recortes en el congreso

Zapatero, contra las cuerdas

El PSOE aprueba el 'decretazo' en solitario y por un solo voto y evita la caída casi segura del Gobierno.

Rodríguez Zapatero, con gesto pensativo, en un momento del pleno de ayer.
Zapatero, contra las cuerdas
DOMINIQUE FAGET/AFP

El Gobierno, con el único apoyo de los socialistas, por un solo voto y gracias a la abstención de CiU, Coalición Canaria y Unión del Pueblo Navarro, logró ayer ratificar en el Congreso el real decreto ley que, entre otras medidas, recorta el sueldo de los funcionarios y congela las pensiones para satisfacer las demandas de los mercados financieros y de la Unión Europea, que exigieron una reducción inmediata del déficit público. El resto del hemiciclo rechazó por "antisocial" el recorte de 15.000 millones entre 2010 y 2011, dejó al Ejecutivo sin sostén político alguno, salvo el de los suyos, y descargó sobre José Luis Rodríguez Zapatero, al que responsabilizan de la situación de la economía, un chaparrón de críticas y descalificaciones.

A las 12.15, con toda la bancada socialista con la respiración contenida, el marcador del Congreso iluminó 169 puntos verdes, los del 'sí'. La cifra mágica. Los 168 'noes' que sumaron el PP, el PNV, ERC, IU, BNG, UPyD y Nafarroa Bai no bastaban para derogar el decreto.

Habían ganado, por los pelos, la votación más importante desde el inicio de la legislatura. Nadie, ni socialistas ni oposición, dudaban de que una derrota -factible hasta el último segundo- hubiera provocado casi con seguridad la caída del Ejecutivo de Zapatero, pues habría mostrado ante Europa su incapacidad para ejecutar el duro plan de ajustes que debe aplacar los ataques financieros y evitar un deslizamiento hacia la calamitosa situación de Grecia. El desahogo fue tal que, a la salida de la votación, el presidente agradeció a los abstencionistas "su responsabilidad" por apoyar unas medidas "dolorosas, pero inevitables", y aseguró que va a trabajar para obtener más "consenso" futuro.

La cara del presidente, crispada y con una expresión dura, transmitió durante dos horas la gravedad del momento. No intervino pese a que, por sorpresa, fue Mariano Rajoy quien subió a la tribuna en nombre del PP a dar la respuesta a Elena Salgado. Soportó callado las acusaciones y las peticiones de dimisión y solo se removió en el escaño cuando escuchó decir al diputado de IU, Gaspar Llamazares, que había "abjurado de los valores de la izquierda y los trabajadores". Su imagen era la de la soledad.

Rajoy no moverá un dedo

Las palabras de Rajoy, que volvió a dejarle claro que no moverá un dedo por ayudarle, ni preocuparon ni sorprendieron al presidente del Gobierno. Lo que sí le preocupó fue el discurso del portavoz de CiU, el grupo que ayer le mantuvo en pie. Josep Antoni Duran i Lleida dejó claro que iba a ayudar al Gobierno solo para que "España no sea intervenida como Grecia" y el país "caiga en un pozo más profundo", pero que era la última vez. "El problema es usted y su Gobierno", afirmó, antes de sentenciar: "Se acabó su etapa como presidente, esto no aguanta más, su etapa está finiquitada". La embestida terminó con una exigencia y una advertencia. Haga pronto -le dijo- la reforma laboral y concluya la reforma del sistema financiero porque, tras el verano, "no podrá sacar adelante" los Presupuestos de 2011 y será "la hora de que convoque elecciones".

La advertencia de Duran no es gratuita. El PNV, el hasta ahora socio fundamental y con el que ha sacado los dos últimos Presupuestos, abandonó ayer a Zapatero. Coalición Canaria, el otro socio de los dos últimos ejercicios, es un apoyo insuficiente con sus dos escaños y, además, nada seguro. La otra alternativa para salvar los Presupuestos, la izquierda, ha declarado la guerra sin cuartel al Gobierno tras el 'decretazo'.

Detrás de la urgencia por sacar adelante la reforma laboral está, por otro lado, la decisión del presidente del Gobierno de anular el viaje que tenía previsto realizar ayer, a la salida del lapidario pleno, para participar en el III Foro de la Alianza de Civilizaciones en Río de Janeiro. El jefe del Ejecutivo pretende dedicarse en cuerpo y alma este fin de semana a desatascar, si es necesario personalmente, el diálogo de la mesa social.