Taiwán acude a las urnas bajo la sombra del conflicto entre China y Estados Unidos

Las elecciones que se celebran hoy en la isla se plantean como una disyuntiva entre democracia o paz.

New Taipei (Taiwan), 12/01/2024.- Supporters of the Kuomintang (KMT), or the Chinese Nationalist Party, wave Taiwan flags during the party's final campaign rally on the eve of the general election in New Taipei City, Taiwan, 12 January 2024. Taiwan's presidential election is scheduled to be held on 13 January as part of the 2024 general election. (Elecciones) EFE/EPA/DANIEL CENG
Seguidores de Kuomintang (KMT), partido nacionalista chino en Taiwán.
EFE

Hay una isla entre la democracia y el autoritarismo, entre lo que el siglo XX fue y lo que el XXI será, entre las dos potencias globales, Estados Unidos y China, y sus respectivas visiones del mundo. Hay una isla, Taiwán, que hoy acude a las urnas en ejercicio de una libertad amenazada con la sombra de un conflicto tan contingente como previsible y sus planetarias consecuencias.

La disputa alrededor de Taiwán constituye, en esencia, la última batalla por librar de una guerra civil inconclusa, congelada en el tiempo desde hace 75 años. En 1949, los victoriosos comunistas de Mao Zedong fundaban la flamante República Popular China en Pekín mientras los derrotados nacionalistas de Chiang Kai-shek escapaban del continente, fijando en Taipéi la nueva capital de la República de China. La franja de mar hizo de una nación dos gobiernos, después sendos regímenes autoritarios, en última instancia ecosistemas políticos de sustrato común pero evolución propia hasta dejar, hoy, a un lado del estrecho de Formosa una poderosa dictadura, al otro una vibrante democracia. Dicha divergencia explica la importancia que el gigante asiático otorga a la "reincorporación" de la isla.

China considera a Taiwán, independiente de facto, una provincia rebelde a la que nunca ha renunciado a someter por la fuerza. Durante su último discurso de Año Nuevo, Xi Jinping volvió a recordarlo: la "reunificación" entre "compatriotas" es una "inevitabilidad histórica". La República china representó al país en foros internacionales hasta que, en los setenta, Estados Unidos estableció relaciones con ella con el propósito de arrinconar a la Unión Soviética. La decisión inició un trasvase diplomático: a día de hoy, solo 12 de los 193 miembros de Naciones Unidas, más el Vaticano, reconocen al territorio.

EE.UU mantiene desde entonces el compromiso legal de acudir en auxilio de Taiwán aunque nunca ha formulado la naturaleza de su respuesta a una hipotética invasión. Esta postura, caracterizada como "ambigüedad estratégica", aspira a afianzar el precario equilibrio del statu quo. No en vano, el respaldo militar estadounidense sustenta la red de aliados colindantes: Japón, Corea del Sur y Australia.

Por más que la hostil relación entre EE UU y China atraviese en la actualidad una tregua, Taiwán siempre estará en el medio. La última sacudida sigue fresca en la memoria. En agosto de 2022 estalló la cuarta crisis del Estrecho, cuando la entonces presidenta de la Cámara de Representantes norteamericana, Nancy Pelosi, protagonizó la visita de mayor rango diplomático en un cuarto de siglo. El gigante asiático reaccionó iracundo con unas maniobras militares sin precedentes.

Un hecho diferencial

"No hay ninguna garantía de que EE.UU vaya a ayudar a Taiwán con tropas en caso de ofensiva china, y la gente aquí es muy consciente", comenta Ross Darrell Feingold, abogado y analista político norteamericano residente en Taipéi desde hace tres décadas. "La guerra de Ucrania ha sido una lección. EE UU y sus aliados han proporcionado una enorme cantidad de armamento, asistencia médica y fondos pero no han movilizado a sus ejércitos. Esto es una señal de alerta". La insularidad del territorio, además, supone un hecho diferencial. "China podría imponer un bloqueo naval y plantear en términos muy simples: dispararemos contra cualquier país que trate de romper el aislamiento".

Las opresivas aspiraciones de China, la pretensión de estabilidad de EE.UU y el deseo de Taiwán de conservar su libertad componen el frágil escenario de estas elecciones. El Partido Progresista Democrático (PPD), el más combativo frente al régimen comunista, aspira a encadenar un tercer mandato consecutivo, en esta ocasión bajo el liderazgo de William Lai Ching-te, actual vicepresidente y favorito en las ajustadas encuestas.

"El statu quo es dinámico", incide Huang Kwei-bo, profesor de Diplomacia en la Universidad Nacional Chengchi y antiguo vicesecretario general del Kuomingtang (KMT). "La política desafiante del PPD ha sido el factor que más tensión ha generado, por eso me preocupa que una victoria de Lai provoque una reacción aún más intensa por parte del Partido Comunista Chino", señala. "Ahora lo que Taiwán necesita es diálogo para ganar tiempo".

Chen Fang-yu, profesor de Ciencia Política en la Universidad Soochow, apunta hacia afuera. "La ambición de China está creciendo. El momento clave fue la llegada al poder de Xi Jinping, él cambió todo". Por eso, opina que el resultado de las elecciones no tendrá un impacto sustancial en el curso de los acontecimientos. "Lo único que Taiwán puede hacer es fortalecer su capacidad de disuasión, expandir sus alianzas, mejorar su defensa nacional y seguir indicando a China que estamos preparados para defendernos de una invasión".

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