Ocio y Cultura

Enredados en un futuro digital incierto

CONSUMO

La era digital, con la proliferación de nuevos aparatos que facilitan el acceso al ocio cultural en cualquier parte, está alterando las costumbres de los usuarios y la forma en que las empresas ofrecen sus contenidos. Dos palabras son claves: internet y piratería.

El futuro es binario. Al menos, en lo tocante al consumo cultural. Hoy, imágenes y textos se pueden reducir a combinaciones de ceros y unos que viajan por internet, lo que facilita grandemente su difusión, pero aumenta el riesgo de que alguien los intercepte y use para beneficio propio sin permiso de sus verdaderos dueños. Porque el ocio mueve mucho dinero, y la cuestión es: ¿cómo aprovechar lo bueno sin exponerse a lo malo?

"Internet rompe las reglas de negocio y difusión tradicionales. Básicamente, provoca que con menos puedas hacer mucho más. Abre muchísimas posibilidades a que un número mucho mayor de creadores se pueda dar a conocer, pero lógicamente también aumenta la competitividad de los demás y la cantidad de competidores", expone Viriato Monterde, de la empresa aragonesa 960 Píxels, especializada en comunicación, diseño web y consultoría sobre Internet.

Monterde señala que el momento actual se caracteriza por "la indefinición", con problemas como "una etapa inicial y precaria de la publicidad en la red, falta de regulación, a veces falta de conocimiento de cómo funcionan internet y sus usuarios, y, en esa línea, el no saber aprovechar las ventajas"

Además de la peliaguda cuestión legal y técnica de combatir la piratería, el desafío es acomodarse a los cambiantes hábitos de los consumidores. Hasta ahora, el medio más común de consumo cultural era la descarga de archivos a una memoria (disco duro, 'pen drive', cedé...) para luego usarlos en un reproductor u otro. Pero el reciente estudio 'Televidente 2.0', hecho por The Cocktail Analysis con más de 2.000 encuestas a usuarios de Internet, muestra una tendencia en España a bajar menos contenidos a la vez que aumenta el consumo en 'streaming' de películas y series.

"El caso de Spotify (plataforma para escuchar música en 'streaming') es interesante, porque su uso ha provocado un descenso en las descargas y ofrece la posibilidad de comprar las canciones sueltas, los discos, de pagar una cuenta 'premium' en la que el usuario no tenga que escuchar publicidad... y otras muchas opciones", señala Monterde. En esta dualidad entre contenidos gratuitos y de pago, está también "el campo periodístico", indica. "El debate sobre contenidos está más abierto que nunca, con medios apostando por el pago como el 'New York Times' o, en España, 'Orbyt' de 'El Mundo".

Mario Pena, de la empresa zaragozana Safe Creative (cuyo registro de propiedad intelectual 'on line' tiene ya 32.000 usuarios), está convencido de que "el futuro va a ser internet, sí o sí". Señala que, según su experiencia, "lo primero que inquieta a los que crean contenidos es qué se puede hacer contra el plagio, y lo siguiente, cómo dar a conocer su obra". Para poder luchar contra los piratas, lo primero es registrar las propias obras. "La correcta atribución de contenidos permite llegar a posibilidades de automatizar la remuneración al autor original de forma transparente y clara", dice Pena.

Safe Creative trabaja con la empresa Attributor para rastrear en internet las obras de texto que tienen registradas, y tienen en desarrollo un sistema que podría asegurar a un autor cobrar cada vez que otros se lucren usando sus obras sin permiso. "Se basa en acuerdos con las empresas de publicidad, por ejemplo Google. Se les avisa de que una página tiene contenido sin autorización y, una vez demostrado, se redirige parte de los ingresos por publicidad al titular de los derechos, en lugar de al dueño de la web que explota sin consentimiento", aclara.

Pena subraya que "nada protege al 100% de las copias ilegales". Lo más parecido a una protección contra el pirateo son los DRM (digital rights management): "Se introduce hardware o software para que los contenidos no sean reproducibles. Lo peor es que tardan en romperse entre 2 minutos y unos meses, los hackers se lo toman como un desafío", asegura.

A su juicio, los DRM tienen un riesgo doble: "Crean una falsa impresión de protección y, como los soportes (incluso el cedé) con el tiempo se estropean, si limitas la copia privada, estás poniendo fecha de caducidad al contenido", aunque haya sido adquirido legítimamente por un usuario.