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La Navidad en tiempos de guerra

Millones de personas afrontan esta época entre bombas y disparos, con pocos motivos para festejar, en dos de los grandes conflictos que desangran al mundo.

Niños palestinos en la Franja de Gaza esperan a recibir alimentos, en una imagen de archivo.
Niños palestinos en la Franja de Gaza esperan a recibir alimentos, en una imagen de archivo.
Mahmud Hams/AFP

Una figura del nacimiento colocada en medio de escombros en un templo de Belén, en Cisjordania, representa la suspensión este año de la Navidad para los palestinos cristianos. No habrá festejos ni ceremonias. No tienen cabida entre los edificios colapsados por el asedio del ejército de Israel a la Franja desde hace dos meses y medio.

Las pocas iglesias que quedaban en pie en Ciudad de Gaza se convirtieron en refugio de unas 900 personas que huían de los bombardeos hasta que fueron atacadas y destruidas. Uno de esos lugares, el templo ortodoxo de San Porfirio, fue alcanzado por un proyectil hebreo que causó 18 fallecidos, entre ellos nueve niños, cuando se cumplían dos semanas de los sangrientos ataques de Hamás.

"¿Quién puede tener ganas de celebrar si estamos destrozados por las imágenes que vemos a diario de menores entre los escombros de la Franja?", se pregunta Munther Isaac, pastor de la Iglesia Evangélica Luterana de la Natividad de Belén, en el diario hebreo 'The Times of Israel'. "Mientras el mundo celebra, nuestras familias son desplazadas y sus hogares destruidos", expone.

En medio del luto por las miles de vidas perdidas -más de 20.000, la mayoría civiles, según el Ministerio de Salud palestino- en la batalla que se libra en Gaza, todos los templos de Belén decidieron cancelar las celebraciones navideñas. "Si Jesús naciera hoy, ocurriría en medio de los escombros de una casa destruida", lamenta Isaac. Ni luces, ni mercadillo de Navidad, ni decoración alguna adornan las calles de Gaza o la famosa plaza del Pesebre en Belén. La ciudad está completamente cerrada a la entrada de visitantes, por lo que los cristianos de otros lugares como Jerusalén, Yaffa o Ramala, que acudían anualmente a la zona, no podrán hacerlo en esta ocasión. Desde que comenzó la guerra, Israel ha cortado los accesos a las principales localidades de Cisjordania.

El entusiasmo por las festividades navideñas en Tierra Santa ha servido durante muchos años para medir la tensión en las relaciones palestino-israelíes. El paso de fieles entre Jerusalén y Belén ha sido impedido por los bloqueos entre las regiones cada vez que se reavivaba el "interminable" conflicto en Oriente Próximo. Hay 182.000 cristianos en Israel, 50.000 en Cisjordania y Jerusalén y 1.300 en Gaza, según el Departamento de Estado de Estados Unidos. La mayoría son palestinos.

"Estamos de luto"

En Tierra Santa israelí también reina el silencio desde el comienzo de la guerra. Los responsables de las principales iglesias de Jerusalén ya habían anunciado que se cancelarían los actos festivos en torno a la Navidad. "Hacemos un llamamiento a nuestras congregaciones para que se mantengan firmes junto a quienes enfrentan tales aflicciones este año y renuncien a cualquier actividad innecesaria", pidieron.

Un mercadillo navideño junto a la entrada al barrio cristiano de la Ciudad Vieja de Jerusalén, que se había convertido en una tradición durante los últimos años, también fue suspendido en solidaridad con las víctimas de los combates que tienen lugar en la Franja. Al igual que otros rincones de peregrinación cristiana, Nazaret, en el norte de Israel, también canceló la mayoría de las celebraciones que solía haber por estas fechas. "El ambiente no es propicio. Todavía estamos de luto", explica Hanan Sabbah, director de la asociación cultural y turística de esta localidad, al diario 'The Times of Israel'. Aunque las calles estarán a oscuras hoy y mañana, los vecinos de esta población quieren ser una luz de esperanza con los adornos que cuelgan de sus ventas y balcones.

