Washington y Pekín, cara a cara

El origen de la covid-19 o la prohibición de EE UU de invertir en 59 empresas chinas reflejan la larga lucha de dos potencias por liderar el mundo.

Biden ha elevado la tensión con China
Biden ha elevado la tensión con China
ROMAN PILIPEY

Estados Unidos y China han vuelto a enzarzarse por el origen de la covid-19. La Administración de Biden recupera la hipótesis que agitó en todo momento Trump al culpar al régimen de Pekín de ser el autor del virus que asola el planeta. Además de pedir a la CIA que investigue si el patógeno salió del laboratorio de Wuhan -la teoría más aceptada por los científicos es la del contagio animal-hombre-, el presidente de EE UU ha prohibido esta semana que los accionistas o empresarios estadounidenses inviertan en 59 compañías chinas vinculadas a la tecnología militar del gigante asiático. Las dos cuestiones han sido duramente criticadas por el Gobierno de Xi Jinping.

Por lo tanto, cuando todo apuntaba a que las relaciones entre Washington y Pekín habían superado los momentos críticos vividos con el anterior inquilino de la Casa Blanca, la chispa de la discordia vuelve a encenderse. Los rescoldos no estaban apagados. Quizá nunca lo estén.

El telón de acero ya no separa a norteamericanos de soviéticos. Ahora ha sido sustituido por un cristal invisible pero muy resistente entre estadounidenses y chinos. Ambas potencias no dejan de recelar de su rival.

Para describir la desconfianza baste con recordar una frase que circula por los pasillos de la Casa Blanca cada vez que se recibe una visita de autoridades del gigante asiático. "Cuando China habla de 'cooperación win-win' (ventajosa para todos), significa que Pekín gana el doble". Al otro lado del Pacífico sostienen que un americano nunca viaja a China por turismo, sólo por negocios. Ambos gobiernos lanzan mensajes sobre la necesidad de unir lazos tras cuatro años de desencuentros con la Administración republicana, pero al tiempo advierten sobre una nueva 'guerra fría' que hará difícil la coexistencia. Biden habla de afrontar la tarea con celeridad, pero Xi Jinping ve el tiempo y las tendencias de su lado.

Poco une a EE UU y China -el cambio climático, la lucha contra el terrorismo o la no proliferación nuclear de Irán y Corea del Norte- y mucho les separa: los derechos humanos, la batalla tecnológica, Hong Kong, Taiwán, el disputado Mar de China Meridional y ahora también el origen de la pandemia. Siempre, además, la guerra comercial y los aranceles.

Acuerdo para reducir los gases contaminantes

Ambas partes divisan áreas de cooperación en el refuerzo de la implementación del Acuerdo de París contra la crisis climática y anuncian una lucha conjunta contra el calentamiento global. El mundo respira tras el acuerdo entre los dos países que concentran casi la mitad de los gases invernadero. Abren también un entente para ayudar a financiar el tránsito de energías contaminantes a limpias en los países en vías de desarrollo. Es la llamada 'revolución verde'.

Colaboración contra las amenazas globales

Tras el 11-S, Estados Unidos encabeza la lucha contra el terrorismo con un despliegue militar en Asia central. A ojos de China, este unilateralismo puede afectar negativamente a la estabilidad mundial, pero, sin embargo, la colaboración entre ambas naciones es fluida.

La invasión de Irak también fue criticada por el gigante asiático y generó un agravamiento potencial del conflicto con su población musulmana, cercana a los 30 millones de personas. No obstante, Pekín ayudó con su presión sobre Pakistán para que éste apoyase la guerra contra los talibanes en Afganistán, respaldó la invasión de este país y el cierre de la pequeña frontera común, suministró información de sus servicios secretos sobre Al-Qaida y los talibanes, y hasta dio el visto bueno al despliegue naval japonés en el Índico.

Un interés común en desarmar Corea del Norte

El Gobierno chino se ha revalorizado a los ojos de Washington como factor esencial para presionar a Corea del Norte y participar en un eventual acuerdo multilateral de seguridad destinado a la desnuclearización de la península coreana. Pekín ha insistido siempre en que defiende este territorio sin el riesgo de las armas atómicas y tanto EE UU como Corea del Sur -cuyos presidentes se reunieron hace un par de semanas en la Casa Blanca- cuentan con su apoyo en esta negociación.

En materia nuclear, China también ha condenado el enriquecimiento de uranio en Irán y no ha hecho uso de su derecho de veto en el Consejo de Seguridad. Aun así, el recelo existe. El veto ordenado por Biden esta semana a los americanos para que no inviertan en 59 empresas chinas vinculadas a la tecnología y la industria militar es un buen ejemplo de esa política de cal y arena.

