Olga Bernad o la poesía alucinada
LA RECOMENDACIÓN
'Nostalgia armada' (La Isla de Siltolá, Sevilla, 2011) es el último libro de la poetisa zaragozana.
Nunca se sabe de dónde vienen los poetas. Esos seres de carne y hueso que van a la oficina, al supermercado, que llevan los niños al colegio, que fuman un Pall Mall en las terrazas, o un Ducados (si se trata de Ángel Guinda), esos seres tan cotidianos y a la vez extraños que tiene un rara relación con las palabras. Las tratan como a seres vivos o como si fueran la imprescindible herramienta de un sortilegio. O el secreto de la tribu. Olga Bernad (Zaragoza, 1969) tiene algo de fenómeno de internet: era una poeta sigilosa y noctámbula, alguien que escribía sus cosas en cuadernos casi clandestinos, más allá de la medianoche. Un día decidió asomarse a internet y publicar los fragmentos de una novela, y y ahí se fraguó la narración ‘Andábata’ (Paréntesis), pero antes también publicó sus poemas, y así nacería, con gran impacto, ‘Caricias perplejas’ (Fundación ECOEM, 2009), uno de esos poemas que están tocados por el embeleso y el dolor, por la lucidez y el deslumbramiento.
Olga Bernad, con ese libro, y no hay exageración en ello, constituyó un pequeño acontecimiento literario en la lírica de Aragón. Hace pocas semanas, aparecía ‘Nostalgia armada’, uno de esos libros sorprendentes que exaltan la escritura poética y que muestran cómo se construye una voz propia. Sorprendente porque está hecho de muchas cosas: de nostalgia, de dolor, de alucinación, de ternura, de libertad creativa. Sorprendente porque propone continuos viajes a la memoria: a la adolescencia, al territorio de los amores soñados, al núcleo de amistades inolvidables, a la elegía, al interior de una clase donde se libra la batalla del poema, de la pasión y de la melancolía. Sorprendente porque está escrito con esa elegancia personal de la autora: desconcertante, libérrima, la elegancia y el pulso de alguien que tiene una complicidad muy particular con las palabras. Esta poeta, Olga Bernad, tiene otro don: la capacidad para crear imágenes vigorosas, imaginativas, inesperadas.
‘Nostalgia armada’ (La Isla de Siltolá, Sevilla, 2011. 94 páginas) es un libro de una belleza dolorosa, desesperado y sereno a la vez, de un amor tan pletórico como dramático quizá porque tiene el eco de los amores imposibles. Dice: «Armada hasta los dientes te esperaba,/ inútilmente armada hasta los dientes. (…) / Algo tiró de mi hacia tu infinito,/ no sé si náusea o fuente, no he sabido/ reconstruir el curso de su fuerza./ Hasta el final llegué arrastrando el alma;/ al final me he perdido: ya soy nada». La edición, conviene recordarlo, es realmente bonita. Da gusto leer en ella versos como estos: «El día que me marche me iré lejos./ Ya no me quedará ni el mar al frente». O «En tardes de violencia me ha mirado / con ojos de animal de compañía».