Comprar un melón y que salga bueno no es una tarea sencilla. Los expertos consultados recomiendan:

Acudir al frutero de confianza. En las grandes superficies las posibilidades de errar son mayores. Los melones pasan de mano en mano y los bordes, en muchos casos, están reblandecidos de tanto que se aprietan; una maniobra que, por otra parte, "no sirve para nada", según Javier Monge. Lo verdaderamente importante, asegura Javier Pueo, es que una vez cogido de la mata "haya pasado 10 o 12 días en un almacén para que macere, ya que si lo vendes enseguida la carne es muy dura". Visualmente, hay algunos indicios que nos pueden ayudar a hacer una buena elección en el mercado. Es importante que presenten un color verde oscuro, ya que si clarean mucho es síntoma de que se han cortado sin madurar. Por otra parte, cuando el color tiende a amarillear, mejor no comprarlo, ya que seguramente se ha pasado de maduro. Y si presenta una ligera capa de polvo, también está para comerlo ya y es preferible no guardarlo demasiado. En cuanto al tamaño, los consumidores aragoneses los prefieren consistentes. "Nos gustan grandes -asegura Javier Monge-, cuanto más gordos, mejor; de hasta ocho kilos me los piden en algunas fruterías". Y no nos falta razón a la hora de exigir estos formatos. "El melón que es bueno tiene que pesar mucho, es la mejor garantía de su calidad", confirma Javier Pueo, gerente de una empresa hortofrutícola de Cofita.

Sabor y agua para hidratarse

Más del 80% de la composición del melón es agua, por lo que es muy recomendable para recuperar los líquidos que el organismo pierde en verano, con la ventaja añadida de su bajo aporte calórico, por lo que se puede consumir en la cantidad deseada sin temor a ingerir un exceso de calorías ni de azúcares. Está indicado en dietas de control de peso y de los hidratos de carbono, como la de los diabéticos.

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