Un dingo y un fallo genético: las dos veces que Australia encarceló a madres inocentes

Tras el indulto a la madre que se pasó 20 años en la cárcel, viene a la mente el caso de Lindy Chamberlain, quien fue condenada por matar a su hija, pero finalmente se demostró que había sido un dingo.

Un momento del juicio contra Lindy Chamberlain.
Un momento del juicio contra Lindy Chamberlain.
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Australia lo ha vuelto a hacer. Una mujer australiana, tras pasar 20 años en la cárcel por haber asesinado a sus cuatro hijos, ha sido finalmente indultada, tras revisarse su caso a raíz de una investigación coordinada por una científica española que vinculaba los decesos a fallos genéticos.

Kathleen Folbigg fue puesta en libertad después de que las autoridades australianas ordenaran el año pasado revisar el caso por la muerte entre 1989 y 1999 de sus hijos Caleb, Patrick, Sarah y Laura -cuando éstos tenían entre 19 días y 18 meses-. Algo que fue posible porque un grupo de científicos indicó la posibilidad de que esos fallecimientos se debieran a una rara mutación genética que les provocó la muerte súbita cardíaca.

Lindy Chamberlain y el dingo que se llevó a su hija

El indulto de Kathleen Folbigg ha hecho que vuelva a la actualidad el caso de Lindy Chamberlain, una neozelandesa que, en los años 80, fue condenada por haber matado a su hija en Australia y posteriormente indultada, tras demostrarse que no había sido ella, sino un dingo, el que había acabado con la vida de la pequeña.

La tragedia sucedió el 17 de agosto de 1980, cuando la pareja formada por Lindy y Michael Chamberlain viajaron al parque nacional de Ulruru, cerca de la roca Ayers, en Australia, uno de los lugares más emblemáticos del país. Lo hicieron acompañados de sus tres hijos, Aidan, Reagan y la pequeña Azaria, un bebé de nueve semanas de vida. 

Un dingo, en una imagen de archivo.
Un dingo, en una imagen de archivo.
Pixabay

Llegadas las ocho de la tarde, Lindy decidió llevar a Azaraia y a Regan, de 4 años, de vuelta a la tienda de campaña para que durmieran, mientras la madre aprovechaba para charlar con los demás campistas. Pocos minutos después, Lindy escuchó un grito que venía del lugar donde dormían sus hijos. Cuando llegó a la tienda, vio a un dingo, un perro salvaje australiano, salir corriendo con la pequeña Azaraia. La madre entonces gritó: "¡Un dingo se ha llevado a mi bebé!", frase que pasaría a la posteridad y que formaría parte de la cultura popular en un futuro, aunque con modificaciones (pronto se transformó en: "Un dingo se ha comido a mi bebé"). 

El cuerpo de la pequeña nunca fue encontrado, y tanto Lindy como Michael contaron esta historia a la policía australiana.

Todo en su contra

Aunque la primera investigación, llevada a cabo en Alice Springs, respaldaba la versión de los padres, la segunda no lo hizo, ya que la policía consideraba que, al no haber antecedentes previos de dingos atacando a humanos, era muy improbable que este perro salvaje pudiera haber matado a una bebé.

Pronto, los medios de comunicación se hicieron eco de este suceso y los más sensacionalistas, que analizaban cada detalle para inculpar a la madre, provocaron que la gran mayoría de la sociedad australiana creyera que Lindy había sido la responsable del fallecimiento de su hija. 

La madre, de 32 años, se convirtió pronto en la principal sospechosa y en la mujer más odiada de Australia. Todos los comportamientos que tuvo durante las semanas posteriores a la muerte de su hija se tomaron como pruebas irrefutables de su culpabilidad. Los gestos que hacía, la manera en la que vestía y se peinaba, el hecho de que no llorara mucho... todo fue analizado con lupa en un caso extremadamente mediático.

La policía llegó entonces a la conclusión de que Lindy Chamberlain había asesinado y enterrado a su hija en algún rincón del lugar de acampada. En 1982 la fiscalía llevó a los padres a juicio, tras hallar unas gotas de sangre en el coche familiar, lo que llevó a los agentes a concluir que la madre había matado a su hija en el vehículo, degollándola. 

El jurado consideró que Lindy era la principal culpable, y que su marido, Michael Chamberlain, había sido su cómplice. La primera fue condenada a cadena perpetua, y el segundo, a 18 meses de prisión.

Inocente por casualidad

Tras pasar más de tres años en prisión, ocurrió un suceso que fue clave a la hora de retomar la investigación. En enero de 1986 un montañista inglés, David Brett, cayó mientras escalaba la roca sagrada de Uluru. Cuando los rescatistas recuperaron su cadáver, descubrieron en la zona guaridas de dingo. En una de ellas encontraron un pequeño jersey de bebé blanco, el mismo que la pequeña Azaraia llevaba puesto el día que desapareció. Además, los investigadores descubrieron que la mancha roja hallada en el coche de la familia no era sangre humana.

Estos indicios llevaron a declarar la inocencia de los padres. En septiembre de 1988, Lindy fue finalmente liberada, aunque no fue hasta 2012 cuando un nuevo juicio les exoneró definitivamente. La historia de Azaria Chamberlain inspiró un par de películas, una miniserie, documentales, una obra de teatro, un álbum conceptual y hasta una ópera.

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