Kosovo, la gran piedra en el zapato de la diplomacia española

-El Gobierno admite los pasaportes kosovares, pero sigue sin reconocer al país independizado por el temor al 'contagio' a Cataluña y el País Vasco.

Una mujer muestra su pasaporte en el aeropuerto de Pristina, capital de Kosovo
Una mujer muestra su pasaporte en el aeropuerto de Pristina, capital de Kosovo
Armend Nimani / AFP

Kosovo es un auténtico dolor de muelas para la diplomacia española. Este antiguo territorio de Serbia y de mayoría albanesa y musulmana proclamó su independencia de forma unilateral en febrero de 2008. Ocurrió nueve años después de que la OTAN, con cazas F-18 españoles incluidos, bombardease territorio serbio para frenar una escalada bélica que Occidente condenó como un intento de limpieza étnica pero que se llevó a cabo sin permiso del Consejo de Seguridad de la ONU por el veto de Rusia. Desde entonces, además de Estados Unidos, 22 de los 27 miembros de la UE han reconocido a la nueva república salvo, además de España, Chipre, Grecia, Eslovaquia y Rumanía. Más allá de las fronteras europeas, el Estado español permanece aferrado al reducido club del veto que encabezan los rusos y China.

El apoyo inicial a Kosovo por parte del entonces Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero desapareció de la noche a la mañana. El 19 de marzo de 2009 la ministra de Defensa, Carme Chacón, ordenó la retirada de los 630 militares que participaban en la misión de pacificación de la OTAN. Estados Unidos, que ya tenía anotada la matrícula de Zapatero tras la acelerada retirada en Irak en 2004, protestó de forma enérgica a través de Joe Biden, por entonces vicepresidente de Barack Obama. El ahora líder de EE. UU. advirtió a Moncloa de que decisiones de semejante calibre deben ser siempre consultadas con Washington.

Aquel paso del Gobierno socialista sobre Kosovo se vio en parte condicionado por el plan soberanista del lehendakari Juan José Ibarretxe que abortó el Congreso en 2005 con los votos de PSOE y PP. El acuerdo entre socialistas y populares en torno a la cuestión kosovar, se mantiene desde entonces, más aún después del estallido en Cataluña del 'procés'.

Independencia o justicia

Las interpretaciones sobre la posición española en Kosovo son discordantes. La pasada semana, a instancias de la Comisión Europea y la Eurocámara, el Gobierno de Pedro Sánchez se vio obligado a aceptar que personas con pasaporte kosovar puedan entrar a través de España en el espacio Schengen sin visado. El ministro José Manuel Albares asegura que no existe cambio alguno en cuanto a la posición diplomática. «España sigue sin reconocer a Kosovo», zanja. Su antecesor en el cargo al frente de la diplomacia en el primer Ejecutivo de Mariano Rajoy, José Manuel García-Margallo, alerta a su vez que de que "la ley internacional dice que no se pueden reconocer las secesiones unilaterales, que los referéndum unilaterales no son fuente de Derecho".

Frente a las posiciones de los políticos de uno u otro signo, Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano , valora que "en 2024 la diplomacia española sigue hundida en el mismo hoyo en el que se metió y ha seguido excavando desde 2009". El doctor en Ciencia Política lamenta que "en la única cosa en la que no se pelean PSOE y PP es en el reconocimiento del país más pobre de Europa, cuando es una cuestión moral y humanitaria". Molina pone nombres y apellidos a los culpables de la situación. El primero es el del exministro socialista Miguel Ángel Moratinos, al que considera demasiado permisivo con Serbia y Rusia. Después señala a los presidentes Mariano Rajoy y Pedro Sánchez por vetar un reconocimiento como país que más tarde o temprano, considera Molina, se dará. "Es ridículo y absurdo pensar que Kosovo pueda servir como precedente para Cataluña", concluye.

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