Balance agrario

El difícil camino recorrido por el sector agrario aragonés en 2022 para llegar a un incierto nuevo año

El de 2022 no ha sido un buen año para el sector agrario, a pesar de que sus producciones, muy mermadas, han tenido elevados precios. Y este 2023 llega rodeado deincógnitas por el cambio climático y la nueva PAC

El nuevo año llega con numerosas incertidumbres e incógnitas para el sector agrario aragonés
El nuevo año llega con numerosas incertidumbres e incógnitas para el sector agrario aragonés
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Los agricultores y ganaderos no quieren echar la vista atrás. El año que terminó hace apenas quince días les ha dejado un agrio recuerdo. El clima no tuvo piedad y envió sobre sus producciones todo tipo de inclemencias, desde heladas primaverales a sofocantes olas de calor, pedrisco y una larga y dura sequía. No han faltado los voraces incendios y, por haber, ha habido (y hay) una incomprensible guerra en suelo europeo que ha desatado una crisis energética que ha provocado inasumibles costes de producción.

El mercado ha dado un respiro. No es que se haya consumido más, pero se ha hecho a precios más elevados –tanto por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania como por las menores cosechas–, especialmente para las producciones de herbáceos, aunque como cada cara tiene su cruz lo han pagado los ganaderos, que han visto cómo las ganancias de unas mayores cotizaciones se diluían por el encarecimiento no solo de la energía sino también los piensos con los que alimentan a sus animales.

Lo prueban los balances agrarios realizados por las distintas organizaciones agrarias aragonesas, que hablan de 2022 como "un año nefasto", en el que apenas ha habido producciones que se hayan salvado de la merma y no hay excepción cuando se habla del "desorbitado" desembolso que han tenido que realizar los profesionales del sector para realizar sus siembras, para abonar sus cultivos, para cosechar, para regar o para mantener la temperatura que exige el bienestar de sus animales, cuya alimentación –el mayor coste de producción– también se ha disparado. Un cálculo que esta semana presentaban los máximos responsables de UAGA, que reconocían el buen comportamiento de los precios, pero advertían que no son precisamente las explotaciones profesionales las que se están beneficiando del aumento de la renta agraria.

Si mirar al pasado inquieta, no tranquiliza entrar en un nuevo año que se resiste a despejar las incertidumbres. Resulta difícil para el sector presagiar lo que está por venir. Preocupan los efectos de un cambio climático que tanto daño han causado en sus producciones. De hecho, la siniestralidad en 2022 ha llevado a cifras récord –110 millones de euros– las indemnizaciones de Agroseguro en Aragón. Inquieta además el comportamiento de los mercados y genera muchas dudas cómo resultará –económicamente hablando– esa nueva PAC que se ha estrenado este 2023.

No es su única preocupación pero es la que está provocando las mayores afecciones en el campo. Las cifras del último balance agrario de UAGA evidencian el demoledor impacto que el cambio climático ha tenido en las cosechas, sin excepción. Y no acaba ahí. Las inusuales temperaturas que se están viviendo en la Comunidad, con una ausencia total de precipitaciones (ni agua ni nieve) podrían augurar una nueva campaña a la baja en las producciones. No hace el frío que necesitan las plantas, la sequía es persistente y el agua necesaria para el riego está llegando con cuentagotas a los embalses.

"Es pronto para aventurar cómo evolucionará la campaña", señala el secretario provincial de UAGA en Zaragoza, José Antonio Miguel, que recuerda que las siembras del cereal se retrasaron en espera de que cayera algo de lluvia que permitiera disponer del tempero suficiente. Las suaves temperaturas han hecho que la planta tome altura y luzca con buena presencia pero, advierte Miguel, "si no hace suficiente frío en invierno, los cereales son más débiles en primavera y podríamos encontrarnos con una menor producción y de peor calidad". Lo que ya es un hecho es que las dudas de la PAC han hecho retroceder un 10% la superficie sembrada este año de herbáceos.

"Estoy podando en manga corta, en pleno enero, con eso lo digo todo", señala el fruticultor de Osso de Cinca y secretario provincial de esta organización agraria en Huesca, Óscar Moret. Mientras repasa las pobres cifras con las que los cultivos leñosos han cerrado la campaña y recuerda todas las incidencias climáticas que están teniendo que soportar los árboles, advierte que "si este es el clima que vamos a tener a partir de ahora, habrá que cambiar de cultivos, pero lo que está claro es que los fruticultores no estamos capitalizados para poder hacerlo".

Pese a todo, y aún con el recuerdo de un 2022 "agrio", el secretario general de UAGA, José María Alcubierre, insiste en que a esta organización agraria "no le gusta ser catastrofista", porque la campaña es larga y "la situación actual puede dar un giro total". Pero de lo que Alcubierre no tiene duda es que lo que debería de cambiar son "las politícas agrarias", especialmente aquellas que se cuecen en los despachos de Bruselas. Porque está por ver, y eso genera incertidumbre durante esta campaña, el resultado de una nueva Política Agraria Común, "que no apoya a la ganadería extensiva de ovino y pone trabas a las explotaciones familiares de vacuno de carne", lamenta el líder de esta organización en Teruel, Alberto Escura.

Un campo de cereal en Aragón.

Mucho calor, poca agua y una guerra

Pintaba una gran cosecha de cereal en 2022 porque las nascencias fueron buenas y también el desarrollo del cultivo, pero el mercurio desbocado al alza y una ausencia total de precipitaciones aguaron la fiesta. Y lo que se esperaba se redujo de media un 18% en herbáceos. La falta de disponibilidad de agua pasó factura al arroz, que sigue perdiendo terreno por la eliminación de las ayudas desacopladas, la modernización de regadíos y los costes de producción, de cuyos incrementos –provocados por el estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania– no se ha salvado ni un cultivo.
Ganaron superficie las oleaginosas, sobre todo la colza y el girasol. Los motivos tienen que ver con el conflicto bélico en el considerado como granero de Europa, que ha incrementado la demanda internacional y ha provocado serios problemas de abastecimiento. Pero aún con más tierra no ha habido más producción, mermada también por la sequía.
Los precios han puesto la nota positiva. Las subidas han sido generalizadas y han llegado incluso hasta el 46% de incremento que se anotó la cebada, una cultivo con destacada presencia en la Comunidad aragonesa. 

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Un "agrio" balance para la fruta dulce

Un 14% cayó la producción de fruta y almendra en 2022 respecto a la campaña anterior, en la que la cosecha ya había sufrido una merma del 40%. Pero eso solo es una media, porque hay especies en las que el descenso es del 25% y otras, como la cereza, en las que se ha recolectado un 50% más que el año anterior, aunque hay que tener en cuenta que en 2020 la cosecha fue muy corta por los daños provocados por las intensas lluvias primaverales y las heladas.
La cara la puso el mercado. Hubo una gran demanda de fruta y buenos precios, pero habrá que esperar los últimos cálculos para comprobar si realmente el aumento de ingresos en las explotaciones, una vez restados los elevados costes de producción, permiten lograr una rentabilidad que dé un respiro al sector, "que lleva varias campañas endeudándose".
Y aunque este año "tras una larga lucha sindical", señala UAGA, la fruticultura aragonesa ha contado con ayudas, la organización agraria lamenta que el montante (3 millones de euros) ha sido muy inferior a los 16 millones repartidos entre los productores catalanes. "Se está generando dos sectores a dos velocidades y pierde Aragón", advierte. 

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Explotación de olivos

Escasa producción a precios de oro

La severa sequía y las continuadas olas de calor que tuvieron que soportar los cultivos durante la práctica totalidad del pasado verano pasaron una elevada factura a los olivares aragoneses. De media, la previsión de cosecha apenas alcanza los 31.000 toneladas de aceituna, nada menos que un 57% menos que el año anterior. Teruel se lleva la peor parte. Los cultivos de esta provincia recolectarán un 85% menos de fruto, mientras que el descenso de la producción en Huesca se acerca al 50%.La caída estimada en Zaragoza es del 30% respecto a la de 2021.
Con tan escasa producción de aceite, este alimento, uno de los básicos de la dieta mediterránea y uno de los principales de la cesta de la compra de los españoles, está protagonizando precios que hacen historia. De hecho, según los últimos datos de Eurostat, el oro líquido español se ha anotado incrementos de hasta el 42% en los últimos meses.
Con cotizaciones «por las nubes», como reconoce UAGA, la organización agraria teme que la producción termine comercializándose a granel, "que también tiene unos precios muy atractivos", perdiendo así valor diferencial y cuota de mercado. 

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Porcino.

Crece la producción pese a Rosalía

Aragón es un Comunidad netamente ganadera. Se lo debe al sector porcino, que representa el 66% de la Producción Final Ganadera (facturación) y el 39% de la Producción Final Agraria (PFA) y mantiene un liderazgo que no ha decaído a pesar de las incertidumbres del mercado y de los altos costes de producción. Así lo refleja el balance de UAGA, que destaca un incremento de esta producción del 11%. Y lo ha hecho, explica la organización agraria, a pesar de la incidencia de un virus respiratorio, de nombre Rosalía, "para el que no hay vacunas ni tratamientos" y que causa graves pérdidas económicas en las granjas porque produce entre un 30% y un 70% de abortos y mortalidad en cerdas, lechones y engordes.
"La enfermedad está provocando que las explotaciones tarden mucho más en llenarse, lo que supone un descenso de la renta que provoca que sea más costoso hacer frente a las amortizaciones", señalan los responsables de la organización agraria, que recuerdan que aunque mayoritariamente este sector está en manos de grandes integradoras, "en tierras de secano da mucha vida a las explotaciones agrícolas". 

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El vacuno de carne ha sido el sector más golpeado por las restricciones de la pandemia y los elevados costes del cereal.

La amenaza que llega de Bruselas

El vacuno de carne es unos de los sectores ganaderos de peso en la Comunidad, especialmente en la provincia de Huesca en la que se ubican el 65% de las explotaciones que existen en Aragón (3.299 granjas de las que 2.184 son cebaderos de terneros). Su censo se incrementó el pasado año hasta los 378.797 animales, y creció también un 10% la producción de carne (145.812 animales sacrificados y 42.468 toneladas), pero no ha tenido el mismo comportamiento el consumo, que descendió un 18% "seguramente debido a la crisis y al aumento de precios", explica el informe de UAGA. Pero la principal amenaza para este sector llega desde Bruselas, cuya política agraria ha dejado fuera de las ayudas a los terneros, "un peligro para las explotaciones familiares", detalla la organización agraria.
Una situación muy distinta es la que vive el vacuno de leche. Apenas quedan en Aragón 43 ganaderos en este sector porque en los últimos años se ha producido un goteo continuo de cierres y ya «solo se mantienen las grandes empresas», advierte UAGA, cuyo informe destaca que, al menos, en 2022 el precio del litro de leche se ha incrementado un 31%. 

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La ganadería de ovino es uno de los sectores vulnerables que podría ser destino de las ayudas.

Consumo a la baja y olvido de la PAC

La ganadería extensiva de ovino lleva años arrastrando una crisis estructural que ha provocado una drástica reducción de su cabaña. El pasado año su censo era de 1.546.372 cabezas –llegó a tener el doble hace apenas una década– que se reparte casi a partes iguales por las tres provincias aragonesas.
Entre sus principales problemas figura el envejecimiento de los profesionales y las dificultades para que se produzca el necesario relevo generacional. Pero no ayuda, además, el consumo que continúa en caída libre. En 2022 el descenso se cifró en un 25%, según los datos del balance de UAGA, cuyos representantes apuntan "al escaso apoyo de las ayudas de la Política Agraria Común" como uno de las principales amenazas de este sector, en el que la producción de leche es casi testimonial en la Comunidad.
Ha habido menos producción, un descenso del 5% respecto al año anterior, y, aunque la demanda ha sido menor, los precios han mejorado sensiblemente y han sido más atractivos. "Eso ha hecho que podamos trabajar mejor porque, al menos, podemos ir cubriendo los costes de producción", matizan los responsables de UAGA. 

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Explotación avícola

Contratos al borde de la inviabilidad

No corren buenos tiempos para el sector avícola de carne. Los elevados costes de producción han caído como una losa en esta ganadería, que aglutina en Aragón a 347 explotaciones con una capacidad total de 18,8 millones de plazas de broilers. Funciona mayoritariamente bajo el modelo de integración, similar al del porcino pero con significativas diferencias. "En los contratos al ganadero, la integradora repercute el precio del pienso y la energía", explica Alberto Escura, líder provincial de UAGA en Teruel, que señala que esta circunstancia está provocando unos costes de producción «inviables para que las explotaciones puedan seguir adelante».
El problema, destaca el sindicalista, es que no resulta sencillo que el ganadero cambie de actividad porque son muy elevadas las inversiones realizadas que ahora tienen que amortizar. Y para más inri, muchas de las explotaciones aragonesas "han recibido la puntilla al quedar excluidas de las ayudas habilitadas por el Gobierno central para compensar a los agricultores y ganaderos de los negativos efectos provocados por la guerra de Ucrania", advierte Alberto Escura. 

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El cambio (climático) en el mercado laboral

En una actividad que se ejerce al aire libre, cualquier cambio del clima no solo afecta a la producción, también y, con igual virulencia, a su mercado laboral.

Lo escenifica gráficamente el balance agrario 2022 realizado por UAGA, que evidencia que los datos de contratación del pasado ejercicio son "los más bajos de los últimos cinco años". Se auguraba el descenso, reconocen los responsables de la organización agraria en su documento, cuando comenzaron a hacerse las previsiones de campaña en las que se estimaban pérdidas del 80% en almendra y de más del 65% en fruta (en algunas zona hasta el 100%), porque cuando hay poco que recoger hay poca mano de obra que emplear.

"Los datos de contratación en Aragón y en cada una de las provincias han sido desastrosos", destaca el balance agrario, que señala que las comarcas en las que se ha contratado, "se ha hecho en menor medida y durante muy poco tiempo". Lo prueban las cifras. La variación respecto al año anterior es negativa en prácticamente todo el año, mucho más acusada entre los meses de mayo hasta agosto, donde los descensos oscilan entre el 19,52% y casi el 27%. La mayor caída se produjo durante los meses de mayo y junio (5.000 trabajadores menos que en 2021), dado que las intensas heladas primaverales no hicieron innecesarias las labores de aclareo en flor y no dejaron fruta temprana que recoger. Algo menor, pero no menos significativo, fue el descenso de contrataciones en julio (4.000 menos) y en agosto (un descenso de 3.000 contratos), aunque UAGA reconoce que "parece que en noviembre las cifras han comenzado a recuperar el tono de años anteriores", por lo que espera –más bien desea– que se mantenga así hasta mediados de año.

La reforma laboral también ha dejado cambios en el mercado de trabajo del sector primario, cuyos representantes insisten en que los empresarios del sector son los primeros a los que les gustaría tener una mano de obra estable, dentro de la estacionalidad propia de la actividad, y contar con los mismo trabajadores año tras año. Pero, reconocen los líderes de UAGA, a pesar de que el sector ya utilizaba la modalidad de fijos discontinuos, lo cierto es que esta exigencia legal suele ser más compleja y diferente en la agricultura. "En 2022 se han contratado con esta fórmula a mucho trabajadores que este año no aparecerán, ya que no son trabajadores que habitualmente viven y trabajan en nuestras comarcas", detalla Óscar Moret, fruticultor del Bajo Cinca y secretario provincial de UAGA en Huesca.

Ya vivieron estas dificultades el pasado año. Moret señala que las previsiones de cosecha eran tan malas antes de que llegara el momento de la recolección que los trabajadores «de todos los años» optaron por marcharse a buscar empleo a otros países como Francia o Alemania, lo que provocó que cuando hubo que recoger lo poco que quedada «no había forma de encontrar trabajadores disponibles». Ya no se pudo recurrir a los contingentes (contratación en origen) y solo quedó el recurso del ‘boca a boca’ «de los pocos trabajadores que, en su mayoría de nacionalidad búlgara, llamaron a parientes, amigos y vecinos», explica el líder sindical.

Pese a todo, desde la organización agraria reconocen que poco a poco el sector se ha ido acostumbrando a los cambios de la reforma laboral que, en un principio, fueron complicados. Advierten, sin embargo, que "el problema vendrá en 2023", porque los trabajadores del campo tiene una gran movilidad y posiblemente sea difícil disponer con los mismos fijos discontinuos.

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