Doce hombres y mujeres justos decidirán la suerte de Trump para la historia

Jueces y abogados se disputaron los asientos de la galería desde la que vieron la primera imputación de un ex presidente estadounidense acusado de conspirar para robar las elecciones.

El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, enfrenta cargos en un tribunal federal de Washington.
El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, enfrenta cargos en un tribunal federal de Washington.
JANE ROSENBERG

En apenas media hora, la jueza de instrucción Moxila Upadhyaya, nacida en India y criada en Kansas City (Missouri), informó el jueves a Donald Trump de los cuatro cargos presentados contra él por conspirar para alterar el resultado electoral e intentar obstruir el proceso democrático para aferrarse al poder. La magistrada desestimó las quejas de su abogado, que persigue sacar el juicio de Washington DC, donde nadie ha podido olvidar el terror del 6 de enero, y puso en marcha sin dilación la rueda de la justicia con un calendario que empieza a correr este mismo mes.

El expresidente de Estados Unidos había entrado a los juzgados por la puerta de atrás en limusina para evitar las cámaras. Ahí se acabaron sus privilegios. Después de presentar su identificación para que los funcionarios del juzgado comprobasen que sus huellas dactilares ya existen en los archivos criminales desde junio, Trump tuvo que esperar 20 minutos en la sala a que llegase la jueza, retrasada con otros procesos, como suele ocurrir en los juzgados.

Durante ese tiempo, el puñado de periodistas que habían conseguido entrar en la sala le observaba tan de cerca que sus abogados se tapaban la boca para que no trascendiera la conversación con su cliente. Detrás, en la galería, varios jueces se disputaron los asientos de un proceso histórico e inédito en EEUU que nadie se quiere perder.

"Desquiciado"

Al entrar el magnate de 77 años, que lo mismo puede volver a la Casa Blanca en enero de 2025 (si gana las elecciones de noviembre de 2024) que pasar el resto de sus días en la cárcel, le había echado un vistazo de soslayo al fiscal especial Jack Smith, que le esperaba impertérrito en la sala desde 15 minutos antes de la hora convenida, como hiciera ya en Miami. Allí le ha encausado por obstruir los intentos del FBI para recuperar los documentos clasificados que se llevó de la Casa Blanca. Sus ojos no se encontraron directamente, ninguno de los dos buscaba ese desafío en público.

Trump prefirió azotarle con su indiferencia y Smith, al que llama sistemáticamente "desquiciado" en las redes sociales, estaba por fin relajado, ahora que ha presentado sus cartas. Tanto, que al terminar la audiencia estrechó una a una la mano de los agentes a los que defiende enjuiciando al hombre que inspiró la insurrección del 6 de enero, en la que 150 policías resultaron heridos y cuatro se suicidaron después.

Había cierta ironía en llevar a Trump a los tribunales del número 333 de la Avenida Constitución, acusado de conspirar contra el gobierno de Estados Unidos y la democracia misma. Todo ello, a solo dos manzanas del Capitolio, la escena del crimen por el que el ex presidente no está siendo juzgado, ya que el fiscal ha elegido cuidadosamente los cargos que puede demostrar, por encima de toda duda razonable. Smith no puede perder ni a un solo miembro del jurado para obtener una condena.

Serán 12 hombres y mujeres justos de la capital los que decidan la suerte del exmandatario "teflón" y su lugar en la historia, por unos hechos de los que salió absuelto en el juicio político de 'impeachment' que se celebró una semana después de la insurrección. Su abogado John Lauro quiere trasladar el proceso a Virginia Occidental, donde tiene más posibilidades de encontrar simpatías, pero la jueza de instrucción derivó su petición a la que presidirá el caso, Tanya Chutkan, nacida en Jamaica, donante del Partido Demócrata y nombrada por Obama, que ha resultado especialmente dura con los 38 implicados del asalto al Capitolio que ha sentenciado.

Las pruebas, en una semana

Como la Fiscalía, Upadhyaya parece interesada en agilizar el proceso. Por eso pidió al fiscal que presente todas las pruebas dentro de una semana, de manera que la defensa tenga tiempo de estudiarlas. El abogado del ex presidente se quejó amargamente de que la fiscalía ha tenido dos años y medio para preparar un caso especialmente voluminoso, que ahora quiere enjuiciar de forma expedita en los próximos 70 días para que no interfiera con la recta final de las elecciones, de las que Trump será presumiblemente el candidato republicano.

Mientras, el acusado tendrá que luchar a la vez en al menos tres jurisdicciones diferentes, tres juicios penales y dos civiles. Otro asunto que la magistrada prefirió dejar en manos de la jueza que llevará el caso, por lo que dio a la defensa cinco días para enviarle a Chutkan un escrito con las fechas propuestas y a la fiscalía otros cinco para replicarle.

Lo que sí aceptó fue la fecha más tardía, elegida por la defensa de entre las que le propuso, para la próxima audiencia del 28 de agosto, tan solo tres días después de la que tendrá en Fort Piers (Florida) para el caso de los documentos clasificados y cinco más tarde de que se celebre primer debate de las primarias republicanas, que la cadena de televisión Fox News transmitirá desde Milwaukee (Wisconsin) el día 23. Con todo eso por delante y 37 puntos de ventaja en las encuestas, Trump ha indicado que no acudirá a ese primer debate. Los ejecutivos de Fox cenaron con él el martes por la noche, horas después de que se conociera esta nueva imputación, en un intento de negociar su participación.

A pesar de que el ex mandatario intentó mostrarse relajado durante la audiencia, saludando amablemente a la jueza al terminar y respondiendo con cierto desparpajo a preguntas ordinarias como la edad -"Siete-Siete", contestó-, fuentes de varios medios aseguran que estas acusaciones le han afectado más que las tres imputaciones anteriores. Prueba de ello es que el jueves no se pasó a celebrarlo por ningún restaurante, como hiciera en el Café Versailles de Miami, donde invitó a todos los presentes a pedir lo que quisieran pero no pagó la cuenta.

Tampoco dio ningún discurso aguerrido, ni convocó rueda de prensa. Invitó a algunos periodistas a acompañarle en la caravana de limusinas hasta el aeropuerto Reagan, donde prometió responder algunas preguntas. En lugar de eso, ya sobre la pista, dio unas breves declaraciones que las principales televisiones no quisieron emitir en directo. "Es un día muy triste para EE UU, y fue muy triste conducir por Washington y ver la suciedad y decadencia y todos los edificios rotos y los muros llenos de graffiti. Este no es el lugar que dejé", dijo, como si fuera la primera vez que volvía a la capital desde que abandonó el poder -ha estado en al menos dos ocasiones, la última el mes pasado.

Transmitida la imagen apocalíptica que busca para su campaña, donde siempre promete restablecer el brillo al país, se montó en su avión privado y se volvió a su campo de golf de Bedminster (New Jersey), donde pasa el verano. En total, dos horas de estancia en la capital para una cita con la historia en la ciudad que hace dos años y medio dejó en estado de sitio. A diferencia de los juicios civiles que enfrenta en Nueva York, Trump tendrá que asistir a los juicios penales, por lo que tendrá ocasión de regresar a Washington DC, incluso si no gana las elecciones.

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