tribunales

Exoneran a una joven de 18 años de matar a su padrastro para defender a su madre

El juzgado ha sobreseído la causa sin llegar a juicio al concluir la Fiscalía que la chica lo apuñaló cuando él las atacaba con dos martillos.

Concentración en Málaga por la sentencia de 'La Manada'.
Concentración feminista en Málaga, en una imagen de archivo.
Efe

Tenía 21 años y había sido testigo, en silencio, del infierno cotidiano que sufría su madre. Los malos tratos, aseguran, eran constantes, pero las denuncias terminaban archivadas porque la víctima no las ratificaba y volvía al círculo vicioso. Hasta que todo acabó en un cara o cruz que siempre suele perder la parte más débil.

Solo el nombre es ficticio para preservar su intimidad y la de su familia. El resto es completamente real. Sara (21 años) mató a su padrastro de una puñalada en el pecho con un cuchillo de cocina. Tras investigar el caso, el juez ha decidido sobreseer el homicidio -antes incluso de llegar a juicio- al aplicar la eximente completa de legítima defensa, como argumentaron la Fiscalía y la abogada Yasmín de la Rosa, que defiende a la joven. Esta es su historia.

Sucedió hace ahora tres años en una antigua nave situada al final de la calle Pacífico, en Málaga. La madre de Sara y su pareja habían okupado el viejo almacén y lo habían convertido en su hogar, donde convivían con las hijas de ella. Sara es la mayor. La familia estaba a punto de ser desahuciada, ya que sobre esos terrenos -casi en primera línea de playa, en Sacaba Beach- se va a levantar una urbanización de 300 viviendas.

La primera llamada se registró a las 2.13 de la madrugada del 17 de septiembre de 2020. La policía encontró a una mujer pidiendo auxilio desde una ventana. Era la madre de Sara, que se había atrincherado allí con ella. Fuera de la nave estaba su otra hija, que había acudido al lugar tras recibir una llamada de Sara; contó a los agentes que su padrastro había agredido a su hermana y que temían que estuviese escondido.

Los policías forzaron un candado de la verja exterior y usaron las llaves que las mujeres les lanzaron desde la ventana para entrar. Sólo necesitaron seguir el reguero de sangre para encontrar en la planta baja el cadáver de un hombre tumbado en el suelo y sin camiseta, lo que dejaba ver la puñalada mortal que tenía en el pecho. En la planta de arriba, encerradas aún en el dormitorio, hallaron a madre e hija. Sara presentaba una herida sangrante en la cara y se quejaba de dolor en el pecho.

Antes de su traslado al hospital, la joven, que estuvo en atención temprana de niña al apreciarse cierto retraso madurativo, manifestó de forma espontánea: "La pareja de mamá le hace daño a mamá y le pega. He cogido el cuchillo porque le estaba pegando a mamá. Me ha pegado a mí con un martillo en la boca y en el pecho. Cuando se ha acercado a pegarme le he clavado el cuchillo en el pecho". Al escucharla, los agentes del Grupo de Homicidios entendieron que estaban ante un caso distinto.

Cuando sucedieron los hechos, la hermana pequeña de Sara se encontraba fuera de la nave. La madre declaró a los policías que su pareja se emborrachó y comenzó a amenazarla con un cuchillo. La joven, "como en otras ocasiones", salió de su cuarto para defenderla. La mujer reveló que los episodios de violencia machista habían sido constantes y que había interpuesto varias denuncias que habían sido archivadas porque ella rehusó declarar contra su pareja. Pero Sara había sido testigo de esos malos tratos.

Tras ese primer incidente, el hombre pareció marcharse hacia el dormitorio principal, pero -según la mujer- se dio la vuelta "de repente" y se dirigió hacia ellas con dos martillos. Sara se colocó delante para proteger a su madre al tiempo que ambas retrocedían para refugiarse en la habitación de la joven. En ese momento, siempre según la versión de la madre, él se abalanzó sobre Sara y la golpeó con uno de los martillos. Le causó una herida en un labio que requirió tres puntos de sutura y una contusión en el pecho.

Madre e hija lograron atrincherarse "aterrorizadas" en el cuarto, desde donde llamaron a la hermana de Sara para advertirle de que tuviera cuidado al volver a casa, ya que su padrastro estaba "bebido y violento". No sabían que estaba herido de muerte.

En comisaría, la madre manifestó a los investigadores: "Si mi hija no hubiera intercedido, no tengo ninguna duda de que yo ahora estaría muerta o con varios martillazos en la cabeza". Sara fue detenida por el homicidio y pasó a disposición del juez, que la dejó en libertad provisional porque ya entonces apreció indicios de una legítima defensa. Pero había que acreditarla con pruebas.

La abogada Yasmín de la Rosa solicitó que se aplicara la eximente completa apoyándose en los tres requisitos que la conforman: que exista una agresión ilegítima e inminente (la acometida con los dos martillos), la necesidad racional del medio empleado para repeler ese ataque (interponer el cuchillo) y que no haya una provocación previa. La fiscal y la letrada de la defensa solicitaron pruebas de ADN a la sangre hallada en la inspección ocular, y especialmente a la que se encontró en los martillos.

"Fuera de sí"

La autopsia refrendó algunos de los extremos manifestados por las mujeres. El hombre, de 43 años, presentaba una elevada tasa de alcohol en sangre, además de restos de marihuana, lo que corroboraría la afirmación de la madre de que estaba "fuera de sí". Los forenses detectaron una única puñalada que le ocasionó la muerte.

Las pruebas de ADN también apuntaron en la misma dirección. Policía Científica determinó que en uno de los martillos había sangre de Sara, lo que acreditaba la agresión que decía haber sufrido. También encontraron sangre del padrastro en las empuñaduras, lo que demostraría que portaba ambas armas cuando recibió la puñalada que acabó con su vida.

Con el resultado de las pruebas genéticas, la abogada volvió a solicitar el archivo del caso argumentando legítima defensa, petición a la que esta vez se sumó la Fiscalía en un detallado informe en el que concluyó: "Resulta de suma importancia la existencia constatada de un pasado próximo de violencia doméstica sufrido por la mujer y observado en silencio por su hija. De no actuar, la violencia ya vivida se repetiría y [...] aquello no podría tener otro desenlace que uno terrible para su madre o para ella misma". El juez respondió acordando el archivo provisional.

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