gastronomía

Bar Antonio de Zaragoza cuelga el cartel de jubilación

Roberto López y Sole González se despiden de la barra de este restaurante fundado en 1950 en la calle de Dato. 

Roberto López Ruiz y su mujer, Sole González, de Casa Antonio.
Roberto López Ruiz y su mujer, Sole González, de Casa Antonio.
Toni Galán

"Fue muy triste, muy duro". A Roberto López y a Sole González les cuesta verbalizar lo que sintieron el día que colgaron el cartel de 'se traspasa por jubilación' en la fachada del emblemático Bar Antonio de Zaragoza. Solo atinan esas palabras, pero transmiten muchas más emociones. "Jamás olvidaré ese sábado por la tarde", asegura López.

Roberto llegó a la barra de este establecimiento hace 50 años, cogiendo el testigo de sus antepasados. "Mi abuelo tenía un quiosco en el bouleva de Independencia y cuando reformaron el paseo comenzó en un bar del Tubo, pero era tan pequeño que mi padre se lanzó a abrir Bar Antonio en la calle de Eduardo Dato", relata López, en ese mismo lugar.

Entonces, por la vecina avenida de Goya estaban las vías del tren al descubierto y se acababa de tapar el río Huerva por Gran Vía. Han sido casi 75 años en ese local de dos puertas y azulejos en la fachada que miraba al desaparecido Mercado del Carmen. Precisamente, ese fue uno de los alicientes para elegir este enclave, junto con su cercanía con el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, entonces facultad, morgue y casa de socorro.

Con el paso del tiempo, Roberto y su hermano Armando tomaron las riendas, junto a Sole, que se sumó en 1989. "Hemos tenido temporadas malas, pero lo hemos sacado adelante con la cabezonería de los tres", señala González.

Si la barra, el comedor y cocina de Bar Antonio hablasen... El jinete Luis Astolfi se hacía huevos fritos en sus fogones durante su mili en Zaragoza, los jugadores del CAI limpiaban las baldosas más altas, la dama de la televisión Laura Valenzuela ha disfrutado de sus platos, al igual que Enrique Bunbury, cuya presencia dejó sin comer a una extasiada comensal de otra mesa. "Hemos hecho muchas amistades, aquí ha venido desde el carpintero hasta el cirujano", resaltan.

La comida, la de siempre: callos, cabezas asadas, madejas, fritos al momento, albóndigas, pollo al chilindrón, manitas o el asado entre aragonés y castellano. A pesar de mantener sus recetas, esas que ya hacía Pilar –madre de Roberto–, se han adaptado a los tiempos, y más con la pandemia. Pero más allá de lo servido, el espíritu del bar ha sido un distintivo: "Siempre he pensado que quien viene una vez a Bar Antonio puede ser que vuelva, pero si regresa una segunda vez, no dejará de venir".

La primera televisión en un bar. Hace unos años recibieron la visita de un cliente que había sido antenista y les confesó que en este local se instaló la primera televisión en un bar. "Recuerdo que se sentaban en las mesas y venían a ver Estudio 1", indica López. Vivencias como esa se agolpan estos días en la añeja barra y en la sala repleta de obras de artistas amigos.

"El último día saldremos por la puerta grande"

Desde que llegó la noticia de la jubilación, los clientes les han mostrado su cariño y han comenzado las despedidas. "Sabemos que a algunos ya no los volveremos a ver", lamenta Sole. Pero se sienten satisfechos con el trabajo bien hecho, que llevarán con ellos: "El último día saldremos por la puerta grande".

Por el momento, ya han recibido alguna propuesta para traspasarlo, pero todavía quedan cinco meses para que cuelguen el delantal y hasta entonces seguirán "disfrutando" –porque Roberto no pronuncia la palabra "trabajar"–.

Además, la próxima primavera les traerá a su primera nieta. Seguro que, cuando crezca, alguien le cuenta alguna vez que en la calle de Eduardo Dato hubo un bar famoso por su cocina tradicional donde fueron felices miles de paladares.

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