La batalla del discurso se recrudece en la guerra de Ucrania

Los ucranianos siguen confiados en ganar la guerra, aunque Kiev atempera su mensaje y admite que espera semanas "difíciles".

Foto de archivo de un tanque ucraniano en una carretera de la región de Donetsk
Foto de archivo de un tanque ucraniano en una carretera de la región de Donetsk
CARLOS BARRIA

Tanto el padre como el tío de María Vitryak, gemelos, son sargentos del Ejército ucraniano. Trabajan en el efectivo sistema antimisiles que intercepta parte de los proyectiles con los que Rusia ataca a su país, pero Vitryak no sabe dónde. "No nos lo pueden decir por confidencialidad", comenta esta joven kievita de 23 años. Así que debe conformarse con una breve llamada cada semana para confirmar que siguen vivos.

"Un día regresaron con heridas en la cara y agujeros de bala en el coche. La ventanilla trasera había desaparecido y habían cubierto el hueco con plástico y cinta aislante. No me dijeron qué les había pasado pero, desde entonces, todos los días pienso que los pueden matar", cuenta en una cafetería de la capital ucraniana. "Parece mentira que hace tres meses estuviésemos pensando en todo tipo de trivialidades", sentencia esta joven encogiéndose de hombros, justo cuando la guerra cumple 92 días de terror. Ahora, sus preocupaciones incluyen obtener ingresos porque ha perdido su trabajo en un centro de atención al cliente que trabajaba sobre todo con rusos. "Me dedico a hacer pasteles para los amigos, que me pagan lo que pueden", comenta con una sonrisa.

A pesar de todo, Vitryak no duda ni un segundo de que Ucrania saldrá victoriosa de esta guerra. "No solo eso, sino que recuperaremos el territorio que nos ha arrebatado Rusia", afirma rotunda, en referencia a la 'ciudad mártir' de Mariúpol, pero pensando también en la península de Crimea que Moscú se anexionó en 2014 y a las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, en el Dombás. Y pocos ucranianos piensan diferente. El Ejecutivo de Volodimir Zelenski es consciente de la fuerza que le otorga una moral alta, y no hay voces discordantes con su discurso: el Ejército ruso está siendo humillado, ha sufrido casi 30.000 bajas desde el inicio de la invasión y las tropas ucranianas continúan liberando localidades en zonas clave como Járkov.

Esta narrativa oficial dibuja una caricatura de los soldados rusos, a los que muestra siempre poco preparados y peor equipados, amplifica las notables conquistas ucranianas -obviando cualquier información sobre sus derrotas- e incluso hace pasar por evacuación la rendición de los últimos efectivos que combatían en la ya famosa acería Azovstal de Mariúpol. Las redes sociales, al servicio de este relato, son también muy efectivas a la hora de transmitir heroísmo épico: vídeos sobre los más de mil tanques rusos destruidos hasta la fecha, editados con música de películas de Hollywood, provocan una sensación de euforia colectiva que también se plasma en las calles.

En un barrio popular de Kiev, el último mural que se ha pintado muestra a una madona ortodoxa que podría decorar cualquier iglesia con un lanzamisiles antitanque 'Javelin' en sus brazos. 'Santa Javelin' honra a una de las armas más efectivas del Ejército ucraniano, proporcionada por las potencias occidentales y protagonista de gran parte de los vídeos propagandísticos. Su efectividad se puede ver ahora también en la plaza Mykhailivska, entre la catedral de Santa Sofía y el monasterio de San Miguel, donde se han instalado un tanque y varios blindados rusos destrozados por estos misiles portátiles. Frente a ellos, los ucranianos sacan músculo en selfis patrióticos.

"Todo para el frente"

No obstante, sobre los sacos terreros que al lado protegen uno de los principales monumentos de la capital, una pancarta lanza un mensaje contradictorio: 'World help us!' ('¡Mundo, ayudanos!'), un llamamiento a que el mundo salve a Ucrania. Es un mensaje que tanto Zelenski como sus militares repiten siempre que tienen ocasión, porque la eficiente defensa del país depende del flujo de armamento occidental. "Todo lo que llega va directamente al frente", afirmó hace un mes el presidente ucraniano durante su encuentro con Pedro Sánchez y el lunes lo reiteró ante los líderes mundiales en Davos.

