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El pollo clorado de EE.UU. todavía es motivo de bronca en el Reino Unido

Que la carne de pollo tratada con agua clorada llegue a comercializarse en los supermercados británicos es uno de los puntos cruciales en el diálogo entre Londres y Washington.

Patricia Rodríguez
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La posibilidad de que el Reino Unido permita la importación de pollos clorados de Estados Unidos vuelve a ser motivo de discordia entre proteccionistas y partidarios del libre comercio de este país, que busca perfilar un acuerdo comercial con el Gobierno de Donald Trump, al tiempo que negocia con la Unión Europea (UE) su futura relación.

El debate sobre la posible llegada al mercado británico de esas importaciones de pollo, tratado con una técnica que la UE prohíbe y que es la autorizada por el Departamento de Agricultura y la Agencia para la Alimentación y los Medicamentos (FDA) de EE.UU., se produce en un momento marcado por la crisis del coronavirus y el estancado diálogo tras el Brexit entre Londres y Bruselas.

Por ello han quedado relegados a un plano secundario temas como la tramitación parlamentaria de la llamada Ley de Agricultura, que persigue la mayor reforma en ese sector en 75 años.

En mayo pasado, los diputados británicos rechazaron una enmienda a ese proyecto, que buscaba proteger a los granjeros nacionales de futuras importaciones de alimentos y productos agrícolas extranjeros, que hubieran sido producidos siguiendo estándares más bajos que los aplicados aquí. Sería el caso de los polémicos pollos clorados.

¿Qué temen los agricultores?

El asunto trae de cabeza desde hace tiempo a este sector, que teme que un futuro acuerdo comercial con terceros proporcione vía libre a la entrada de "subproductos", cuya elaboración sería "ilegal" en este país, explicó un portavoz del National's Farmers Union (NFU), principal Sindicato Nacional de Granjeros en el Reino Unido.

Durante el último año, asociaciones agrícolas han hecho campaña por la inclusión de cláusulas con las que blindar los estrictos estándares alimentarios británicos en futuros tratados de comercio.

El citado proyecto de ley volverá a la Cámara de los Lores en julio y, si progresa, los agricultores seguirán percibiendo, hasta 2022, parte de las subvenciones que les fueron asignadas como miembros comunitarios, en virtud de pactos de transición que garantizan altos estándares de producción y velan por el medio ambiente.

Pero pasado el periodo transitorio, esa industria quedaría expuesta a las dudosas consecuencias de las importaciones más baratas de, por ejemplo, EE.UU. -el mayor productor de aves de corral del mundo, de la que exporta casi una quinta parte al exterior-, si se alcanzara un tratado de libre comercio, y otros competidores.

"Los granjeros serían incapaces de competir", admite el portavoz del NFU, que insta al Gobierno del primer ministro, el conservador Boris Johnson, a "considerar cuidadosamente lo que estamos dispuestos a sacrificar a fin de lograr unas ganancias modestas".

Clave en las negociaciones con Washington y en el diálogo con la UE

Que la carne de pollo tratada con agua clorada llegue a comercializarse en los supermercados británicos es uno de los puntos cruciales en el diálogo entre Londres y Washington.

También es un punto de fricción en el proceso negociador con Bruselas a fin de establecer un nuevo vínculo comercial tras el Brexit con el bloque, pues la normativa de la UE prohíbe ese modo de desinfección cárnica defendido por Estados Unidos, al considerar que de esa manera no se cumplen otras normas de higiene en mataderos y granjas.

La técnica en cuestión consiste en sumergir las aves en una solución antimicrobiana de agua con cloro para matar bacterias y patógenos que pueden afectar a la salud humana.

Actualmente, el 47 % de las exportaciones británicas va a parar a países del bloque comunitario. Ambas partes siguen tratando de moldear cómo será su interacción a partir de ahora, hasta la fecha sin demasiado éxito.

Si no logran un pacto antes de final de año -cuando concluirá el periodo de transición, que Londres no quiere ampliar-, deberán supeditar su futura relación comercial a las pautas fijadas por la Organización Mundial del Comercio (OMC) a partir de 2021.

La UE exige a Reino Unido que mantenga el veto a que las aves de corral -una industria que en este país factura unos 7.200 millones de libras (7.974 millones de euros)- sean desinfectadas con soluciones de ácido, como se hace en EE. UU.

Llamamiento ciudadano para presionar al Ejecutivo

La NFU ha puesto en marcha una campaña de apoyo, que lleva ya más de 1 millón de firmas recabadas, urgiendo a los ciudadanos a presionar a los diputados de sus circunscripciones para evitar el "impacto adverso a largo plazo" que esto tendría para el consumidor.

Ese grupo cree que aún es posible lograrlo antes de que el proyecto se convierta en legislación y exige al Ejecutivo adentrarse en cualquier negociación "con los ojos abiertos sobre dónde, exactamente, recaen los riesgos y las oportunidades, interrogando los detalles, y no dependiendo de asunciones simplistas de que el libre comercio beneficia a todos".

Anne Dunn, del Sindicato de Granjeros de Gales (FUW), consideró en declaraciones a que sería "triste" que el Parlamento permitiera "deliberadamente" una rebaja de estándares "en un momento en que el bienestar animal, el cambio climático y los asuntos de higiene y seguridad alimentaria lideran las agendas políticas".

"Viendo que la pandemia (del coronavirus) ha dejado claro a consumidores y políticos lo rápido que las cadenas de abastecimiento y seguridad alimentaria pueden alterarse por emergencias globales, sería desacertada cualquier acción que socave a productores y granjeros británicos para favorecer importaciones de menor estándar", advirtió. 

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