del mundo.


-¿Es una novela apta para todos los públicos?

-Por supuesto. Tiene un par de capítulos un poco subiditos de tono pero no creo que nadie se vaya a asustar.


-En 60 años, aparecen muchos personajes...

-Cerca de 70. De todos ellos, hay 20 que tienen una importancia específica muy definida en la novela. Modifican y conducen la historia.


-¿Cómo fue el periplo hasta lograr publicar su obra?

-Primero hice una autoedición que salió muy mal pero me sirvió para saber que las opiniones no eran malas. Los amigos me decían que les gustaba. Empecé a intentarlo con varias editoriales y ninguna me hacía caso. Por último, probé con aquellas a las que todavía no había llamado, entre ellas Penguin Random House. Me dijeron que tardarían tres meses en responderme pero a la semana ya me contestaron que les había gustado. Quiero pensar que es porque la novela lo valía. Ahora, viendo la cara de los lectores, sé que lo vale.


-¿Siempre quiso ser escritor?

-Desde los quince años. Trabajaba de camarero en un establecimiento en el que por la mañana servíamos desayunos y por la tarde noche copas. Ganaba muy poco dinero. Por la tarde, venía un señor muy distinguido que se tomaba una copa y me dejaba buena propina. Lo apreciaba por su conversación amena y me tomaba el pelo porque yo, en vez de poner música, escuchaba un programa de radio sobre los 'Episodios Nacionales' de Pérez Galdós. Me decía que el guionista del programa era él. Un día me contó que era amigo de Keith Luger, seudónimo del escritor Miguel Oliveros Tovar. Yo entré en el delirio y entonces descubrí que los escritores no eran algo como la bruma, sino tipos que estaban ahí y eran de carne y hueso. Fue así como decidí que quería ser escritor. Luego ya empecé a sufrir y a saber que escribir era muy difícil.


No existe límite de edad para debutar en la literatura...

Siempre he estado escribiendo pero consideraba que mis textos no tenían la calidad suficiente para sacarlos a la luz. Otros sí lo habrían hecho. Yo quería una primera novela que fuera potente. Me pongo el listón muy alto. Mi hermano, que es profesor de literatura, dice que escribir es un acto de madurez, sobre todo en novela porque hay que tener muchos elementos en cuenta.


-¿Cuánto tiempo le llevó sacar a la luz una historia como la de Arturo y Alejandra?

-Si juntara todos los momentos que he dedicado a escribir 'Los amores perdidos', entre tres y cuatro años. Las historias tienen un tiempo de cocción, de madurez. Ese proceso bulle cuando salgo a pasear y los personajes se rebelan y pelean conmigo. Ahí es cuando realmente estoy escribiendo.


-¿Ya se cuece la próxima?

-Estoy en ello. 'Almas en el páramo' es el título provisional. Ya tengo algunos personajes y empiezo a ver destellos, sombras que ya empiezan a gustarme.

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