Fuera de cámara, los militares locales rebajan la euforia y reconocen que sufren numerosas carencias. El propio Zelenski admitió durante su intervención telemática en ese foro económico que cada día mueren en el frente oriental entre cincuenta y cien soldados ucranianos, una cifra superior a la reconocida hasta ahora por su gabinete. Pero ninguno de sus mandos osa contradecir el discurso oficial. Y más de lo mismo sucede en Rusia, donde apenas se ofrece información sobre el desarrollo de la 'operación militar especial' que Vladimir Putin puso en marcha el 24 de febrero.

Buena muestra de esta batalla de narrativas es la advertencia que han recibido por parte del Gobierno de Kiev los periodistas enviados a su territorio para cubrir la guerra: a través de varios comunicados, se les ha informado de que participar en el viaje de prensa que Rusia organiza para que la prensa visite Mariúpol va en contra de la regulación ucraniana y puede suponer la retirada de la acreditación, así como la deportación y posterior prohibición de entrada al país.

Precisamente desde la caída de esta ciudad portuaria en manos de Moscú, el Ejecutivo ucraniano ha entrado en una fase verbal más contenida. En su discurso matinal a la población, Zelenski volvió a dar ayer muestras de pesimismo al pronosticar que las próximas semanas "serán difíciles", ya que los invasores "están pasando a la ofensiva en algunas áreas y tratan de reforzar sus posiciones" en el sur y el este.

Mientras la ONU califica de "feroces" las batallas en la región, el presidente ucraniano se hizo eco de las últimas informaciones de su Estado Mayor. Aseguró que los principales combates se concentran en Bajmut, Popasna y Severodonetsk, tres enclaves que la Inteligencia ya había señalado como objetivos preferentes del Kremlin después de Mariúpol. Allí está produciéndose "una masacre. Tratan de destruir todo lo que vive allí. Literalmente. Nadie destruyó el Dombás tanto como lo hace ahora el Ejército ruso", denunció Zelenski, para quien «no queda otra alternativa que luchar». Los ciudadanos le apoyan. Una encuesta revela que el 82% de la población rechaza una concesión territorial a Moscú y solo un 10% cedería el Donbás a cambio de la paz.

Bombas sobre Severodonetsk

"La ruta es peligrosa debido a los bombardeos, pero actualmente todos los ataques enemigos son rechazados", informaba a los medios un observador cerca de Severodonetsk, una localidad de 100.000 habitantes que figura entre las más importantes de la región de Lugansk y que muchos creen que puede convertirse en la siguiente 'ciudad mártir' de esta guerra. "Es obvio que el Ejército ruso tiene fuerzas ilimitadas" e intenta destruir la única carretera que queda en condiciones para enviar suministros al enclave en caso de asedio. "La bombardean con artillería y morteros, pero no pueden de momento romper la defensa", indica el observador.

La duración de la resistencia es importante. Al menos, así lo cree Kyrylo Budanov, jefe de la Inteligencia de Ucrania, quien cuenta cómo el armamento pesado enviado (o prometido) a Kiev será indispensable para provocar un "punto de inflexión" en la guerra, aunque matiza que los soldados necesitarán hasta el verano para manejarlo con soltura. "Digámoslo de esta manera: para agosto, la cantidad de armas suministradas a Ucrania habrá alcanzado cantidades significativas. Pero primero deben entrar al país, luego ser distribuidas y la tercera etapa será el inicio de su uso. Todo lleva algo de tiempo", dice en una entrevista en el 'Pravda' ucraniano.

"Ahí comenzará el punto de inflexión. Porque ahora estamos catastróficamente escasos de armas pesadas", afirma. Si sus planes se cumplen, Budanov -que fue el primero en predecir la invasión cuando en el gabinete de Zelenski no la veían siquiera como posibilidad- opina que el conflicto podría "acabar a finales de año" o, en otro caso, cuando Rusia llegue a "las fronteras administrativas" de Dombás. El Kremlin replicó que no está "obsesionado con las fechas".

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