El empate entre bloques aboca a la parálisis y deja el Gobierno en manos independentistas

La pírrica victoria de Feijóo no suma con Vox y se topa con el aguante de Sánchez, que solo podrá retener la Moncloa con el secesionismo.

Spain's opposition People's Party leader Alberto Nunez Feijoo delivers a speech during the general election, in Madrid, Spain, July 24, 2023. REUTERS/Juan Medina
Alberto Núñez Feijóo, en el balcón de la sede del PP en la calle Génova rodeado de los líderes del partido.
JUAN MEDINA

Una España abonada a la zozobra política se asoma a un bloqueo endiablado tras unas elecciones generales que han reventado los pronósticos hasta el punto de dejar la investidura en manos de Junts, el partido del prófugo Carles Puigdemont, situado con sus valiosos siete escaños en el fiel de la balanza ante el empate de los bloques a derecha e izquierda. Alberto Núñez Feijóo ha ganado las elecciones para el PP, pero sus 136 escaños se han quedado muy lejos de las expectativas que alimentaban la mayoría de las encuestas frente a un Pedro Sánchez que escribió este domingo por la noche un nuevo capítulo en su ‘Manual de resistencia’ aupándose hasta los 122 diputados, dos más que los que atesoraba y cuando parecía haber agotado su gasolina con el acusado retroceso territorial del PSOE el 28 de mayo.

La pírrica victoria del dirigente gallego, que tampoco llega a sumar con Vox mayoría absoluta -los de Santiago Abascal caen de 52 a 33 asientos en el Congreso-, y el aguante insuficiente por sí mismo de Sánchez, al que no le basta con los 31 de Sumar y necesitará a todo el soberanismo para reeditar el denostado ‘Gobierno Frankenstein’, derivan en un empate del ‘bibloquismo’ que aboca a la parálisis de un país ingobernable. 

Aunque las sensaciones fueron muy desiguales en Génova y Ferraz, con Feijóo estampado contra un Sánchez que compareció enfervorecido ante el jolgorio de los suyos y que puede felicitarse por el golpe de efecto de haber precipitado las generales a una fecha tan insólita, tórrida y vacacional como el 23 de julio que acabó reactivando a la izquierda a tenor de la elevada participación, lo que se viene se anticipa como una yincana plagada de espinas. 

El líder del PP salió al balcón de Génova pasada la medianoche y cuando todos sus rivales, incluido un Santiago Abascal que le reprochó haber "vendido la piel del oso antes de cazarlo", ya se habían pronunciado para tratar de reanimar a sus seguidores ante un triunfo muy agridulce. Feijóo buscó cortocircuitar el entusiasmo en el ‘sanchismo’ que pretendía derogar sin conseguirlo a pie de escrutinio anunciando que emprenderá "el diálogo" al frente de la fuerza más votada para intentar formar Gobierno y colocando el mojón de su estrategia: apelar al PSOE a que no tenga la tentación de someter a "otro bloqueo" al país. "Vamos a trabajar para impedirlo", proclamó el expresidente de la Xunta.

Pero más allá del mensaje de urgencia de Feijóo y a la espera de las aristas que puedan emergerle en los interiores del partido, es el candidato socialista a la reelección quien tiene más opciones de retener la Moncloa. Eso sí, siempre y cuando concite el ‘sí’ de todos sus socios soberanistas -dispuestos en campaña a engordar la factura de sus exigencias, con ERC y Bildu reclamando un referéndum conjunto para Cataluña y el País Vasco en la legislatura que comenzará el 17 de agosto con la constitución de las Cortes- y, sobre todo, teniendo que neutralizar la oposición de Junts, que ha situado su listón infranqueable en la celebración de un plebiscito secesionista.

Premios y castigos

El partido de Puigdemont ha perdido pie junto a ERC en Cataluña ante un PSC que se elevó hasta los unos excepcionales 19 diputados y que limitó a seis el repunte del PP; pero el secesionismo más extremista ha revivido gracias a un recuento español envenenado para acogotar a una Esquerra que ha perdido seis de sus 13 escaños y la mitad de los votos cosechados en noviembre de 2019. 

No hay mejor retrato de la implosión registrada en las urnas que el hecho de que la gobernabilidad penda de un huido de la justicia por organizar un referéndum ilegal contra el Estado constitucional. Y después de que el Gobierno de Sánchez haya suprimido del Código Penal el delito de sedición y rebajado el de malversación para satisfacer a una ERC que ve cómo el electorado separatista castiga, vía sufragio o abstención, su apuesta pragmática por sostener el Ejecutivo del PSOE y Unidas Podemos.

En una velada de calculadora y especulaciones, los populares podrían sumar 171 escaños si enlazan los suyos a los de Vox -el horizonte siempre indeseado por Feijóo-, UPN y Coalición Canaria. Al otro lado, la resiliencia de Sánchez pasa por incorporar a Sumar, cuyos 31 parlamentarios no alcanzan los 38 de Unidas Podemos y Más País, pero sirven para que Yolanda Díaz maquille su estreno en la pugna por la Moncloa; a esa Esquerra en horas bajas; a un PNV que ya no es el primer partido del País Vasco y Navarra con representación en el Congreso; un Bildu empoderado, que como ocurrió el 28-M vuelve a ser el socio de Sánchez más favorecido por su posibilismo pactista en Madrid; y el BNG. Entre todos reunirían 172 diputados. Pero la llave, si el ‘bibloquismo’ no se inmuta, la guarda Puigdemont en Waterloo.

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