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'Ropa tendida': Alejandro Molina resucita el placer del arte en Albarracín

ARTE

El pintor, escultor y pionero del 'art land' zaragozano expone una selección de sus cajas e instalaciones de materiales modestos en distintas salas de la Torre de Doña Blanca.

'Ropa tendida': Alejandro Molina resucita el placer del arte en Albarracín

 Al escritor Gabriel García Márquez le gusta decir que la vida da vueltas en redondo, que todo se repite. Alejandro Molina (Zaragoza, 1948) parece pensar lo mismo: él, que tantos ríos de tinta ha hecho correr y volar, vive una resurrección: regresa a la creación plástica en la Torre de Doña Blanca de Albarracín de la mano del escritor y crítico de arte Alejandro Ratia con la muestra 'Ropa tendida'. «En una ocasión, hace ya más de 30 años, Alejandro vio una exposición con una de esas cajitas de gambas que recogía en el Café Belanche. Eran los tiempos de la bohemia: de locos amores, de mucha noche y de las malas calles. Empezó a sonar el timbre: "¿Quién será a estas horas y en un domingo?". Era Alejandro Ratia, que quería comprarme una obra. Y a él le vendí una de aquellas cajitas: la primera obra que venía en mi vida».


Aquel Alejandro Molina, con una barba densa y su abrigo de Rasputín, era ya un artista con leyenda que anticipaba el land-art. «Fui uno de los pioneros en España sin yo saberlo», dice. Lo hacía en sus instalaciones: 'Juguete para el viento' (Valle de Echo, 1982), 'Moncayo, juguete para un valle' (Valle del Huecha, 1984) o 'Descubre el follaje' (Panticosa, 1989): se trataba de piezas realizadas con elementos naturales -cuerdas, maderas, cañas, raíces, capitanas que trae y lleva el cierzo, telas; más tarde incorporaría las gallinas- en las que intervenían muchos amigos suyos.


Eran piezas que llamaban la atención por su construcción, por sus modestos materiales, por su libertad conceptual, por su apariencia y también por su simbolismo: «Sigo pensando como entonces: ni quiero aburrir al espectador ni quiero aburrirme. En realidad nunca me he ido: siempre he trabajado, siempre he soñado, siempre he estado en mi taller madurando cosas o trabajando en un jardín que tengo en Susín». Aquellas eran piezas vivas que sonaban, que se movían, que derramaban lluvia, piezas como gigantescas e informes aves, piezas vivas donde se refugiaban los pájaros.


En la muestra de Albarracín, que ocupa el sótano, los dos pisos y la gran terraza que se abre hacia las murallas, el cielo y la guadaña del río, Alejandro Molina ha montado obras de toda su trayectoria, desde los años 80 hasta ahora mismo. «La muestra se llama 'Ropa tendida' por varias razones -indica-. Primero porque coloco un tendedor con sábanas blancas que quieren decir que hay vida, que la casa está habitada; segundo, el término 'ropa tendida' quiere decir que hay como un secreto, que hay como un espectador inesperado, una presencia. A lo largo de las plantas he dispuesto instalaciones y cajas que abordan temas que me obsesionan: el amor, el deseo, la naturaleza, la libertad, la rebeldía».


Alejandro Molina es un artista imaginativo, imprevisible y lúdico: «Para mí el arte consiste en pasármelo bien. En eso no he cambiado».


Alejandro Molina dice que ha trabajado mucho para la muestra: ha realizado piezas nuevas, ha encontrado obras perdidas y ha rescatado otras de exposiciones anteriores. Obras de materiales modestos, sencillos y naturales, que reflexionan sobre el oficio de crear y los cuatro elementos.