Tras el rastro del crimen de la Guardia Urbana mil días después

Los acusados del asesinato de Pedro Rodríguez en 2017, Rosa Peral y Albert López, recorrieron los escenarios del crimen junto al jurado popular de la Audiencia de Barcelona que decidirá sobre su culpabilidad.

Rosa Peral y Albert López en la Audiencia de Barcelona.
Rosa Peral y Albert López en la Audiencia de Barcelona.
EFE

Han pasado casi tres años desde que el cadáver del guardia urbano de Barcelona Pedro Rodríguez fue calcinado en el maletero de su coche y abandonado en el pantano de Foix, cuandoeste lunes, 1.028 días después, sus presuntos asesinos han regresado a la escena del crimen.

Con el aliento de la prensa acechando y la solemnidad propia de una procesión, Rosa Peral y Albert López han vuelto a pisar la pista forestal por la que, según la acusación, condujeron la madrugada del 2 de mayo de 2017 para deshacerse del cuerpo de la víctima, novio de ella y compañero de trabajo de ambos.

Sin embargo, esta vez no iban solos. Los seguía a cada paso el jurado popular de la Audiencia de Barcelona que deberá decidir si son culpables de haber asesinado a Pedro, cuyo recuerdo permanece todavía impregnado en la pequeña parcela que vio su vehículo arder.

Apenas pasaban cinco minutos de las dos de la tarde cuando la silueta de un fornido hombre, esposado, con sudadera gris, pantalones negros y poblada barba se ha recortado en el horizonte.

Le seguía a escasos metros la principal sospechosa que ataviada con un largo plumífero negro, una gruesa bufanda mostaza y unas oscuras gafas de sol, apenas dejaba ver su rostro.

Casi no se ha mediado palabra, pero ha sido suficiente para que el jefe de la división de investigación criminal de los Mossos d'Esquadra, que ha liderado la visita, cortara los interrogantes y avisara al jurado que las periciales llegarán después. Por ahora, bastaba con echar un vistazo.

Quizá por ello, Albert ha decidido no despegar el ojo del punto exacto en el que quedó el coche consumido en llamas: el mismo que Rosa ha rechazado observar con la misma intensidad.

Donde un año atrás todavía podía entreverse el oscuro rastro del fuego había ahora tres ramos de flores y un arco de rocas a modo de mausoleo con el sello de una calavera.

Han sido menos de diez minutos pero han condensado el clímax de esta inusual inspección ocular a los tres escenarios del llamado Crimen de la Urbana, una prueba que ha comenzado horas antes en el chalet de Vilanova i la Geltrú donde supuestamente cometieron el asesinato.

La comitiva judicial ha llegado al domicilio de Rosa -en cuyo interior esperaba su padre- alrededor de las 11 horas, poco antes de que aparecieran los dos acusados, que han sido trasladados en taxi desde las respectivas cárceles en las que cumplen prisión provisional previa parada en el Palacio de Justicia de Barcelona.

La visita a la vivienda, a la que únicamente han accedido los abogados y funcionarios, así como el fiscal, el magistrado y el jurado, ha comenzado por la planta baja, considerada el lugar del crimen, tras lo cual han pasado a las dependencias superiores, a las que no han subido en cambio Rosa y Albert.

La prensa, aglutinada tras un cordón policial, esperaba expectante, no tanto los cuatro o cinco curiosos que, sin mayores pretensiones, se han acercado a ver qué sucedía en la tranquila urbanización en la que viven.

La última vez que Rosa y Albert estuvieron en el lugar de los hechos fue en abril de 2018, cuando la policía halló restos de sangre en una bombilla.

El muro que rodea la casa y el seto que la protege de miradas indiscretas han hecho imposible conocer qué es lo que ha ocurrido en su interior, del que sólo han traspasado tres tandas de golpes secos que se han atribuido a una reconstrucción auditiva de lo que podría haberse escuchado la noche del crimen.

De ahí, la comitiva se ha trasladado a la urbanización de La Bisbal del Penedès (Tarragona) donde vivía el exmarido de la acusada, al que trataron de incriminar, en un trayecto cuyo objetivo era que el jurado se familiarizarse con los tiempos y distancias que unen las piezas de esta historia.

Un puzle aún sin terminar cuyo rastro continuará las próximas semanas, eso sí, de nuevo dentro de una sala de audiencias. 

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