El pánico a las bombas atenaza a los civiles y los deja paralizados en el norte de Gaza

Dos ataques aéreos matan al menos a 70 refugiados mientras se producen las primeras protestas de israelíes contra Netanyahu.

La imagen muestra la trágica magnitud del bombardeo realizado ayer sobre el campo de refugiados de Al-Mahagzi.
La imagen muestra la trágica magnitud del bombardeo realizado ayer sobre el campo de refugiados de Al-Mahagzi.
AFP

Benjamín Netanyahu insiste en que «no habrá alto el fuego hasta que Hamás libere a los rehenes» y sus palabras se convierten en realidad en forma de los duros bombardeos diarios sobre Gaza,. Sin descanso, sin pausa. Israel volvió este domingo a abrir una ventana de cuatro horas en una de las rutas principales que controla para que los civiles que quedan en el norte de la Franja, unos 400.000, se desplacen al sur, pero los ataques a dos campos de refugiados en el centro y sur de Gaza hicieron que la gente no se moviera. Los israelíes golpearon en Maghazi y Al Bureij y mataron al menos a setenta personas, según el Ministerio de Salud. En estas ventanas temporales los militares aseguran que no atacarán la carretera, pero después de casi 10.000 muertos, la mayoría mujeres y niños, la población desconfía.

En Gaza hay ocho campos de refugiados que se levantaron en su día para recibir a los palestinos expulsados de sus tierras en 1948 y 1967. Esto hace que la mayoría de habitantes sean considerados refugiados por la ONU. La guerra vuelve a obligarles a dejar sus casas en 2023 y el organismo internacional asegura que 1,5 millones de gazatíes se han convertido en desplazados internos. Se han trasladado al sur, pero eso no les ha librado de los ataques enemigos y las condiciones de vida empeoran día a día. El reto se ha quedado paralizado en el norte.

Desde el Programa Mundial de Alimentos aseguraron que «el acceso al pan es cada vez más difícil. El único molino operativo en Gaza sigue sin poder moler trigo debido a la falta de electricidad y combustible. Once panaderías han sido atacadas y destruidas desde el 7 de octubre». Tel Aviv intensifica el cerco como arma de guerra para presionar a Hamás, pero los islamistas mantienen su vida paralela en los túneles, lo que les permite seguir con el lanzamiento de cohetes a Israel y entablar combates cuerpo a cuerpo con las Fuerzas de Defensa.

Netanyahu trata de proyectar una imagen de líder sólido en medio de un ambiente de crecientes críticas. Cientos de personas se congregaron el sábado frente a su residencia oficial en Jerusalén para pedir que dimita. Fue la primera manifestación en contra del primer ministro desde el inicio de la guerra y los congregados le gritaron que su fuera por su incapacidad de gestionar el conflicto y la crisis generada por los más de 200 cautivos en manos de Hamás. El primer ministro se enfrenta además a la necesidad de intentar controlar a los miembros radicales de su Gobierno y sus incendiarias declaraciones contra los palestinos de Gaza y Cisjordania.

El sábado se conmemoró el aniversario del asesinato del primer ministro Isaac Rabin a manos de un ultranacionalista sionista, pero no hubo acto alguno debido a la situación de guerra. Veintiocho años después, las ideas que impulsaron este magnicidio están muy presentes en el Gobierno de la mano de la formación supremacista judía y antiárabe Poder Judío, con ministros como Eliyahu, Itamar Ben Gvir o Bezalel Smotrich. Desde estos sectores parten comentarios como los de expulsar a los gazatíes al Sinaí para volver a ocupar la Franja.

Fracaso diplomático

Gaza se desangra y Antony Blinken es incapaz de lograr que salga adelante su idea de establecer «pausas humanitarias». El secretario de Estado estadounidense viajó ayer a Ramala y mantuvo un encuentro de una hora con Mahmoud Abbás en el que el presidente palestino le pidió un «alto el fuego inmediato». Blinken no pronunció estas palabras a lo largo de una cita simbólica y carente de resultados prácticos. Israelíes y estadounidenses planean un futuro en la Franja sin Hamás y bajo el control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), pero Abbás y su equipo no tienen capacidad alguna de actuar en Gaza.

Tras esta escala, Blinken se desplazó por sorpresa a Bagdad para reunirse con el primer ministro, Mohamed Shia al Sudani. 

Nadie espera en Gaza que Abbás aporte solución alguna a la guerra. A última hora de la tarde Tel Aviv volvió a cortar las comunicaciones e intensificó los bombardeos, señal de que se avecina algún movimiento importante por tierra. Las tropas tienen cercada Gaza City y están a unos dos kilómetros del Hospital Al-Shifa, principal centro de referencia y supuesta tapadera del cuartel general subterráneo de Hamás, según el servicio de Inteligencia. Los soldados desmantelaron varias lanzaderas de cohetes que los milicianos habían situado junto a parques infantiles.

El portavoz militar, Daniel Hagari, convocó una rueda de prensa para insistir en la acusación de que Hamás usa hospitales «para su infraestructura terrorista subterránea». Mostró fotos y grabaciones de voz que probarían, según el ejército, que los islamistas operan en el Hospital Indonesio y el Hospital Catarí.

Pocas horas después de esta denuncia, Israel intensificó los ataques a las puertas de los hospitales Al Quds y Al-Shifa, que son lugares de refugio para numerosas familias y donde hay miles de heridos, muchos de ellos en estado grave y a la espera de una evacuación casi imposible a Egipto.

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