REAL ZARAGOZA

¿Qué pasa por la cabeza de Aguirre?

En las últimas semanas, el entrenador ha introducido en su estudiado discurso varias cuestiones críticas con el equipo. En Gijón, el Vasco abrió de lleno la caja de las dudas.

Javier Aguirre, meditabundo.
¿Qué pasa por la cabeza de Aguirre?
ARáNZAZU NAVARRO

Javier Aguirre ya no es tajante en su defensa a ultranza de los valores de la plantilla. Lo fue, en contra del pensamiento lógico de un deprimido zaragocismo, a su llegada como relevo de Gay, allá por noviembre y diciembre. Lo ha sido, con énfasis superlativo, en el renacer del equipo con los buenos resultados de enero. Pero la crisis de febrero, con la recaída a los puestos de descenso, por lo que se deduce, ha mudado parte de su fe.


Hace tres semanas que Aguirre viene dejando pinceladas de descreímiento. Poco a poco, el mexicano está viendo venir la marejada del calendario y observa cómo sus pupilos pierden la sintonía, pese a sus constantes esfuerzos durante la semana y, los días de partido, desde la banda.


La rueda de prensa de Gijón, el pasado sábado, confirmó la apertura de la caja de las dudas por parte de Aguirre respecto de su, por momentos, intocable plantel. «Créanme que la presión atenaza al equipo», denunció. Nunca hasta ahora, el Vasco había acudido a los terrenos de la excusa para justificar nada. De su boca, el zaragocismo supo el sábado que Aguirre propone y los jugadores disponen, a veces de manera alejada al guión del preparador americano. «La presión pone una losa encima de los jugadores. Y estos jugadores, de repente, toman decisiones bajo ese estado presionante que no son las más adecuadas», afirmó para sorpresa de los presentes en el auditorio y para los oyentes en la distancia.


Los malos resultados, el bajonazo experimentado por el equipo en el último nefasto mes, ha abierto una fractura hasta ahora no contemplada externamente entre la aplicación de los futbolistas sobre el césped y el trabajo táctico y técnico del entrenador. «En la segunda parte metí dos cambios aparentemente ofensivos (Braulio y Uche) intentando ganar. Y lo que sucedió es que prácticamente no tuvimos ninguna posibilidad de gol. Nos echamos atrás y, evidentemente, esa no era mi intención», admitió el mexicano sin tapujos. Se trata de una pose pública jamás apreciada hasta ahora.


Aguirre habló también de sus denostados delanteros, los mismos que han sido motivo de su fiel defensa a ultranza desde el primer día pese a ser objetos de dura crítica desde todos los flancos del zaragocismo por sus evidentes carencias de todo tipo. «Ofensivamente, nos faltan cosas y no encontramos la fórmula. Y eso que tenemos tres delanteros (son cuatro, quizá sea que Marco Pérez ya no cuenta). Tendré que seguir indagando», denunció mientras dejaba en evidencia que todavía no ha dado con la tecla del gol, si es que esa combinación existe realmente en la actual plantilla (él siempre defendió que sí hasta este reciente cambio de postura).


En cualquier caso, Aguirre, por circunstancias que él solo maneja en su fuero interno, está queriendo poner al alcance de todo el mundo un escenario diferente. El mexicano ha empezado a quebrar el, hasta hoy, medido, correcto y académico discurso de veterano técnico que había esgrimido sin excepción en sus apariciones públicas. Algo no va como debería ir a criterio del mexicano.


Incluso con carácer retroactivo, Aguirre ha optado por revisar valoraciones que, en tiempo y forma, fueron distintas cuando ocurrieron realmente. En un par de ocasiones, a posteriori, el Vasco ha reconocido en los últimos 15 días que, en los triunfos obtenidos en enero, hubo una gran dosis de suerte que ahora no se repite y por eso está resultando imposible sacar adelante victorias que se consideraban indispensables, casos de los partidos ante el Racing, el Hércules y, anteayer, el Sporting.


Llamó la atención, asimismo, que el entrenador blanquillo acudiera a la opinión de un rival (Quique Sánchez Flores) sobre el Real Zaragoza actual para apuntalar su tesis. «Ya dijo la semana pasada el míster del Atlético que veía al Zaragoza muy angustiado. Yo intento, todas las semanas, liberarlos y que la presión caiga sobre mí, porque yo no juego», esgrimió Aguirre en una frase que destila cierto grado de incapacidad para reconducir completamente el frágil ánimo de un grupo atorado desde el mismo momento en que la Liga arrancó en agosto.


El discurrir de los próximos días será revelador del verdadero fondo de este cambio formal en la argumentación dialéctica de Aguirre. Varios partidos acumulados en muy pocas fechas, de altísima dificultad, van a poner boca arriba cartas que, por ahora, han estado vueltas contra la mesa durante semanas. Con el equipo agarrado a la zona roja que lleva a Segunda, se avecinan jornadas llenas de detalles fundamentales para el futuro.