Rusia

Los otros mercenarios de Putin

El declive de Wagner revela el poder de los grupos paramilitares rusos mientras el Estado debate sobre la conveniencia de que sigan en activo

In this photo released by Belarus' Defense Ministry on Thursday, July 20, 2023, Belarusian soldiers of the Special Operations Forces (SOF) and mercenary fighters from Wagner private military company attend the weeklong maneuvers that will be conducted at a firing range near the border city of Brest, Belarus. Mercenaries from Russia's military company Wagner have launched joint drills with the Belarusian military near the border with Poland following their relocation to Belarus after their short-lived rebellion. (Belarus' Defense Ministry via AP) Associated Press/LaPresse Only Italy and Spain
Efectivos del grupo Wagner adiestran a soldados bielorrusos en unas maniobras cerca de la frontera con Polonia 
AP

Los grupos paramilitares rusos surgieron en el marco de la guerra híbrida de Putin para ganarle la partida a Occidente mediante el uso de métodos soterrados. Los 'hombrecillos de verde' que propiciaron la anexión de Crimea y desataron la guerra en Donbás en 2014, supuestas milicias locales contrarias a la política de Kiev, fueron la base de lo que después sería el Grupo Wagner, cuyas unidades se extendieron a Siria y África.

Ahora, tras la sublevación armada de junio que protagonizaron estos mercenarios y la muerte de su jefe, Evgueni Prigozhin, las autoridades rusas se están replanteando la conveniencia de que sigan existiendo fuerzas paramilitares, a pesar de que el reciente decreto del presidente Vladímir Putin para garantizar su control obliga a sus miembros a jurar lealtad a Rusia. Según una orden ministerial de junio, también deben ponerse bajo la tutela del Ministerio de Defensa firmando contratos como los que suscriben los militares profesionales.

Pero las opiniones en la cúpula del Estado están divididas entre quienes consideran que no deben seguir funcionando organizaciones armadas privadas, ya que la legislación rusa no lo permite, encabezados por el general en la reserva y diputado Víctor Sóbolev, y quienes creen que, con los debidos sistemas de supervisión, tales formaciones son muy útiles y deben operar, especialmente fuera de las fronteras del país. La cuestión es que el grueso de los mercenarios de Wagner estaba en Ucrania y no fue impedimento para lanzar desde allí, a través de Rostov del Don, la llamada 'marcha de la justicia' hacia Moscú.

Durante mucho tiempo, el Kremlin proclamó que el Estado nada tiene que ver con el Grupo Wagner al constituir una "compañía militar autónoma". Sin embargo, tras la asonada de junio, el propio Putin reconoció públicamente que los mercenarios habían sido financiados por las arcas del Estado. Ante esta situación, nadie imagina que a día de hoy pueda haber en el país ningún grupo paramilitar que actúe al margen de las autoridades.

La única funcionalidad aparente que diferencia estas organizaciones del ejército regular es que su marco legal y su reglamentación interna son diferentes para permitir la aplicación de métodos especialmente expeditivos, incluso atroces. Eso les hace más implacables y eficaces en el campo de batalla. Un ejemplo de la brutalidad de tales procedimientos fue la ejecución sumarísima a mazazos en la cabeza de un desertor de Wagner.

África y Oriente Medio

Actualmente, pese a los vaticinios sobre su inminente desaparición, esta compañía no está todavía disuelta. Sus unidades no se han retirado totalmente de Ucrania, mantienen hombres en Donetsk y Lugansk, siguen desplegadas en varios países africanos y han instalado campamentos en Bielorrusia bajo el auspicio del presidente Alexánder Lukashenko, quien sostiene que la función de los mercenarios consiste en "entrenar" al ejército bielorruso. Los países vecinos, Polonia y las tres repúblicas bálticas, le han exigido que expulse a los mercenarios de su territorio por constituir una seria amenaza para la seguridad en la zona. Sin embargo, el requerimiento ha sido rechazado.

El pasado miércoles, algunos canales de Telegram vinculados a Wagner difundieron un audio, cuya autenticidad fue confirmada por un miembro del grupo, recomendando a los combatientes "buscar otras formas de ganar dinero". "Ahora nos vemos obligados a buscar opciones en África y Oriente Medio. La situación allí es difícil, ya que tenemos una dura competencia frente al Ministerio de Defensa -ruso- y la Guardia Nacional -de Rusia- que también están tratando de entrar con actividades similares a las que llevamos a cabo", señalaba el mensaje.

La agencia Bloomberg, por su parte, aseguraba que Putin se propone "tomar el control de las operaciones de Wagner en África y Oriente Próximo". Citaba fuentes anónimas de los propios mercenarios y del Ministerio de Defensa, en donde, al parecer, sostienen haber encontrado "otro contratista" para realizar la misma actividad que ha venido desarrollando el equipo del difunto Prigozhin.

El batallón paramilitar que tiene por ahora asegurada su supervivencia es Ajmat, creado por el presidente checheno, Ramzán Kadírov, con lo mejor de sus bregadas formaciones armadas. El pasado 12 de junio, pocas horas después de que Prigozhin anunciara su intención de no firmar con el Ministerio de Defensa un contrato de "voluntariado militar", los jefes de este ejército particular decidieron suscribir el documento. Ajmat, nombre del fallecido padre de Kadírov, ha intervenido como una unidad al margen de las tropas regulares rusas, pero supeditada directamente al presidente de Chechenia. Sus hombres combaten actualmente en Ucrania.

En la intervención militar en el país vecino participa también, según informan las publicaciones Meduza y Nóvaya Gazeta, el grupo mercenario Redut (reducto o fortificación, en castellano), surgido en 2008 y compuesto por unos 7.000 efectivos, según datos del Gobierno ucraniano. En Siria se ocupaba de la protección de las instalaciones energéticas. No obstante, el gigante gasístico ruso, Gazprom, también dispone de su propia división paramilitar.

La notoriedad de Konvói

Los canales de Telegram señalan además otras organizaciones mercenarias rusas como Fákel, Shtorm y Potok, que no son sino compañías de seguridad con tareas de vigilancia y protección de empresas, pero en donde algunos de sus miembros aceptaron alistarse en misiones de combate en Donbás, Siria, República Centroafricana y ahora en Ucrania.

Cierta notoriedad ha adquirido Konvói, compañía de fortuna creada el año pasado en Crimea y cuyos hombres luchan actualmente en Jersón. Se atribuye su propiedad a Arkadi Rotenberg, uno de los oligarcas próximos a Putin. Según un modelo parecido, el presidente ruso ha autorizado a los gobernadores regionales a crear "empresas militares privadas" y el primero en aprovechar la normativa ha sido el de Bélgorod, Viacheslav Gladkov, quien ha desarrollado unidades bien equipadas con armamento para hacer frente a los ataques que sufre su región desde territorio ucraniano.

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