A ese enfado de muchos, el caldo de cultivo idóneo para que su discurso tuviera una gran aceptación, se ha unido su concurrencia con una candidata, Hillary Clinton, que no ha sabido movilizar a sus electores. El fracaso de la reforma sanitaria o los nulos avances en los temas de inmigración han desilusionado a una parte significativa de la izquierda estadounidense, que no se han ilusionado con Clinton como sí lo hicieron con Obama o, más recientemente, con Bernie Sanders en las primarias demócratas. Sin la afluencia masiva a las urnas de las minorías, como afroamericanos o latinos, la victoria demócrata iba a ser más difícil.

Los estadounidenses se preguntan hoy cómo será el Trump presidente. Hay quien piensa que suavizará su discurso y tratará de unir a una sociedad dividida y polarizada como pocas veces, para lo que dejará de lado medidas polémicas como la construcción de un muro en la frontera con México. Mucho de lo que pueda ocurrir dependerá del poder legislativo, del Congreso y el Senado, que pueden actuar como freno en muchos temas. Aunque las dos cámaras tendrán control del Partido Republicano, no debemos olvidar que Trump es por encima de todo un ‘outsider’, alguien ajeno al sistema que se rige por sus propios códigos. Como ha ocurrido en los últimos años de Obama, los congresistas y senadores pueden actuar de dique de contención frente al poder de la Casa Blanca. Pronto comprobaremos si los legisladores se pliegan también al fenómeno electoral de Donald Trump, un hito histórico en la política de Estados Unidos, un terremoto que hace unas semanas nadie esperaba.

Mikel Alcázar (Zaragoza, 1988) es periodista y consultor de Comunicación. Reside en Washington desde 2014.