Carmen Cordón: "No perdono a los asesinos de mi padre"

La hija del empresario ha escrito una emotiva carta recordando lo que han sido estos 22 años de calvario.

Los acusados Victoria Gómez Méndez y José Antonio Ramón Teijelo, en el inicio del juicio en la Audiencia Nacional.
Carmen Cordón: "No perdono a los asesinos de mi padre"
Ballesteros /Efe

Después de que la Audiencia Nacional juzgase este lunes a José Antonio Ramón Teijelo y María Victoria Gómez Méndez, dos miembros de los GRAPO que se enfrentan a 37 años de cárcel por el secuestro de Publio Cordón en 1995, la hija del empresario ha escrito una carta recordando lo que han sido estos 22 años de calvario.

“Ayer cumplí 50 años. Ayer nos vimos las caras con los asesinos de mi padre en la Audiencia Nacional. Ayer tuve que soportar ver a mi madre, 22 años después del secuestro de mi padre, Publio Cordón, enfrentándose, otra vez, a las mentiras de esos cobardes miserables de Grapo que lo asesinaron. Ayer me preguntaron si he perdonado. No, esa es mi respuesta”, reza el escrito que este martes publica ABC.

“Hoy más que nunca deseo la desgracia al criminal José Ramón Teixelo, que esposó a mi padre, lo enterró en un zulo, y le dejó morir agonizando. Deseo el castigo para la vil terrorista Victoria Gómez Méndez que, débil e incoherente, ayer tuvo la desfachatez de negar toda vinculación con el secuestro y asesinato de mi padre, cuando es el ADN de su saliva el que se encontró en el sobre que nos hicieron llegar con los últimos pensamientos que escribió mi padre desde ese zulo. Deseo la calamidad a esos terroristas, estrategas del mal, capaces de mantener sus mentiras sin que ni se les altere el gesto ante las pruebas y testimonios que se aportaron sobre el final de mi padre”, prosigue Carmen, antes de profundizar en los dramáticos momentos que vivió aquel junio de 1995.

“Ayer, ellos me hicieron avergonzarme de mi misma en silencio, hasta la náusea, al descubrirme sintiendo algo parecido al agradecimiento hacia uno de los que acabaron con mi padre: Fernando Silva Sande, quien, mediante un testimonio sólido, delató sin titubeos a sus compañeros de fechorías. Ayer sentí indulgencia por aquel en cuyas manos y a punta de pistola, hace 22 años, mi marido Ignacio y yo depositamos 400 millones de pesetas con la esperanza de que le perdonasen la vida y lo dejaran libre. Ayer supuse que algo así debía de ser el síndrome de Estocolmo, un engaño de la psique humana para sobrellevar tantos años de mentira y de pena sin redimir. Ayer, con el amargo testimonio lleno de detalles de Silva, visualicé esa terrible escena de mi padre convulsionando en el suelo ardiente del mes de julio, ahogándose sin poder moverse hasta morir. Imaginé a esos dos cacos saliendo a buscar un teléfono para hacer la llamada al jefe de la banda, Manuel Pérez Martínez, quien dictó la negación de auxilio al moribundo. Lo arrastraron dentro de la casa hasta que murió".

"Ayer me faltó oír que Publio Cordón fue un niño pobre que quedó huérfano de padre tras la Guerra Civil, que creció viendo cómo su joven madre salía sola cada madrugada a trabajar para sacarles adelante a él y a su hermana. Me faltó escuchar que aquel niño con 10 años sufría por no poder ayudar económicamente en casa y juró que a su familia nunca le faltaría de nada. Me faltó que sus asesinos oyeran que él era un joven optimista y un entusiasta imparable que celebraba bailando en casa cada peseta ganada vendiendo seguros. Un gran hombre que hizo del esfuerzo, el trabajo y hacer siempre el bien, la filosofía que nos ha acompañado en todos los actos de nuestra vida”.

“Ayer vi cómo esos miserables, que no respetaron su vida ni durante el tiempo que nos costó reunir y entregarles el dinero, volvían a negarnos la verdad y el sosiego de saber dónde está para poder enterrarlo. No, no perdono. Hoy, desde mis 50 años recién estrenados y rodeada de mis seres queridos soy más consciente que nunca de lo que le robaron: la dicha de ver brillar a sus nietos bajo el influjo de su ejemplo; dejar morir a mi abuela, su madre, sin saber qué fue de su hijo, y negarle a mi madre la compañía de aquel hombre tan inspirador con el que planeaba retirarse a gozar de sus años más dulces y dorados”, concluye la carta que recoge ABC.

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