Sanciones para todos por los abusos a los uigures

El líder demócrata ha recuperado entre sus postulados la defensa mundial de los derechos humanos, una materia que quedó relegada durante el mandato de Trump. Desde la Casa Blanca se acusa al Ejecutivo asiático de cometer genocidio contra los uigures en Xinjiang y se denuncian los campos secretos de reeducación donde se interna a los musulmanes.

El pasado marzo, EE UU, Reino Unido, la Unión Europea y Canadá anunciaron la imposición de sanciones a varios ciudadanos chinos por su presunta relación con esta represión. El Gobierno de Xi Jinping devolvió el guante sancionando a una decena de políticos de la UE.

Una difícil relación marcada por el tecnonacionalismo

El terreno de la alta tecnología es uno de los más virulentos entre las dos potencias, con Huawei como la marca que ha puesto nombre a la confrontación por la supremacía, como explica a la BBC Willy Lam, politólogo de la Universidad de Hong Kong. "En este frente la competencia es encarnizada. En la respuesta de ambos Estados imperará el tecnonacionalismo", dice el especialista.

China ya no quiere ser sólo la fábrica del mundo, sino un motor de innovación que le permita colocarse en la vanguardia tecnológica. Para ello no duda en violar la propiedad intelectual.

Estados Unidos, por su parte, ve con inquietud ese desarrollo y, de hecho, el plan de recuperación de su Administración en un escenario postcoronavirus contempla 'rearmar' el tejido industrial nacional para volver a fabricar productos que se han dejado en manos de filiales o factorías asiáticas.

El escollo de Taiwan

China se coloca en una posición dominante en la región y también en África por las ayudas y los préstamos que han acompañado su ofensiva diplomática. Washington, por contra, sigue siendo la potencia militar en Asia y trata de frenar el ascenso de Pekín por medio de las alianzas vigentes. El objetivo de Biden es el mismo que el de Trump: tratar de que China no consiga reducir la supremacía mundial de Estados Unidos. Washington no está dispuesto a entrar en una batalla entre iguales por la competitividad.

Taiwan, que Pekín considera su provincia número veintitrés, sigue siendo el mayor escollo. Las relaciones bilaterales sobre la isla son muy tirantes pese a la nueva doctrina estratégica de Biden, que ha frenado la ventas de armas y la cooperación militar. En Hong Kong se da un caso similar.

Preocupa la modernización de los arsenales

En el Pentágono preocupa la creciente modernización militar de China, basada en una potente carrera armamentística y su vigilancia de la península coreana. Se teme una amenaza potencial para la paz y la estabilidad en Asia, e incluso para la supremacía norteamericana en el mundo ante el peligro de que Pekín cuente ya con capacidad militar que pueda amenazar a sus vecinos.

Un poder adquisitivo en aumento

El extraordinario crecimiento de la economía china en las últimas tres décadas hace ya que su poder adquisitivo sea el segundo mayor del planeta y por lo tanto un rival comercial preeminente de Washington en sectores como la energía, la automoción o las telecomunicaciones. Por otro lado, el país asiático ha comprado gran cantidad de activos (bonos del Tesoro) en Estados Unidos, mientras que muchas grandes multinacionales norteamericanas están instaladas en China.

No hay que olvidar que este es un gran mercado donde han aterrizado marcas netamente estadounidenses como General Motors -en 2013 vendía allí más coches que en su propio país-, Nike, Starbucks -con una previsión de 1.600 establecimientos- y KFC. La gran cadena de pollo cocinado dispone de 5.000 locales en 1.200 ciudades y su popularidad en China es tal que en alguna ocasión ha sufrido apuros para elaborar tanto puré de patata.

Investigación versus manupulación

Durante las últimas semanas ha aumentado la tensión entre ambos países debido al cuestionamiento por parte de la Administración Biden del origen del virus del Covid-19 -si es de animal o procede de un laboratorio-. Pekín denuncia una "manipulación política, ignorando la urgente necesidad de combatir la pandemia y la demanda internacional de cooperación en este frente, que ha provocado una trágica pérdida de muchas vidas".

El viejo imperio británico

China copia el modelo del viejo imperio británico, con gran agresividad comercial y financiera, y el objetivo claro de ocupar zonas o sectores (logística, energía, alimentos...) hasta ahora en manos de otras grandes potencias. La guerra comercial de aranceles y barreras es una antesala de la tecnológica, que tomará su poder de la convergencia de diversas tecnologías actualmente en desarrollo y que impactarán de un modo sin precedentes en las sociedades.

La supremacía naval de EE UU explica la inquietud china por ver bloqueadas sus vías de comercio marítimo y perder así el acceso a los mercados de Europa y Oriente Próximo. Desde esta óptica parece lógico que los estrategas hayan planteado proyectos que les permitan construir vías alternativas; infraestructuras proyectadas para dar salida al mar a las regiones interiores a través de los territorios autónomos de Xinjiang y Tibet.

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