Así es Forest City, la increíble ciudad fantasma que la crisis inmobiliaria china dejó en Malasia

Tras declararse la promotora en bancarrota, apenas vive gente y casi todo está cerrado. Netflix se ha interesado como lugar de rodaje.

Forest City: la curiosa ciudad fantasma que China dejó en Malasia.
Forest City: la curiosa ciudad fantasma que China dejó en Malasia.
How Hwee Young/EFE

Forest City se erige imponente tras cruzar el estrecho entre Singapur y Malasia: moles de viviendas que desentonan en el paisaje y que conforman el proyecto foráneo más ambicioso de la endeudada promotora china Country Garden, paradigma de la crisis inmobiliaria en la potencia asiática.

"Bienvenido a Casa", reza el cartel que anuncia la llegada a esta ciudad construida desde cero sobre terreno reclamado al mar en el estado sureño malasio de Johor y entre plantaciones de aceite de palma, a unos 15 kilómetros de la frontera con Singapur.

Su construcción empezó en 2015 a través de un proyecto cuya responsabilidad recae en un 60% en Country Garden, la que fuera la mayor empresa inmobiliaria china y que incurre ahora en impagos, y el 40% en una firma local, con el objetivo de extenderse por cuatro islas artificiales y alojar a 700.000 residentes.

Casi una década después, la ciudad ocupa parte de una sola isla y, según dice Xi Yue, manager de marca de Country Garden, en ella viven unas 10.000 personas. "De las 28.000 viviendas existentes, hemos vendido el 80%", asegura desde la sala de exposición de Forest City (Ciudad del Bosque).

"La vida tropical se puede disfrutar aquí mismo, rodeado de facilidades", promueve Xi. "Tenemos una escuela internacional, un centro comercial -aún sin inaugurar-, una calle de tiendas, una playa y un parque acuático".

La ciudad, no obstante, se ve desangelada. La mayoría de sus escasos comercios están cerrados un jueves por la mañana, sus calles desiertas salvo por el personal de seguridad o los limpiadores que cuidan su imagen de grotesco resort vacacional, el parque acuático vacío y la playa poblada por un chiringuito tapiado y un cartel que prohíbe nadar, advirtiendo de la presencia de cocodrilos.

Las únicas almas son una pareja malasia que se relaja bebiendo cerveza en un par de tumbonas de cemento.

"Vivimos a media hora y venimos a veces, los fines de semana está más lleno... Algunas personas se quedan en el hotel", señala Sunderi, de 33 años, sin ocultar el motivo de su visita: sus "duty free", tiendas exentas de impuestos, muy atractivas en un país con altos gravámenes sobre el alcohol.

"Me gusta venir un rato, pero aquí no viviría... Las carreteras están muy oscuras por la noche", asegura, y su rostro adopta un mohín de desagrado.

Aislamiento e impagos

Forest City, que depende administrativamente de la localidad Iskandar Puteri, se encuentra a una media hora en coche de la capital estatal, Johor Bahru, y, aunque Singapur se ve desde la orilla, cruzar hasta allí puede llevar unas tres horas debido a los atascos en el control fronterizo.

"Al principio no había autobuses, tuve que pelear mucho para conseguir que los fletaran (una línea hasta el cruce con Singapur y otra hasta Johor Bahru)", dice Wang Ying, pequinesa de 71 años que se mudó a Forest City junto a su marido el pasado mayo para estar más cerca de su único hijo, que vive en Singapur.

La septuagenaria y su marido, Yu Hong, compraron un apartamento de 60 metros cuadrados por 1 millón de yuanes (unos 190.000 dólares estadounidenses), seis veces menos de lo que habrían pagado por un piso similar en la próspera Singapur, pero un costo casi inasumible en Malasia, con un sueldo medio de unos 700 dólares al mes.

Wang acaba de terminar su paseo matutino, una rutina que asegura que la mantiene en forma y entretenida, pues cuenta que apenas tienen vecinos, en lo que coinciden la decena de entrevistados, todos arrendatarios menos ellos. "Al menos le tengo a él", dice señalando a su marido, mucho menos locuaz.

La sensación de aislamiento no ha contribuido a superar los múltiples problemas a los que el proyecto se ha enfrentado desde su origen: obstáculos administrativos, la pandemia de covid-19 y las cortapisas de Pekín para invertir en el extranjero.

Pensado en gran parte para ciudadanos chinos en busca de una vida "tropical", si bien al principio atraía a numerosos compradores, en los años siguientes el interés decayó, y ahora cabe la duda de qué ocurrirá si Country Garden entra en bancarrota.

La promotora fue declarada por primera vez en impago a finales de octubre, cuando admitió no poder hacer frente a sus cerca de 16.500 millones de dólares de deuda extraterritorial a tiempo tras sufrir una "presión notable" en sus ventas, que cayeron un 44 % interanual en los tres primeros trimestres.

Situación en China y planes de futuro

La escena de Forest City no dista mucho de la de otras "urbes fantasmas" de China, como ha bautizado la prensa a la malasia, al calor de un sector que construyó sobreestimando la demanda y en el que el endeudamiento de sus grandes promotoras hace ahora temer por un estallido de la burbuja.

En el caso de Forest City, el mismo Gobierno malasio ha salido al rescate: el actual primer ministro, Anwar Ibrahim, designó el área como zona financiera especial en agosto, con incentivos fiscales y flexibilidad de visados, buscando atraer a empresas saturadas por los altos precios de Singapur.

Por el momento, compañías como Netflix se han interesado en Forest City como espacio de rodajes, mientras la urbe se ha convertido en lugar de recreo para malasios y singapurenses, de lo que dan fe la ristra de chapas en la playa y confirma el empleado de una cadena de pollo frito que sí está abierta, aunque sin clientela.

"La gente viene sobre todo a pasar el día", afirma el camarero, relatando el tránsito de los fines de semana a la ciudad en la que, según indican sus carteles, "la felicidad nunca termina", aunque sus visitantes prefieran abandonarla antes de que anochezca.

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