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El ingeniero de BSH y el Nobel de Física

José Miguel Gil, que trabaja en la sede de Balay en Montañana, tuvo una aportación para que el italiano Giorgio Parisi ganara el premio.

José Miguel Gil, en las instalaciones de BSH Electrodomésticos en Montañana.
José Miguel Gil, en las instalaciones de BSH Electrodomésticos en Montañana.
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Aportación ‘maña’. No hubo zaragozanos entre los reconocidos con el Premio Nobel de Física 2021, anunciado en otoño pasado, pero unos cuantos investigadores de la Universidad de Zaragoza pueden contar con orgullo que colaboraron para que lo consiguiera el italiano Giorgio Parisi. Uno de ellos, José Miguel Gil, hoy ingeniero en el Centro de Tecnología en inducción de BSH Electrodomésticos en Montañana, habla con satisfacción contenida de ese «granito de arena» que pusieron él y otros aragoneses para que Parisi se hiciera con tan prestigioso galardón, compartido con el japonés Syukuro Manabe y el alemán Klaus Hasselmann. Parisi recibió el Nobel por sus contribuciones al estudio de sistemas desordenados, especialmente los conocidos como ‘spin glasses’ (vidrios de espín), y la posterior aplicación de sus ideas a campos tan diversos como la materia blanda, la biología o problemas de optimización en informática. El científico colaboró activamente con los investigadores del campus Río Ebro, así como otros de la Universidad de Extremadura, de la Complutense de Madrid y de otras universidades italianas, en el proyecto hispano-italiano Janus para el diseño de superordenadores que han contribuido al estudio de esos vidrios de espín. «Había varios físicos teóricos como él, y otros como yo, ingenieros, nos centramos en acelerar los cálculos de simulaciones numéricas», reseña Gil, que trabajó en el proyecto Janus entre 2010 y 2014, aunque otros ya estaban antes.

Tesis doctoral. El hoy empleado de BSH, compañía que incluye la marca aragonesa Balay, estudió ingeniería industrial en la Universidad de Zaragoza y luego hizo la tesis doctoral con un grupo de investigación que desarrollaba ordenadores dedicados a hacer cálculos en física para demostrar una de las teorías de Parisi. «Yo programé durante años algoritmos y más adelante, una vez que sacamos el primer ordenador, se consiguió financiación para una segunda generación con procesadores más nuevos», apunta Gil. «El nombre de Giorgio Parisi, un físico teórico que es muy modesto y a quien no le gusta mucho viajar, sonaba desde hace años para el Nobel, según me habían dicho», señala el ingeniero zaragozano, «y al final recibió el premio, en una pequeña parte por el trabajo hecho con nosotros pero también por toda su trayectoria».

Tesis, OTRI y BSH. «Para mí fue reconfortante que después de 4-5 años escribiendo mi tesis doctoral, aunque fuera con un granito de arena, ayudé a que se consiga ese Nobel», relata José Miguel Gil, que después de esa etapa obtuvo una plaza de la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI )de la Universidad de Zaragoza para colaborar con BSH en trabajos relacionados con la tecnología de inducción. En febrero de 2016 ya se incorporó a la plantilla de la compañía fabricante de electrodomésticos, en un grupo especializado en el diseño de toda la electrónica de la cocina que controla la potencia que se entrega al recipiente. De su etapa en el grupo de investigación que trabajó con el físico galardonado recuerda, como ha contado en una publicación interna de BSH, que tiene unos quince artículos firmados con Giorgio Parisi de coautor. «Siempre viste un poco más porque al recibir un artículo firmado por un Premio Nobel es más difícil no publicarlo. A nivel científico te facilita las cosas», admite con satisfacción.

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