Un día en la campaña de Díaz Ayuso, la presidenta que gusta a los que huyeron a Vox

Isabel Díaz Ayuso da un mitin en su propio barrio, donde el hijo de Álvarez-Cascos es un líder juvenil y los vecinos se dividen.

La campaña electoral llevó ayer a Isabel Díaz Ayuso hasta el castizo barrio de Chamberí.
La campaña electoral llevó ayer a Isabel Díaz Ayuso hasta el castizo barrio de Chamberí.
O. Cañas/EP

Militante del PP "desde Alianza Popular en el 86", Almudena Martínez abandonó las filas del partido en tiempos de Mariano Rajoy, "que nos dejó a los pies de los caballos", para inscribirse en Vox. "Estuve un año, hay cosas de Vox que no tolero, que se juntan con la ultraizquierda", asegura. Ahora apoya a Isabel Díaz Ayuso. "Ella es muy torera, y eso que parece poquita cosa". En el acto de campaña de la candidata del PP, en el barrio madrileño de Chamberí -lugar de nacimiento y domicilio actual de Ayuso-, Almudena está rodeada de otras militantes populares, señoras de buen vestir y carteras Furla o Bimba & Lola. "Pablo Casado le resta", sentencia una de estas mujeres, que prefiere no decir su nombre. "Debe dejarle el protagonismo a ella, porque con él los indecisos no le van a votar". Asiente otra. "Ése es el sentimiento general". Ayuso contra todos.

Muy cerca de ese grupo, saluda con la mano el hijo de Francisco Álvarez-Cascos, uno de los líderes en época de José María Aznar. Vestido de camisa blanca y chaleco de plumas oscuro, el sonriente Alfonso es responsable de las juventudes populares del distrito donde nació Ayuso, cuenta Almudena quien, como la mayoría, porta una mascarilla y una pulsera con la bandera de España. "Es igualito a su padre y es muy tímido". El chico espera al lado de una carpa donde se lee la palabra "Libertad". Junto al joven Álvarez-Cascos aguardan otros militantes de las Nuevas Generaciones, casi todos varones, reconocibles a la distancia por el peinado y las chaquetas Polo color beis.

Sin embargo, la edad media del público está por encima de los 60 años. Vecinos que últimamente salen poco a la calle. Buscando un hueco para ver a Ayuso -que en teoría realiza una visita para supervisar las obras del antiguo campo de golf del parque Santander-, un hombre va del brazo de su mujer, ambos se ayudan a caminar. Les detiene un tercero: "Emilio se murió", les dice. "¿Emilio?", pregunta el hombre sorprendido. "Sí, el que vivía al lado vuestro". Los tres se detienen a ver a Ayuso, que avanza con acompasada lentitud hacia ellos. Pero todavía tardará en llegar varios minutos. La "presidenta", como la llaman a secas sus colaboradores, domina los tiempos y sabe crear expectativa.

"¿Llegó la presi?", pregunta una mujer mayor que se define a sí misma como "divina de la muerte". Como ella, otra centena de personas quieren escuchar a Ayuso, algunas también tocarla. Todas van con mascarilla. Los cercanos al PP portan una con el lema "Vivir a tu manera". "En vez de ovarios tiene un par de huevos", dice Blanca, antes de tropezar con los cables de unas cámaras que ocupan buena parte de la acera, ya que este acto discurrirá como una rueda de prensa al aire libre.

Los aplausos anteceden a Ayuso, que viste un sobretodo fino que traza líneas rectas verticales en su figura. "¡Venga, Isabel!", "¡valiente!", "¡eres la mejor!". Ella les responde: "gracias, chicas". Se deja coger las manos, en su muñeca derecha lleva la pulsera rojigualda y otros adornos, pero en la izquierda, ninguna. ¡Guapa!, le gritan.

Escuchar y decidir

Ayuso hila un disimulado discurso entre una pregunta y otra, que no responde. Con voz dulce y calmada, y una sonrisa casi permanente, apunta al "candidato de Sánchez", y le llama "miserable" y "mezquino" por señalar su gestión durante la pandemia. Como si fuera parte de una coreografía, suena el teléfono de una mujer que la escucha. "¿Moderna o Pfizer? Vale, el miércoles", dice quien acaba de ser citada para la vacunación. Cuando corta, escucha a Ayuso: "La subvención debe ser el último recurso. Si gobernaran los socialistas las colas del hambre no darían la vuelta a una manzana sino a siete". Un mensaje central en su campaña y que ha calado entre sus oyentes, como Blanca, que minutos antes decía: "Libertad es un trabajo y un sueldo, no las ayudas".

Dos chicas de 18 años, que votarán por primera vez, observan a la candidata sentadas en el muro del parque. "Di que sí", exclama con burla una de ellas, cuando Ayuso defiende la tauromaquia. Llaman por teléfono. Resumen el mensaje de Ayuso: "Básicamente, que Sánchez es una mierda". Pero su aparente banalidad solo disimula preocupación. "Han politizado cosas que no debían", afirma una de ellas, Vittoria Gumpert. "No comparto sus ideas pero vine a escuchar lo que dice, y no me ha convencido".

Durante el acto, un hombre increpa a gritos desde la acera de enfrente y, poco después, el público abuchea cuando pide la palabra un periodista de LaSexta. Ayuso no pierde la sonrisa de porcelana y lo defiende con condescendencia. "El problema es el ambiente de tensión que hay", advierte Sara Mordt, la otra joven que votará por primera vez. "Por ejemplo, ella (Ayuso) siempre habla de 'infamia'. Lo ha repetido hoy como 27 veces". Al terminar, la 'presidenta' se gira hacia los suyos, que la arropan, mientras el hijo de Álvarez-Cascos espera su turno para saludarla.

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