Internacional

La carnicería no se detiene en Estados Unidos

Biden propone vetar los rifles de asalto mientras que los republicanos quieren fortificar las escuelas, hospitales y lugares de las masacres.

Joe y Jill Biden en el homenaje a las víctimas de la masacre de Uvalde.
JONATHAN ERNST

Media hora antes de que el presidente Joe Biden se dirigiera al país para enfrentar la "carnicería" de las armas, Jonathan Lee Whitlatch, de 33 años, mataba a dos jóvenes de 21 y 22 en al aparcamiento de una iglesia de Armes (Iowa), para suicidarse inmediatamente después. Y horas antes, en un cementerio de Racine (Wisconsin), un hombre la emprendía a tiros con los dolientes. Por eso Biden llegó a las cámaras ante un pasillo de 56 velas que representaban los 50 Estados de la Unión y seis territorios asociados. Porque nadie está a salvo de la violencia en Estados Unidos.

En la CBS, el directo desde Uvalde (Texas) tenía un cintillo de Tulsa (Oklahoma). Las matanzas se sucedían a tanta velocidad que no daba tiempo a procesarlas. Ninguna de las dos últimas que aún latían durante el discurso del presidente lograron colarse entre sus palabras, ni llegarán como tales al Archivo de la Violencia de Armas, que lleva la cuenta nacional, porque para entrar en la definición de tiroteos masivos tienen que dejar al menos cuatro muertos. Implícitamente, ambas formaban parte del guion.

Si Lee Whitlatch no se llevó a más gente por delante en su intento de matar a su novia, Eden Montang, de 22 años, al salir de catequesis en la iglesia de Cornestorn, es porque solo tenía una pistola de 9 milímetros, contó este viernes el 'sheriff' en conferencia de prensa. Y aún así, le quitó la vida a una de sus amigas, Vivian Flores, de 21 años. Una tercera logró ponerse a cubierto. De haber tenido un rifle de asalto automático, de esos que disparan cientos de balas por minuto, como los que llevaban Salvador Ramos en Uvalde o Payton Gendron en Buffalo, Armes (Iowa) también estaría hoy en el panteón de los tiroteos masivos y las cámaras se hubieran desplazado rápidamente al aparcamiento de Cornerstorn Church.

De ahí que parte de lo que busca el presidente sea vetar esas armas de asalto de uso militar que multiplican el número de víctimas a la velocidad del sonido. Según los datos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), las armas son la principal causa de mortalidad infantil en EE. UU. "Número 1", subrayó el presidente. "Más que los accidentes automovilísticos. Más que el cáncer". De hecho, en las últimas dos décadas transcurridas desde que la masacre del Instituto Columbine abrió la caja de Pandora, más niños en edad escolar han muerto por armas de fuego que policías y militares en acto de servicio juntos. "¿Por el amor de Dios, cuánta más carnicería estamos dispuestos a aceptar?", clamó Biden.

Historial delictivo y mental

Su propuesta, que necesitaría la improbable aprobación del Senado, donde su partido no tiene mayoría, son "medidas de conciencia y sentido común", avisó, que no implican incautar las armas existentes ni prohibir la venta de las que se usan para cazar o para seguridad personal. Propone extender a las ferias de armas y a las ventas privadas la obligación de cotejar el historial delictivo y mental del comprador con las bases del FBI, vetar la venta civil de rifles de asalto militar o al menos elevar la edad requerida a 21 años.

Por el contrario, la oposición republicana cree que nada de eso impediría las masacres que llegan a los titulares, excepto la evaluación psiquiátrica. De acuerdo con lo que estructuró Donald Trump durante la convención de la Asociación Nacional del Rifle la semana pasada, estas masacres son precisamente la razón para rearmar al país, porque "solo un bueno armado puede acabar con un malo". A su juicio, habría que convertir los colegios en fortalezas de una sola puerta bien custodiada. Pero como los lugares comunes "se han convertido en campos de matanzas", recordó Biden, habría que blindar también iglesias, supermercados, cines, aparcamientos, hospitales.

La seguridad de estos últimos, tras la masacre de Tulsa el miércoles, ha propiciado una nueva conversación sobre la necesidad de fortificar los centros médicos, donde la frustración aflora fácilmente. Lo cierto es que, o la sociedad estadounidense aprende a manejarla, o las armas seguirán amplificándola. Resolver ese dilema, en año electoral, es tan difícil de impedir como que un pistolero vuelva a cobrarse vidas inocentes.