"Uno ya no sabía ni por quién combatía, lo hacía solo por un plato caliente"

Jóvenes sirios dan el salto de combatientes islamistas de la oposición a soldados de El-Asad al sentirse engañados por las fuerzas extranjeras.

Simpatizantes del régimen de Al Asad protesta este sábado por el ataque.
España considera el ataque contra Siria una acción "legítima y proporcionada"
Efe

"El día que no combatían contra el Gobierno, combatían entre ellos, por eso la vida aquí en los últimos años ha sido una pesadilla. La gente no podía más", señala el jeque Walid, la persona que medió con el Gobierno para que este aceptara la rendición de los combatientes islamistas de Faylaq Al Rahman (Legión de la Misericordia) en Ain Tarma hace poco más de un mes. Esta localidad del cinturón rural de Damasco, junto a Yobar, eran la punta de lanza para asaltar la capital de este grupo islamista apadrinado por Catar, que compartía el poder en Guta oriental con el Ejército del Islam, el brazo saudí dentro de la oposición armada. El jeque recuerda que él mismo fue detenido por los islamistas al plantearles la necesidad de que se retiraran para poner fin al largo bloqueo y a los bombardeos. A su lado, un responsable político del proceso de reconciliación increpa al periodista extranjero y le pide una y otra vez que responda: "¿dónde se encuentran ahora todos esos países que apoyaron a los terroristas? ¿Dónde están? ¿Van a venir a ayudar a todos estos civiles a rehacer sus vidas? ¿Dónde? Respóndenos".

El jeque espera que se calme la conversación y retoma el hilo con un tono pausado. "He vivido los últimos siete años aquí. Todo empezó como un movimiento popular que pedía apertura y protestaba contra la corrupción, pero se torció cuando entraron manos extranjeras, después llegaron las armas, los países del Golfo y Turquía crearon grupos con nombres islámicos atractivos, de marcado carácter wahabí, que no tardaron en ser rechazados por la población. Por pedir cambios, terminamos en manos de una gente con la que la injusticia era tres veces peor que con el Gobierno".

En Ain Tarma fue la población civil la que empujó a Faylaq Al Rahman a retirarse y "ahora muchos de los que combatían con ellos han pasado a nuestro bando y están en el Ejército o en los comités populares de defensa", apunta un mando militar que pide mantener el anonimato. Cuando se le pregunta si realmente confía en esos hombres a los que hasta hace un mes combatía, la respuesta es un silencio prolongado. Los barrios más cercanos a la línea del frente están arrasados, pero conforme se avanza hacia el centro de la localidad la destrucción se reduce. La bandera verde, blanca y negra de la revolución sigue en las paredes, como las pintadas contra el presidente, Bashar el-Asad, y también los carteles de los Cascos Blancos que alertan a los conductores de la presencia de una escuela y les piden reducir la velocidad.

15 céntimos al día

"Faylaq Al Rahman creció y se hizo fuerte gracias al apoyo extranjero y la gente se enrolaba a cambio de comida, los precios se multiplicaron por diez y la gente tenía que comer", recuerda el jeque Walid. Este es el caso de Hasán Al Kurdi, que en los últimos tres años ha sido el responsable de los interrogatorios del grupo islamista. De la noche a la mañana pasó de trabajar en una fábrica de telas a torturar a prisioneros, como él mismo confiesa. "Al principio gozaban de gran apoyo popular, pero al final se convirtieron en la única salida para poder echarte un mendrugo de pan a la boca, ellos tenían el monopolio de la comida, hasta de la que llegaba en los convoyes de ayuda humanitaria. Si querías comer, tenías que empuñar un arma", apunta Al Kurdi.

Ahora funcionan dos panaderías del Estado y el pan se reparte gratis en estas primeras semanas, ha sido la primera medida de urgencia adoptada por las autoridades junto a la del desescombro de las rutas principales. Los bombardeos del ejército han sido los que han provocado la mayor destrucción en la zona, pero "estamos alegres porque ha sido duro, muy duro, pero nos han quitado el dolor. Nunca volveremos a apoyar a este tipo de grupos", confiesa Mohamed Afiuni, de 25 años y también exmiembro de Faylaq Al Rahman que ahora cumple el servicio militar y será destinado en las próximas horas a Yarmouk para combatir al grupo yihadista Estado Islámico (EI).

Aunque los cabecillas gozaban de buenas condiciones de vida, Afiuni asegura que "los combatientes de base, como yo, no cobrábamos ni 100 libras sirias al día (unos 0,15 euros al cambio)". Por encima de la ideología, mandaba el estómago y "al final, después de tantos cambios de grupos, uno ya no sabía ni por quién combatía, lo hacía solo por un plato caliente. Ahora al menos, tengo claro que lucho por la República Árabe de Siria", señala este exmiliciano, que apura sus últimas horas antes de partir al último frente que queda abierto en una capital donde se respira una situación de tranquilidad tras el final de la batalla por Guta, la más fiera que se ha vivido en la guerra de Siria.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión