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El pan del horno del abuelo Desiderio Rodellar todavía se hace en Villanueva de Sijena

Su nieta María José Blecua lleva el establecimiento junto a su marido José Luis, y son la tercera generación de esta familia de panaderos.

María José Blecua y su marido José Luis en su panadería de Villanueva de Sijena
María José Blecua y su marido José Luis en su panadería de Villanueva de Sijena
H. A.

De padres a hijos. Así ha pasado la tradición panadera y repostera en la panadería Blecua de Villanueva de Sijena durante tres generaciones. Actualmente es María José Blecua, la nieta del fundador, quien la regenta junto a su marido José Luis, ambos ya rozando la edad de jubilación. 

Y es que desde que Desiderio Rodellar abriera este horno han pasado más de cien años. Lo puso en marcha en 1919, después de aprender el oficio en la pastelería Zorraquino de Zaragoza. Junto con su mujer, que era de Selgua pero tenía familia en Villanueva de Sijena, empezaron a hacer pan, magdalenas, farinosos y otros dulces. 

Desde entonces, el negocio ha pasado por dos generaciones más pero sigue estando en su lugar originario (calle Joaquín Costa, 5) y es el mismo horno moruno de leña con fuego directo con el que el abuelo Desiderio empezó a hacer pan hace 103 años. En este tiempo pocas cosas han cambiado en la forma de trabajar y prácticamente todo se sigue haciendo a mano. "Tenemos una amasadora y después lo cortamos y lo boleamos a mano y también le hacemos las formas", explica María José, en referencia al pan. Confiesa que su horno no es fácil de manejar y que hay que estar pendiente de echar leña y, sobre todo, de la temperatura. 

De igual forma que la tradición de hacer pan ha pasado de padres a hijos, también lo ha hecho la faceta repostera de este horno de toda la vida. Las recetas que la abuela materna de María José hacía en casa se trasladaron a la panadería y hoy en día algunas todavía se mantienen.  "Hemos tenido que reducir la variedad porque solo estamos los dos para todo y no nos da tiempo a hacer más", explica la panadera. Y eso que antes, dice, "se hacía mucho más pan que ahora". "Cada vez los pueblos van a menos y este negocio va bajando. Suerte que todavía hay gente a la que le gusta este tipo de pan", añade. 

María José Blecua: "Cuando salí de la escuela ya empecé a ayudar a mis padres a despachar. Yo quería estudiar pero soy la pequeña de dos hermanas y la familia solo se podía permitir los estudios de una"

Villanueva de Sijena es un pueblo de Los Monegros que apenas tiene 300 habitantes censados, aunque en verano, como suele pasar, aumenta mucho la población. Pese a su tamaño hay dos panaderías con horno y, en el caso del de María José, el pan solo se vende en el mismo municipio. Lo que sí llevan a otros de alrededor para su venta es la repostería, como magdalenas o farinosos, que se hacen a diario. El despacho del pueblo abre de lunes a sábado y, para que todo esté preparado a primera hora, María José y José Luis suelen empezar a trabajar a las cinco menos cuarto de la madrugada. En fechas señaladas, como Nochebuena y otras ocasiones especiales, se levantan un par de horas antes porque hay que hacer el doble de pan.

María José Blecua y su marido José Luis en su panadería de Villanueva de Sijena
María José Blecua y su marido José Luis en su panadería de Villanueva de Sijena
H. A.

Un horario muy exigente que es uno de los motivos por los que el oficio de panadero es tan sacrificado. Quizá por esta razón las nuevas generaciones no quieren continuar con este tipo de trabajos. Es el caso de los tres hijos de este matrimonio de panaderos, que están desarrollando sus carreras profesionales en otros ámbitos. Pero María José, que tiene 64 años, no quiere hablar antes de tiempo sobre si la panadería Blecua acabará cuando ella se jubile. "Tal y como están los tiempos, casi es un lujo poder trabajar y mientras el cuerpo aguante, seguiremos. Trabajaríamos aunque nos tocara la lotería porque si no, no sabríamos qué hacer", asegura, pese al cansancio extra que conllevan fechas señaladas, como las navidades o las fiestas de verano.

Además, para María José el horno tiene un gran valor sentimental. Desde que tiene uso de razón se recuerda correteando por allí y su casa siempre ha estado encima de la panadería. "Cuando salí de la escuela ya empecé a ayudar a mis padres a despachar. Yo quería estudiar pero soy la pequeña de dos hermanas y la familia solo se podía permitir los estudios de una", explica María José, cuya hermana es maestra y vive en Galicia. Lejos de sentir recelo, para ella su trabajo lo es todo, lo que ha vivido desde pequeña, lo que tiempo después empezó a compartir con su marido y, en definitiva, su hogar.

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