Muere Antonio Castro y deja huérfanos a los amantes del buen vermú en Zaragoza
El coctelero, que en su última etapa profesional llevó las riendas de la vermutería Castrobar, falleció el fin de semana pasado.
Antonio Castro, vermutero y coctelero del barrio de Las Fuentes, falleció el sábado pasado a los 58 años. Durante casi seis años mostró su sabiduría alrededor del vermú en la vermutería Castrobar y en el funeral así se lo recordaron los muchos clientes que dejaron testimonio de su buen hacer.
Antonio encontró acomodo muchos días en el sherry bar del restaurante Absinthium. Él, que llegó a la hostelería como un aficionado, se juntó allí en innumerables ocasiones con otro ‘outsider’ del sector, Jesús Solanas, para empaparse de todo su conocimiento. Y este martes, en este mismo escenario, varios amigos quisieron acompañar a su mujer, Sonia Quílez, para rendirle homenaje en el templo donde tanto aprendió alrededor del vermú.
A la charla se sumaron su amigo Fernando Ruiz; el sumiller y jefe de sala del restaurante La Prensa, David Pérez; y Marisa Barberán, jefa de cocina de este establecimiento con estrella Michelin. Evidentemente, fue un encuentro cargado de emoción, que Sonia convirtió en un gran homenaje a su pareja.
"¿Cómo llegó Antonio a convertirse en un gran coctelero en tan poco tiempo?" Ella lo tiene claro: "Fue una casualidad que se transformó en una pasión; a medida que probaba vermús más le gustaba esta bebida y más los interiorizaba", rememoró.
Para Jesús Solanas "tuvo el mérito de hacerse un hueco buscando algo diferente; esa inquietud le llevó a jugar, evolucionar e ir cambiando constantemente para no quedarse en lo ya aprendido". Esa pasión la trasladó a los viajes, en los participó su amigo Fernando Ruiz. "Cuando los estábamos organizando siempre llamaba a Marisa y a David para que le dijeran qué bar, vermutería o bodega podía visitar".
Así sucedió también en Roma, en Jerry Thomas Speakeasy, que le sugirió Jesús Solanas, o en la coctelería napolitana donde sufrió el año pasado el infarto que irremediablemente deterioró su salud.
En los vermús amargos italianos encontró su principal fuente de inspiración. Así lo aprendió también de Jesús Solanas. "Decir vermú es decir Italia, que es donde más han trabajado esta bebida como un combinado, que es lo que realmente le apasionaba a Antonio". Tanto, que Sonia, su mujer, reconocía que "en estos años a mí, que era muy de dulce, se me ha amargado el paladar después de probar tantos de Italia que ahora aprecio".
"Me han dicho que tú eres el que adivina el vermú que le gusta a todo el mundo". Esta afirmación, que tantas veces escuchó Antonio Castro en su vermuteca, también salió ayer durante la conversación. "Con dos preguntas tenía la habilidad para ofrecer el que más se acercaba al gusto de cada cliente; nunca fallaba", reconocía David Pérez.
Otro detalle de su personalidad era su modestia, muy didáctico en su trabajo, pero poco dado a la alharaca. Llegó a tener más de 170 vermús en el local, pero nunca presumió demasiado de ello. "Yo siempre le decía que lo que le faltaba al Castrobar era que el castrobarman se creyese que el Castrobar era él, porque realmente es lo que sucedía y durante el funeral se lo reconocieron sus clientes y amigos", recordaba Sonia.
Por supuesto, el colofón a este encuentro tenía que llegar alrededor de su combinado preferido, el negroni, que tomaba habitualmente en Absinthium y también en Moonlight preparado por Borja Insa.
