Miedo, indignación y asombro ante el vertido de agua radiactiva en Fukushima

Desde China hasta las islas del Pacífico, la descarga al mar del agua almacenada provoca ira. Pero los científicos aseguran que no supone un peligro

Homenaje por el 78 aniversario de la tragedia de Fukushima.
Homenaje por el 78 aniversario de la tragedia de Fukushima.
JIJI PRESS

Basta un dato para entender lo preocupados que están los vecinos de Japón ante el inminente vertido al mar del agua radiactiva almacenada en gigantescos tanques situados junto a la malograda central nuclear de Fukushima: los surcoreanos han comenzado a comprar tanta sal marina que su precio se ha disparado un 27% desde que se anunció la descarga del líquido que ha servido para enfriar los reactores de la planta, arrasada por el tsunami del 11 de marzo de 2011, un encarecimiento que ha forzado al Gobierno a sacar al mercado 50 toneladas diarias procedentes de sus reservas para controlar el precio.

En la cercana China, las autoridades han decidido mantener en vigor la prohibición de importar pescado de varias regiones niponas, una medida que copian en otros países y regiones cercanas porque los análisis de Pekín parecen demostrar que el 70% del agua no cumple con los estándares radiactivos de seguridad. Esa es la razón por la que sus dirigentes sostienen que debería ser tratada en mayor profundidad para liberarla del tritio, un isótopo del hidrógeno que tiene un período de semidesintegración radiactiva de 12,32 años y que no se puede eliminar fácilmente cuando aparece en concentraciones muy pequeñas.

Incluso los países insulares del océano Pacífico, que se encuentran a miles de kilómetros de Fukushima pero conocen bien el peligro que supone porque han sido escenario de numerosos ensayos de armas atómicas, han puesto el grito en el cielo y aprecian el asunto como una afrenta geopolítica. "Condenamos los numerosos intentos de Japón para comprar apoyos a su peligroso e irresponsable plan utilizando la ayuda al desarrollo", ha denunciado el Colectivo del Pacífico para Asuntos Nucleares, que engloba a ONG de diferentes países, aunque el vertido aún no tiene una fecha concreta. Sólo se sabe que se producirá "en las próximas semanas".

Más de un millón de toneladas

La Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA) explica claramente en su informe cuál es el problema: "Desde el accidente, en la central nuclear de Fukushima se necesita agua para enfriar constantemente el combustible fundido y los restos de combustible. Además del agua bombeada para estos fines, en el emplazamiento también penetran aguas subterráneas procedentes del entorno y el agua de lluvia cae dentro de los edificios del reactor y la turbina dañados. Cuando el agua entra en contacto con el combustible fundido, los restos de combustible y otras sustancias radiactivas, se contamina".

Y hay que deshacerse de ese agua porque almacenarla ya no es viable. "Desde 2011, el volumen de agua almacenada ha aumentado de forma constante, y el espacio actualmente disponible en los tanques para almacenarla está llegando a su límite", apostilla la AIEA. El millar de depósitos contiene ya 1,3 millones de toneladas de agua contaminada y, al ritmo actual, su capacidad se rebasaría a principios del año que viene. Así que será diluida en agua marina -en una concentración de una parte por cada cien- y vertida poco a poco al mar. El espacio que dejen los depósitos será utilizado para el posterior desmantelamiento de la central.

Científicos a favor y en contra

Tanto expertos independientes como los de la propia agencia aseguran que el plan presentado por Japón se ajusta a todos los parámetros de seguridad. "Al principio suena como una idea terrible. Pero, de hecho, es segura. Descargas similares se han producido por todo el mundo durante décadas y nunca ha sucedido nada malo", afirma Nigel Marks, profesor de Física y Astronomía de la universidad australiana de Curtin. "Todo el Pacífico contiene 8.400 gramos de tritio, y Japón sólo verterá 0,06 gramos al año. Esa cantidad no marcará ni la más mínima diferencia", sentencia, denunciando que tanto en Corea del Sur como en los estados del Pacífico "se ha puesto en marcha una campaña de desinformación para agitar a la opinión pública".

La AIEA se expresa en líneas similares, pero con más asepsia. "La mayoría de las centrales nucleares de todo el mundo descargan al medio ambiente, de forma periódica y segura, agua tratada que contiene concentraciones de bajo nivel de tritio y otros radionucleidos como parte de sus operaciones normales", explica el organismo internacional que controla las centrales atómicas.

No obstante, Robert Richmond, director del Laboratorio Marino Kewalo de la Universidad de Hawái, es de una opinión diferente, aunque minoritaria entre la comunidad científica. Tacha todo el plan de "prematuro y mal gestionado" y el informe de la empresa operadora de la central, Tepco, de "deficiente e inadecuado". Como muchos otros, exige que los mares no sean utilizados como vertederos, sino que sean apreciados como "un precioso recurso compartido por toda la humanidad", y reclama que se investigue más a fondo el impacto que el agua radioactiva tendrá en el ecosistema marino.

A estas dudas razonables se suman las de los pescadores que se ven afectados por los vetos de sus países vecinos e incluso las del sector turístico, ya que ve con preocupación el impacto que puede tener entre los bañistas que se acercan en verano a las playas del litoral. Por si fuese poco, el vertido ha reabierto las heridas infligidas por Japón a los países que invadió antes o durante la Segunda Guerra Mundial. Los tradicionales roces se agudizan con planes como este, en los que Tokio no ha tenido en cuenta las preocupaciones de Pekín y Seúl, que, a su vez, han dejado a un lado rencillas particulares para denunciar la actitud nipona con una sola voz. Eso sí, Japón ya ha dejado claro que no hay alternativa y que seguirá adelante con el plan.

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