La etiqueta es lo de menos, importa el contenido

"No es necesario estar en una denominación de origen" asegura este enólogo.

Víctor Clavería, viticultor y padre del vino Dominio del Fanfarrioso.
Víctor Clavería, viticultor y padre del vino Dominio del Fanfarrioso

Víctor Clavería es el protagonista de una curiosa historia de amor al vino. Es economista y, cansado de la vida monótona en oficinas trabajando con balances, hizo un grado superior en Vitivinicultura y los máster en Análisis Sensorial del Vino y Dirección de Empresas Vitivinícolas en la Universidad de La Rioja y se puso a hacer lo que más le gusta: trabajar en la viña y elaborar vino en una bodega, en su bodega. Está situada en su pueblo natal, en la población oscense de Almunia de San Juan. Su objetivo:conseguir productos únicos, intensos, concentrados y potentes. «Buscar la esencia del vino, lo auténtico», resume Clavería.

Para conseguirlo, «no es necesario estar en una denominación de origen o en cualquier otra zona calificada», asegura este enólogo. Su desapego a las indicaciones geográficas protegidas queda patente en la vistosa etiqueta que lucen sus vinos, con las que pretende caricaturizar a quienes «solo consumen vinos de conocidas denominaciones de origen y que supeditan su elección a la denominación». Son los «fanfarriosos», que dan origen también al nombre de la bodega.

Su carta de presentación son dos vinos que elaboró a partir de cepas muy especiales que encontró en las Alpujarras almerienses, en torno a los 1.000 metros de altitud. En efecto, son muy auténticos, expresivos y exquisitos. Especialmente el blanco, un macabeo de 2012 con raza, untuoso y persistente, uno de los mejores que he probado este año. El tinto es un tempranillo de 2011, algo más complejo que el anterior pero igualmente fácil de beber. Este ha sido galardonado con una medalla de oro en el concurso internacional de Lyon.

En la actualidad, trabaja con viñas situadas en el Sobrarbe de las variedades cabernet, garnacha y syrah. También está muy avanzado otro proyecto de explotación de unas cepas de más de 60 años, de garnacha tinta y garnacha blanca, en las cercanías de Monzón. De allí saldrán sus próximos vinos, con la misma filosofía, la autenticidad.


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