La valla de Melilla cerca a Marlaska

El ministro afronta la fiscalización de socios y rivales por la tragedia con el aval de Sánchez, quien agradeció a Marruecos su compromiso fronterizo.

El ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska
El ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska
EP

La explanada mide apenas 24,4 metros de anchura -la mitad de la de un campo de fútbol- y separa el acceso a la zona operativa española de la marroquí. Esa lengua territorial discurre en el limbo. Es 'tierra de nadie', según la define el Ministerio del Interior, desposeída de dueño junto a la valla de Melilla que traza la frontera terrestre entre Europa y África; entre el sueño de la prosperidad y la condena a una vida sin expectativas para quienes se la juegan intentando cruzarla ilegalmente.

El 24 de junio, tras horas acumulando las tropas de la desesperación con las que trafican las mafias y acometiendo un violento asalto a la valla, decenas de inmigrantes, buena parte procedentes de Sudán, quedaron atrapados en esa 'tierra de nadie' convertida en trampa mortal. Una trampa que dejó también dos gendarmes muertos y medio centenar de agentes españoles heridos.

Cuatro meses después, no hay certeza irrebatible sobre cuántos subsaharianos murieron en la avalancha: si fueron los 23 del recuento oficial de Rabat, los al menos 37 que citan los nueve partidos que vuelven a reclamar una comisión de investigación en el Congreso o los 72 en que las ONG los llegan a cifrar. Cuatro meses después, son contados los cuerpos identificados. Y cuatro meses después, la tragedia cerca al ministro Fernando Grande-Marlaska, al que ni sus socios de Gobierno ni sus rivales terminan de creer cuando repite, como en una letanía, que la respuesta de las fuerzas españolas que velan por la integridad del paso fronterizo se ciñó "en todo momento a parámetros de legalidad, de proporcionalidad y de idoneidad".

A la pregunta de si pone la misma mano en el fuego por la actuación represiva de Marruecos, Grande-Marlaska remite hoy a las investigaciones judiciales abiertas en España y el país magrebí. No fue el ministro sino el presidente del Gobierno -muñidor del histórico y polémico acuerdo con Mohamed VI que restableció en abril la alianza diplomática entre ambos países- quien aseveró primero que los gendarmes marroquíes se habían empleado "a fondo" y quien agradeció a Rabat su compromiso con la seguridad fronteriza frente a la inmigración irregular desde el Sahel. Fue la reacción inicial de Sánchez, que estaba en Bruselas, cuando faltaban datos pero ya se anticipaba el severo alcance de la tragedia. El jefe del Ejecutivo se reafirmó después, pese a que las sospechas y las críticas ya llovían. Y el aguacero no ha amainado, más bien al contrario.

La tormenta cae a plomo hoy sobre Grande-Marlaska con la única pero relevante tejavana del respaldo que Sánchez acaba de reiterarle frente a aliados, rivales, ONG y hasta el Defensor del Pueblo, que le atribuye 470 deportaciones 'en caliente', sin cobijo legal, de territorio nacional a Marruecos el día del salto. Al titular de Interior, magistrado vasco curtido contra ETA caído hoy en desgracia para PP y Vox y sobre el que los socios del Gobierno malician que podía haber sido ministro con la derecha, solo puede salvarle del oprobio de una comisión de investigación la incompatibilidad ideológica y política entre los aliados de Sánchez y el bloque de oposición. Porque unos y otros coinciden en denunciar la extrema gravedad de un incidente sobre el que planean "muchas incertidumbres y pocas certezas", constata un diputado afín al Gobierno.

La semana se ha ido volviendo crítica para Grande-Marlaska con un triple detonante. El primero ha sido la reproducción por la BBC de unas imágenes ya conocidas, pero cuyo impacto y la acusación que llevan consigo -que España permitió en su frontera que los gendarmes marroquíes se desmandaran contra los inmigrantes apiñados- se han visto amplificadas por la dimensión internacional de la cadena. El reportaje ha vuelto a prender la mecha de la exigencia de una comisión de investigación en el Congreso, muy delicada para el Gobierno porque reúne a su compañero de coalición -la líder de Podemos y también ministra, Ione Belarra, ya interpeló por carta a Grande-Marlaska en verano- y a dos puntales como ERC y EH Bildu. Y el tercer factor es la visita mañana a la valla de una delegación de la comisión de Interior, que acudirá a comandancia de la Guardia Civil y, después, al paso de Barrio Chino.

Los mapas del Catastro

El ministerio se ha avenido a mostrar a los diputados imágenes recogidas por las cámaras fijas operativas en la zona y las móviles de un dron y el helicóptero de la Guardia Civil. La versión de Grande-Marlaska, que se revuelve ante unas acusaciones "sin pruebas", colisiona con los interrogantes que urgen a despejar socios y oposición, armados entre otros argumentos con los mapas del Catastro y del Instituto Geográfico Nacional, desvelados por este periódico, que sitúan en territorio español la 'tierra de nadie' en que murieron los inmigrantes.

Quienes cercan al ministro, desde ideologías y estrategias no coincidentes, quieren que se clarifique el número de víctimas y su identidad, con una "trazabilidad" de la actuación de los forenses; la proporcionalidad de la respuesta policial y la coordinación con las fuerzas marroquíes; y si existió "pasividad" -lo dicen los socios- ante la posible incursión represiva de los gendarmes en territorio nacional. Lo que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, traduce con crudeza: el Gobierno debe aclarar si "ocultó el traslado de cadáveres de Melilla a Marruecos".

Los populares -que aún supuran por la crisis de Tarajal bajo el Ejecutivo de Rajoy, con 15 inmigrantes muertos- esperan a las explicaciones en el Congreso a las que Grande-Marlaska se abrió ayer. El partido de Feijóo no descarta "nada", incluida otra reprobación del ministro, pero parece más factible que impulse su propia comisión de investigación antes que apoyar la de la izquierda y el independentismo. Si algo puede acabar aliviando a Grande-Marlaska es que los populares se tienen que tentar la ropa si reprueban a la Guardia Civil, algo que el titular de Interior explotó ayer pidiéndoles que la "dejen en paz". Y mientras, Vox se presentará hoy en la valla.

Y todas las aristas de la tragedia se entreveran con la espinosa cuestión al fondo: el pacto de España con Marruecos, denostado también al unísono por su "opacidad" y el giro sobre el Sáhara. Pero en esto, todas las fuentes consultadas, a izquierda y derecha, se cuidan de airear la hipótesis de que la alianza con Mohamed VI esté relajando la protección por España de los derechos humanos en su conflictiva frontera sur.

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