Una mujer mira una ciudad ucraniana en un edificio dañado por la guerra.
Una mujer mira una ciudad ucraniana en un edificio dañado por la guerra.
Oleg Petrasyuk/EFE/EPA/

Ucrania celebra las fiestas

Apiñados en un templo improvisado para una liturgia, cantando mientras el incienso flotaba en el aire, decenas de militares ucranianos han celebrado por adelantado la Navidad en la línea del frente mientras la guerra continuaba a escasos metros. Los ciudadanos les tomarán hoy el relevo. Kiev da estos días un simbólico golpe a Moscú y, por primera vez en su historia, Ucrania festejará la Nochebuena el 24 de diciembre, al igual que la mayoría de los Estados europeos, y no en enero como dicta la tradición ortodoxa rusa.

La Navidad pasada aún había esperanzas en el país de que en 2023 terminaría la invasión. Pero el deseo no se ha cumplido. Sin embargo, los ucranianos se preparan desde hace días con ilusión para vivir una inusual velada por el cambio de fecha. El nuevo calendario para estas fiestas es el mismo que utilizaban antes de la época soviética.

Un gran árbol con el tridente del escudo ucraniano en su copa ilumina el centro de Kiev, la pista de hielo está llena de patinadores con los villancicos de fondo y las familias pasean por los mercadillos navideños. La capital intenta sumergirse en el ambiente festivo aunque los bombardeos son una amenaza constante.

La ilusión encendida

El veto a la organización de grandes reuniones mientras dure la guerra, además, sigue vigente aunque la Navidad se resiste a las prohibiciones y las hostilidades. El encendido de las luces, un momento que suele ser de alegría, no se acompañó de otros actos multitudinarios, pero sí contó con decenas de personas dispuestas a luchar para que el enemigo no arrase también las ilusiones de los niños y las familias. Andrey Maslianikov, de 40 años, reconocía junto a sus dos hijos pequeños que teme constantemente que Ucrania no logre conseguir la ayuda de Occidente antes de fin de año. La guerra permanece en la mente de todos.

La agresión perpetrada por Moscú ha desatado en los últimos años un rechazo colectivo de los ucranianos a la cultura rusa. El objetivo de abandonar la herencia de los antiguos gobernantes de Kiev también ha condicionado la celebración de estas navidades. El panorama religioso de Ucrania lleva mucho tiempo fracturado y el debate de modificar la fecha de estas fiestas estaba sobre la mesa incluso antes de la invasión, pero la entrada de las tropas del Kremlin aceleró la toma de la «histórica decisión». El año pasado algunos hogares ya trasladaron la Navidad al 25 de diciembre como un gesto para alejarse, al menos simbólicamente, de Rusia.

La "incesante y exitosa lucha de los ucranianos por su identidad" así como "el deseo de todos de tener sus propias tradiciones" tras el ataque del ejército del Kremlin motivó a que el presidente, Volodimir Zelenski, anunciara en julio el cambio de las fechas navideñas.

"Entendemos que el enemigo es impío, por lo que este es sólo otro día de guerra", afirmó un militar a la agencia Reuters. Aunque los soldados permanecerán estos días sobre el terreno de batalla, las fiestas llegarán a los pequeños templos que se erigen cerca de los pueblos custodiados por las tropas. Mykolai, capellán de la Brigada de Asalto Aéreo de Ucrania número 95, dijo que esperaba que los efectivos estuvieran al menos de mejor humor. En el país temen que Rusia desate este invierno un ataque más feroz contra la red eléctrica ucraniana que el anterior, cuando la Navidad transcurrió a oscuras y sin calefacción. No faltarán tampoco este año dificultades para celebrarla, pero el deseo de que la paz llegue a Kiev sigue presente.

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