Gamberro: cocina divertida que emociona, en Zaragoza

El Restaubar Gamberro apela a una cocina en la que el divertimento es, seguramente, el ingrediente fundamental.

Mónica Morales, Franchesko Vera, Patricia Lopes, Flor García y Fernando Reyes
Gamberro: cocina divertida que emociona, en Zaragoza
Gabi Orte - Chilindrón

Esta semana damos la bienvenida al Restaubar Gamberro, un proyecto muy personal del joven chef Franchesko Vera, cocinero de sólidas bases y conocedor de las más modernas técnicas a los fogones. El ingrediente principal de esta nueva propuesta es la diversión.


El Restaubar Gamberro responde a un concepto completamente inédito por estas latitudes y su filosofía es la de provocar las emociones del comensal apelando a una cocina en la que el divertimento es, seguramente, el ingrediente fundamental.


Pero la diversión, en este caso, no está para nada reñida con la seriedad en los planteamientos, habida cuenta de las sólidas bases y el dominio de la técnica de la que hace gala el joven cocinero Franchesko Vera. El restaurante, presidido por un vistoso grafiti, obra de Mood, se ubica al comienzo de la avenida de Madrid, cerca de la plaza del Portillo, y ofrece, a partir de la próxima semana, un menú del día para los almuerzos, a 20 euros, y dos menús degustación, uno a 30 euros y el más completo a 45. La composición de estos menús irá variando en función de la temporada y de la aceptación que obtengan los platos por parte de la clientela.


La cena de presentación incluyó muchas de las creaciones que se podrán disfrutar en el local, con un gran protagonismo de las cocinas y productos asiáticos, que Vera conoce a la perfección. Así, llegaron exquisiteces como sopa de miso con alitas de pollo, un sashimi de atún rojo y lubina, unas lenguas de pato con sus huesecillos incluidos, o unos fideos con verduras y mejillones en formato para llevar y con una humorística presentación en camiones de juguete (en un guiño a la comida en la calle tan en boga). También utilizó el nitrógeno líquido en un postre de palomitas de chocolate especiado con wasabi, impregnó una focaccia de plancton marino y consiguió una amalgama de sabores a priori imposible en el, para mí, mejor pase de la noche: panceta adobada a la brasa con vinagreta de cítricos y chilly. Y con la carta de vinos también se disfruta.


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