El espionaje occidental atribuye a una bomba la caída del avión en el que murió Prigozhin
Putin rompe, un día después, su silencio y asegura que el jefe del Grupo Wagner era "talentoso", pero cometió "graves errores".
El detalle más curioso del desplome de la avioneta en la que murió el líder del Grupo Wagner, Evgeni Prigozhin, es que apenas nadie maneja la hipótesis de un accidente. Solo la defiende la comisión rusa de investigación aérea que analiza los hechos, cuyos miembros descartan un acto terrorista y contemplan un error "mecánico", un "fallo del piloto" u otra causa "externa". Varios analistas occidentales ya se han pronunciado al augurar que la indagación oficial será larga y hasta es probable que nunca se sepa la realidad, aunque el jefe del Kremlin prometió este jueves "llegar hasta el final".
Los detractores del régimen ruso creen que un final oscuro así tampoco le importaría a Vladímir Putin, que tras el cese definitivo del general Surovikin -el mismo día de la muerte de su amigo y aliado Prigozhin-, la salida del país de los oligarcas más críticos y la detención reciente del último bloguero disconforme con la gestión oficial de la guerra han despejado toda la oposición interna conocida a su estrategia bélica.
El presidente aludió este jueves por primera vez a su antiguo camarada. Trasladó su pésame a la familia de Prigozhin y dijo de él que era un empresario "talentoso" que cometió "graves errores". Putin garantizó que los siete dirigentes de Wagner muertos en el avión habían realizado una "contribución significativa" a la guerra de Ucrania.
Entre el espionaje internacional, los seguidores del grupo mercenario y la oposición a Putin existe un consenso generalizado de que el jet privado fue derribado por un misil antiaéreo o sufrió una explosión a bordo. La primera hipótesis surgió desde el primer minuto como la más inmediata y después de que algunos testigos dijeran ver la presunta estela de un proyectil. La teoría de la bomba se sostiene, sin embargo, en las características del siniestro y el errático comportamiento de la aeronave antes de caer.
El avión, un Embraer Legacy 600, partió a las 18.10 (17.10 en España) del aeropuerto moscovita de Sheremetyevo con destino a San Petersburgo, sede de la empresa paramilitar. Otra avioneta idéntica despegó simultáneamente desde un aeródromo cercano. Una maniobra que, al parecer, formaba parte del protocolo de seguridad del jefe mercenario para evitar ser ubicado en una nave. Este segundo aparato aterrizó este jueves por la tarde sin problemas en Baku.
Unos treinta minutos después de tomar altura, cuando cruzaba la región de Tver, a unos 180 kilómetros de Moscú, la comunicación se cortó. El jet volaba a 8.500 metros de altitud. Ascendió bruscamente a 9.100, realizó varias maniobras violentas de subida y bajada, descendió hasta los 2.500 metros y terminó desplomándose en el suelo. Todo en menos de treinta segundos. Un ala y parte de la cola aparecieron a cierta distancia. Los diez ocupantes, siete dirigentes de Wagner, dos pilotos y una azafata, murieron entre los restos en llamas de la aeronave.
En medios occidentales se cree que una cadena de hechos así encajaría con la explosión de una bomba en el tren trasero de aterrizaje, la bodega o el servicio. Explicaría así que la detonación arrancase un ala y parte del timón de cola, de modo que el jet quedara en una situación ingobernable. Aunque, de ser así, tampoco nadie hubiera estado en disposición de controlarlo. La despresurización de la cabina y la caída brusca de oxígeno habrían matado en instantes a todos en el interior.
Principal sospechoso
El medio independiente ruso Meduza, que cita fuentes próximas a la Policía, señaló este jueves que se buscaba como sospechoso a Artem Stepanov, antiguo fundador de Mnt-Aero, la empresa propietaria del Embraer. Los servicios secretos le interrogaban anoche, en calidad de única persona con acceso a la avioneta antes de su despegue. Stepanov, sancionado por EE. UU. debido a sus relaciones con el líder paramilitar fallecido, acababa de regresar de unas vacaciones en la región de Kamchatka, según la agencia italiana Nova.
Prigozhin utilizaba este aparato habitualmente para cubrir el trayecto entre Moscú y San Petersburgo y permanecía estacionado en el hangar desde finales de julio. Las fuerzas de seguridad han abierto una investigación penal por infracción de la seguridad aérea, por lo que el interrogatorio a Stepanov no significa necesariamente que las autoridades crean en la versión de un atentado terrorista.
Al espionaje occidental le extraña que hasta siete altos cargos del Grupo Wagner viajaran juntos en el aparato dado su estricto protocolo de seguridad y los riesgos que entrañaría para el conglomerado empresarial la decapitación de su cúpula. También han muerto el segundo al mando, Dmitry Utkin, y Valéry Shekalov, director desde hace veinte años de Concord, la compañía de alimentación que hizo multimillonario al oligarca fallecido, además de encargado de la logística paramilitar y de los proyectos en el extranjero. La coincidencia de todos ellos sugiere que regresaban o acudían a una reunión de muy alto nivel.
La muerte de Prigozhin apenas sorprendió a los rusos. Desde la frustrada sublevación contra el Kremlin hace dos meses sus días se daban por contados. Putin le confinó en Bielorrusia, donde unos 4.000 de sus soldados de fortunas continúan en un campamento provisional que registra un paulatino éxodo, hasta el punto de que se han desmontado dos docenas de tiendas de campaña en las últimas semanas.
Pese a verse forzado a mantener un perfil bajo, en las últimas semanas volvió a adquirir protagonismo y desafiar la autoridad del Gobierno, molesto por la presunta intención del Kremlin de reemplazar a Wagner e n África por una empresa de seguridad privada bajo el control del servicio de Inteligencia ruso.
