Gente de la tierra

El escocés que recaló en Calatayud para impulsar los vinos de garnacha

Norrel Robertson posee el prestigioso título de Master of Wine y elabora 18 vinos singulares dando peso a la agricultura regenerativa.

Natural de Dundee (Escocia), Robertson lleva dos décadas viviendo en Calatayud con su mujer, Sharon Wade.
Natural de Dundee (Escocia), Robertson lleva dos décadas viviendo en Calatayud con su mujer, Sharon Wade.

'Manda huevos’, ‘Dos dedos de frente’, ‘Es lo que hay’, ‘El mondongo’, ‘En sus trece’, ‘Manga del brujo’ o ‘La multa’ son algunos de los curiosos nombres con los que cuentan los vinos de El Escocés Volante, una compañía de Calatayud que gestiona el escocés Norrel Robertson junto a su mujer y sus hijos.

El gusto por las expresiones y las frases hechas de Robertson está detrás de estas nomenclaturas, con las que se familiarizó al llegar a España en 2003, eligiendo el municipio bilbilitano para residir por casualidad, aunque ya conocía su potencial vitivinícola por haberlo visitado en el marco de los proyectos de enología que llevó a cabo con la empresa International Wine Services. Antes había trabajado en bodegas de Francia, Italia, Portugal, Chile y Australia, donde puso en práctica una pasión que le viene de su Escocia natal. "Cuando acabé el colegio, no tenía muy claro qué hacer y me decanté por Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Mientras estaba en la carrera, en Aberdeen, conseguí un trabajo en una tienda de vinos y tras concluir los estudios me quedé ahí. Fue un mundo que me enganchó y, desde entonces, me dedico a él. Una de las cosas que más me ha gustado es aprender a hacer vino en bodegas y observar las diferencias entre las uvas y cómo se comportan en distintos climas", apunta el enólogo.

Después de superar unos exámenes de la Wine & Spirit Education Trust, trabajó en los departamentos de ‘Fine wine’ de varias empresas londinenses. Y, durante su periplo internacional, obtuvo el título Master of Wine, uno de los mayores reconocimientos sobre vino que existen en el planeta y que muy pocas personas poseen en España. "Ahí me convertí en enólogo volante y decidí irme a Nueva Zelanda a estudiar un posgrado de Vinicultura y Enología, un programa que me ayudó mucho a conocer bien la elaboración de vinos y que supuso cerrar el círculo de mi formación". Posteriormente, tras otra experiencia en Chile, llegó a Calatayud, donde en 2004 crearía la empresa junto a su mujer.

La cuna de la garnacha

Desde entonces, El Escocés Volante ha ido creciendo hasta comercializar actualmente un total de 18 vinos –algunos enmarcados en la DO Calatayud– concentrados pero también frescos y con acidez, en los que la garnacha ocupa un lugar destacado. "Aragón es la cuna de la garnacha, cuenta con el clima perfecto para ella y tenemos que aprovechar las posibilidades de una variedad que es única en el mundo", explica Robertson, que dispone de casi 40 hectáreas de viñedo, la mayor parte en viñas viejas.

En El Escocés Volante compran las uvas a experimentados agricultores de la zona y tienen también proyectos en otros puntos de España, como las Rías Baixas gallegas, asesorando también a algunas empresas latinoamericanas. Con sus diferentes propuestas, el escocés trata de "expresar el terruño de cada parcela" de las que poseen, que presentan una gran diversidad, pasando de los 650 metros de las más bajas a los 950 de las más altas.

Por otra parte, en la compañía otorgan un notable peso a la viticultura regenerativa, marcándose como objetivo obtener la certificación de la asociación española correspondiente. "En Calatayud no hay excusa para no hacer producción ecológica, pues no hay presión de enfermedades sobre los cultivos. Además, somos partidarios de respetar los suelos y recursos que tenemos, algo fundamental para que nuestros viñedos sean longevos. Creo que la agricultura regenerativa es el futuro y algo que en España se va a ir viendo con cada vez más frecuencia", indica el profesional.

A este respecto, hace unos meses hicieron una inversión para adquirir un horno en el que queman los sarmientos y secuestran dióxido de carbono, de forma que el humo que se produce no contamina. Además, en el proceso se genera una tapa de carbón vegetal –conocido como ‘biochar’– que vuelve al suelo mejorando su porosidad, los hongos y otros elementos fundamentales para la vida en él. Un sistema cada vez más utilizado que aspira a convertirse en todo un referente dentro de los enmendantes del suelo y que tiene potencial para contribuir a mitigar el cambio climático.

En relación al sector, Robertson lleva tiempo apostando por la unión de fuerzas entre las denominaciones de origen y las bodegas para impulsar los vinos de garnacha, un objetivo en cuyo cumplimiento cree que se ha avanzado mucho en los últimos años. "La garnacha tiene relevancia en el mercado, pero ha tenido más fuerza en países como Estados Unidos, donde no hay tanta obsesión con las DO como aquí. Considero que sería interesante hacer más estudios de zonificación y apostar por una pirámide de clasificación que es más fácil para el consumidor y más clara para ver las diferencias entre los terruños y sus calidades, que es la que empieza por la comarca-denominación, y tiene encima el pueblo, sobre este el paraje o conjunto de hectáreas y en la parte superior la parcela concreta", concluye el enólogo.

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