Agricultor de Alfamén: "Me gustaría seguir en el campo, pero así es imposible"

La protesta que ha cortado la A-2 en La Almunia ha reunido a decenas de agricultores de Cariñena, Valdejalón y Calatayud.

Santiago Campos, Jesús Sánchez, David Gimeno y Antonio Campos, de Alfamén, durante las protestas de agricultores.
Santiago Campos, Jesús Sánchez, David Gimeno y Antonio Campos, de Alfamén, durante las protestas de agricultores.
Macipe

Desde antes del amanecer, decenas de tractores procedentes de varios municipios de las comarcas de Cariñena, Valdejalón y Calatayud han colapsado el tráfico, tanto circulando en marchas lentas como deteniéndose, en la autovía A-2 a la altura de La Almunia de Doña Godina, con epicentro en la rotonda que enlaza las carreteras de Cariñena (A-220) con la de Ricla (A-121). El corte se ha extendido durante toda la mañana y sin visos de acabar. Allí se concentraban productores de frutal, principalmente, aunque también de vid. Uno de los participantes, Santiago Campos, de Alfamén, se mostraba rotundo: "Querría seguir en la agricultura, pero en estas condiciones, con los precios que nos pagan y los costes que hay, es imposible".

"No se puede vivir del campo", admite Antonio, su hermano, que contempla la hilera de coches y camiones bloqueados, que les muestran su apoyo en forma de bocinazos. A la misma postura se suma Jesús Sánchez, también de la misma villa, que califica la situación directamente de "insostenible": "El coste de la producción ha subido un 48% y el precio que te pagan por la producción es el mismo o menos", reconocía. Esta falta de rentabilidad la explicaba José Antonio Aznar, de La Almunia: "Antes con 10.000 kilos podías vivir, ahora necesitas 200 hectáreas para malvivir".

Para explicar la imposibilidad de entrar a la actividad, Campos incide en que "quien no tenga maquinaria que le venga de familia, que se despida, no lo puede hacer" y zanjaba su enfado con un "si me ofrecen comprarme las viñas es que ni me lo pienso". Sobre esa dificultad de entrar al sector, coincidía Alejandro Valiente, de Cariñena: "Tendría que vivir cuatro vidas para pagar una maquinaria aceptable", dice mientras señala al vetusto John Deere de 44 años que ha llevado hasta el Mesón de la Ribera.

Valiente hace cuentas y calcula que "hace falta hasta el 80% de la producción para cubrir gastos". "Y también tenemos que vivir", puntualizaba con un toque de ironía. Para Julio García, también de Cariñena, otro de los aspectos negativos es el cambio de postura del sector bancario porque "antes te trataban bien, ahora solo hacen más que apretar y han cerrado el grifo". "Mi padre, que tiene 75 años, ya me dice que me busque la vida por otros sitios", reconoce Aznar.

En este sentido, incide en que se está "ahogando" a los productores con la burocracia. "Tienes que cumplir muchísimas exigencias, no te dejan sembrar lo que quieres, te obligan a rotar cultivos y las proporciones", remarca Aznar. A su vez, Francisco Javier Auré, de Cosuenda y dedicado a la cereza, insistía en que "no se puede trabajar". "Suben los jornales, los costes de todo… Pero el precio no sube", incidía. "El kilo de cereza lo pagan a euro y medio y luego se vente a 8 euros. ¿Cómo se come eso?", dice Javier Guerrero, de Alarba.

Desde esta localidad de la Comunidad de Calatayud a más de 50 kilómetros, un grupo, acompañado de otros productores de pueblos cercanos como Morata de Jiloca, hacían piña a pie de rotonda. "Lo hacen insostenible por los precios que pagan, los seguros que no cubren, tienes que meter tiempo en hacer papeles o pagar para que te los hagan…", enumeraba Guerrero. A eso añade que "y para colmo entran productos, de Marruecos y otros sitios, para los que usan sulfatos y fitosanitarios que aquí están prohibidos".

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